A pesar de la gravedad del tiempo histórico, no renunciamos a la esperanza
Montevideo, 23 de noviembre de 2025
La época que atravesamos exige de las y los socialistas, así como de otras fuerzas populares en todo el mundo, una mirada rigurosa y una disposición valiente para la acción. Es quevivimos un tiempo signado por una profunda crisis civilizatoria, hoy coincidente con la erosión del modelo de acumulación neoliberal que dominó las últimas décadas.
La crisis global ha abierto un terreno fértil para proyectos autoritarios que se presentan como respuesta al desencanto democrático. En distintos lugares del mundo la extrema derecha, como expresión política de los sectores más concentrados del capital, ha logrado no sólo ganar gobiernos, sino reorganizar sociedades enteras, moldear sentidos comunes y levantar regímenes que combinan elecciones con restricción de derechos, vigilancia y un creciente disciplinamiento social. No son hechos aislados ni meras desviaciones locales, forman parte de un clima de época que corroe los cimientos de la convivencia humana. Eso está ocurriendo en Hungría con el gobierno de Orban, en Turquía con Endrogan, en El Salvador de Bukele, en India con Modi y en muchos otros lugares del mundo.
Este avance reaccionario ha sido posible porque el orden social capitalista, con su dinámica de explotación de las personas y la naturaleza, no responde a las necesidades de amplias mayorías y subordina la democracia al mercado. El malestar que atraviesa a los pueblos, producto de desigualdades profundas, frustraciones acumuladas y una sensación de abandono por parte de las instituciones, está siendo capturado por actores que ofrecen orden a cambio de libertad y certezas simples a cambio de dignidad y derechos. Nuestro desafío es comprender ese malestar, reconocer sus raíces e interpelarlo políticamente, desde las bases mismas de la sociedad. Las fuerzas populares no debemos permitir que la extrema derecha sea quien canalice la insatisfacción social.
Además de profundizar el diagnóstico sobre esta realidad e interpelarla con acciones, tambiénes nuestro deber levantar la voz frente a la brutalidad creciente en el orden internacional. Por eso hemos exigido y seguimos exigiendo el fin inmediato de la política de genocidio impulsada por Israel sobre Gaza y todo el pueblo palestino, a la vez que condenamos sin ambigüedades las acciones imperialistas llevas a cabo por cualquier potencia, entre ellas las ejecuciones sumarias ordenadas por Donald Trump en el Caribe, hechos que constituyen violaciones graves del derecho internacional y que evidencian la conducta autoritaria de quienes se pretenden defensores del orden democrático. También marcamos públicamente nuestra condena a las definiciones adoptadas por las grandes potencias, convalidada también a nivel de Naciones Unidas, que obturan la posibilidad de autodeterminación del pueblo saharaui, consolidando una salida neocolonial para la cuestión del Sahara Occidental. En estos y en todos los temas, impulsamos una política que se sostenga en la defensa de los derechos humanos, el respeto a la autodeterminación de los pueblos y la solidaridad activa con quienes resisten la opresión.
A pesar de la gravedad del tiempo histórico y de la violencia que atraviesa al planeta, no renunciamos a la esperanza. Existen ejemplos que iluminan caminos alternativos incluso en escenarios adversos. Los triunfos de Zhoran Mamdani en Nueva York o de Katie Wilson en Seattle, son una luz de esperanza en un mundo caracterizado por la incertidumbre. Sus campañas que centraron sus discursos en los problemas reales del pueblo como ser el transporte público, el acceso a la vivienda y los cuidados, marcan que es necesario que la política se centre en discutir, proponer y concretar acciones transformadoras que den solución a los problemas de los trabajadores y no en alimentar discusiones basadas en la descalificación, el odio y la violencia.
La historia demuestra que, cuando los pueblos se organizan y creen en la posibilidad de un futuro emancipador, la ola reaccionaria encuentra límites.
Sobre el contexto regional y nacional
América Latina no está al margen de esta encrucijada histórica. Nuestra región continúa marcada por movimientos pendulares, por ciclos cortos, por entusiasmos breves y por desencantos rápidos. Las experiencias progresistas de las últimas décadas han mostrado avances innegables, pero también límites que se expresan en la dificultad para sostener mayorías transformadoras, para hacer reformas profundas en contextos de crecientes restricciones fiscales y para renovar los vínculos con una ciudadanía atravesada por la incertidumbre. Esta reflexión crítica y autocrítica nos exige cada vez más una respuesta que no puede ser ni el repliegue ni el mero ejercicio administrativo de gobierno: debe ser una apuesta política profunda, capaz de volver a encender un horizonte de dignidad y libertad compartida.
