Pablo Oribe
“Atención. Todo ahora es peligroso. Pero todo es divino maravilloso. Atención al refrán: Hay que estar atentos y fuertes, no tenemos tiempo de temer la muerte” Tuit de Caetano Veloso, 30 de octubre de 2018.
El asalto al capitolio vuelve a poner de manifiesto la debilidad de las instituciones democráticas y el profundo malestar de nuestras sociedades. No alcanza con denunciar que Trump o Bolsonaro constituyen amenazas para la convivencia democrática. Tildarlos como aberraciones políticas nos quita empatía con los millones de ciudadanos que los votaron y militan por sus proyectos políticos. Además, el análisis de su llegada y consolidación en el poder arrojan luz sobre los límites de la democracia liberal.
Jair Bolsonaro estuvo “en el momento adecuado, en el lugar adecuado”, es decir, hay condiciones objetivas del contexto que le abrieron camino. Sin embargo, sus características personales le permitieron canalizar lo que estaba sucediendo en Brasil y aprovechar esas circunstancias para llegar al poder.
A continuación, propongo cuatro claves, de contexto y personales, para entender mejor las causas de su ascenso a la máxima autoridad en la política brasileña.
- El malestar planificado. Las elites, con la complicidad del poder judicial, optaron por la estrategia de judicializar la política. Hechos graves de corrupción fueron usados políticamente para demonizar y sacar del juego a la alternativa política que más les preocupaba. Según Álvaro García Linera, cuando a un partido de izquierda se lo acusa por corrupción, pierde su valor más importante: la condición de proyecto transformador, ya que es equiparado a la clase política tradicional que representa el status quo y las viejas prácticas. En Brasil, el caso odebrecht desprestigió a toda la clase política, generando las condiciones para que un diputado ajeno al “alto clero” se presentará como el salvador. La derecha moderada decidió jugar fuerte y romper los acuerdos institucionales de convivencia democrática. El impeachment de Dilma inició una caza de brujas, que siguió con el juicio y prisión de Lula, y generó las condiciones para el triunfo de Bolsonaro. La batalla fue entre una derecha radical y una izquierda herida, menguada por el desgaste de 12 años de gobierno, por el juicio político a la presidenta y el encarcelamiento de Lula.
- Las condiciones objetivas de la realidad brasileña. Desde el 2013, hubo diversas protestas populares en Brasil que demostraron malestar con el PT, pero resultaron incomprensibles a nuestros ojos. A pesar de que las políticas implementadas por el PT lograron sacar a más de 40 millones de brasileños de la pobreza extrema, el malestar con el gobierno era grande y aumentaba. El experto en Brasil Ariel Goldstein analiza las características de esta movilidad ascendente y observa que los brasileños mejoraron su condición de la casa para dentro, pero no de la casa para afuera1. Esto implica que, si bien millones fueron incluidos en el consumo, se mantuvieron las desigualdades en salud, educación, transporte, etc. Además, éstas políticas focalizadas de asistencia y transferencia de recursos a los sectores más populares generaron molestia en gran parte de la clase media tradicional.
- Capacidad de formar alianzas estratégicas. Militares, evangélicos, ruralistas y mercados. Bolsonaro fue diputado nacional por 28 años, durante los que interpretó y defendió los intereses de los militares y la policía. Siempre fue coherente en sus posiciones conservadoras y esto lo hizo creíble a los ojos de aliados. La agenda social, impulsada por el PT, fue rechazada por el poder evangélico. El discurso anti-progresista de Bolsonaro le permitió ganar el apoyo de las iglesias y pastores, quiénes hoy conducen la política educativa y cultural en Brasil. Este apoyo no fue menor: el número de cristianos evangélicos aumentó un 60% en los últimos años2; y en las elecciones de 2018, cuando Bolsonaro llega al poder, el número de diputados evangélicos pasó de 64 a más de 80. Con sus manifestaciones de desprecio hacia los sin-tierra, “los enemigos de Brasil”, y su defensa de la propiedad privada, Bolsonaro obtuvo el respaldo entusiasta de los ruralistas. El actual presidente fue creciendo en términos electorales con un discurso anti-establishment y sin el apoyo de los mercados. Sin embargo, con el anuncio de que Pablo Guedes sería su ministro de economía plenipotenciario selló la alianza con ese sector. Guedes es un Chicago Boy, que ejerció como docente en Chile durante la dictadura de Pinochet y aseguraba la continuidad de la política económica iniciada por Michel Temer. Estos apoyos muestran el pragmatismo de Bolsonaro y el perfil autoritario, conservador y neoliberal de su gobierno.
- “Yo soy el mito”: el líder carismático que ofrece soluciones fáciles a problemas complejos. La cuchillada que recibió en plena campaña fue utilizada para reforzar la idea de “hombre elegido” o mito, como le gusta llamarse. Bolsonaro idealiza un pasado basado en valores tradicionales que juzga perdido, y al que urge regresar. Tiene un manejo novedoso de las redes sociales, a través de las cuales, comunica sus ideas usando memes e historietas donde se presenta como héroe. La utilización de simbologías que pretenden ser graciosas muestra la “memificación” de la política y constituye una especie de extrema derecha pop.
Su carisma se asienta sobre un gran poder de escucha, que le permite llegar al mundo popular y transmitirles un mensaje de optimismo y cambio. Su autoritarismo refuerza las raíces más profundas de Brasil, con su pasado monárquico y esclavista.
La reflexión sobre la situación en Brasil muestra que la democracia es más frágil de lo que pensamos y, por ello, es preciso cuidarla y alimentarla. Bolsonaro, al igual que Trump, no es un accidente. Un contexto de malestar planificado y los propios errores de los gobiernos progresistas generaron el caldo de cultivo para la aparición de estos líderes, que supieron abrirse camino gracias a sus habilidades personales y un gran carisma.
Nuestro rechazo a estas figuras no debería obturar el análisis crítico de sus ascensos y fortalezas. Lo peligroso de iniciar “cazas de brujas” es que no nos permite comprender los sueños y frustraciones de sus votantes, que también integran nuestras sociedades y a los que aspiramos a gobernar. Por el contrario, la política debe ser empatía, abrirse a la otredad para perseguir un modelo de país verdaderamente inclusivo y solidario.
1 Ver Ariel Goldstein, “Bolsonaro, la democracia de Brasil en peligro”, marea editorial, Buenos Aires, 2019.
2 Censo del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística de 2010.