En este marco, el Partido Socialista reafirma su compromiso firme y profundo con el Programa del Frente Amplio y con la sustentación de nuestro gobierno nacional. Ese compromiso no es burocrático ni formal, es una convicción política, porque entendemos que el programa común no es sólo una hoja de ruta gubernamental, sino una construcción colectiva que expresa el anhelo de justicia, igualdad, libertad y desarrollo democrático que llevó al Frente Amplio a ser mayoría popular. Trabajaremos en todos los niveles para que las transformaciones se materialicen, con la responsabilidad de acompañar, impulsar, señalar límites, comunicar pedagógicamente los avances y las dificultades propias de cualquier proceso político y social, y proponer alternativas cuando sea necesario.
El presupuesto presentado por nuestro gobierno es austero pero marca avances, especialmente en la centralidad otorgada a la infancia y la adolescencia, en el fortalecimiento de políticas sociales con enfoque comunitario y territorial, en la jerarquización de la política de cuidados, en la priorización de la discapacidad, en el desarrollo del sistema de salud y en medidas de progresividad tributaria. El Partido Socialista considera también que los desafíos del país requerirán durante el quinquenio esfuerzos mayores. Uruguay precisa una inversión robusta en educación pública, en nuestro sistema carcelario y en otras áreas relevantes, así como una atención vigorosa a la situación salarial de los sectores más sumergidos y un paso más profundo y global hacia una estructura tributaria que grave la riqueza allí donde se concentra. Por su parte el Diálogo Social en curso debe ser una instancia clave para la consolidación de una estrategia de protección social integral que también requerirá creatividad y recursos.
En esta línea, consideramos un aporte relevante y bien orientado para la discusión, la propuesta del PIT-CNT sobre una formulación concreta para avanzar más en progresividad tributaria. La misma sintoniza con nuestro planteo de reforma tributaria de segunda generación, que además requiere una revisión racional de los regímenes de exoneraciones fiscales y un foco en la acumulación y el patrimonio.
Sabemos que las restricciones son reales y no se superan con voluntarismo o declaraciones, pero también sabemos que un país más igualitario es posible, y reclama de nosotros construir la voluntad y las condiciones para acrecentar la organización y la participación social, enfrentando intereses que han sido históricamente favorecidos.
En este sentido saludamos la lucha de múltiples actores sociales, algunos trabajando diariamente en barrios y localidades de todo el país en experiencias concretas de transformación de su realidad, y alentamos a nuestra militancia a redoblar la presencia en estos espacios de construcción colectiva.
Finalmente, valoramos el papel que el Ministerio de Desarrollo Social, junto a otros actores sociales e institucionales, ha asumido en los primeros meses de gobierno. Su orientación, puesta en superar desigualdades profundas y el énfasis en la territorialidad, en los vínculos comunitarios y en el fortalecimiento del tejido social expresa una comprensión acertada del momento que vivimos: la pobreza no es sólo falta de ingreso, es también desarraigo, segregación, rotura de vínculos y ausencia de horizontes, producto de estructuras injustas y violentas. La generación de procesos participativos, que reconocen la voz de los protagonistas, y con perspectiva estratégica de integración social y construcción colectiva, reflejan una mirada socialista.
Ante un nuevo 25N
Un nuevo 25 de noviembre, día internacional de la eliminación de la violencia contra las mujeres, nos encuentra en alerta y movilizadas frente a un flagelo histórico que pese a la lucha del movimiento feminista y los esfuerzos de la sociedad civil organizada y el Estado, sigue cobrándose vidas.
Como socialistas no nos queda duda de que la violencia basada en género en nuestro país requiere de una respuesta prioritaria por parte del Estado, reforzando el esfuerzo presupuestal y mejorando la respuesta y la llegada a las situaciones. Entendemos que también es fundamental reforzar los lazos comunitarios de cuidado y de denuncia en el marco de una pedagogia feminista que comprende esta problemática de acuerdo a la asociación entre capitalismo y patriarcado, asumiendo que la tarea política principal pasa por transformar las relaciones de poder entre los varones y las mujeres. En este sentido convocamos a toda nuestra militancia y a la sociedad en su conjunto a acompañar las múltiples movilizaciones sociales y eventos institucionales que se estarán desarrollando a lo largo y ancho del país el próximo 25 de noviembre.
Nuestro compromiso
En la última sesión del Comité Central del año 2025 el Partido Socialista reafirma su compromiso de construcción política permanente, actuando desde la sociedad, aportando al gobierno frenteamplista con lealtad sin renunciar a la crítica transformadora. Apostaremos a defender y profundizar la democracia enfrentando las formas nuevas del autoritarismo. A reactivar la vida política como espacio de encuentro, dignidad y lucha. A trabajar en cada barrio, en cada sindicato, en cada centro de estudio, en cada Casa del Pueblo, para que la política vuelva a ser un lugar donde las personas encuentren sentido, pertenencia y fuerza para vivir mejor.
La época es difícil, pero no está cerrada. El rumbo dependerá de nuestra capacidad de organizar el malestar, de transformar la indignación en proyecto, y de sostener un horizonte de igualdad y libertad para todas y todos. Ese es nuestro compromiso, y es también nuestra responsabilidad histórica.
