Escribe: Paula Martínez | Brigada Marx Attack
La construcción de nuestra historia y de la memoria colectiva, es, entre otras cosas, un cúmulo de relatos que luchan por imponerse. La forma en que miramos hacia nuestro pasado está en disputa. Darle lugar a lo que ha quedado excluido es enfrentarse a una pulseada con las miradas que luchan día a día por borrar partes de nuestra memoria y nuestra identidad.
El nido invadido
El 27 de junio de 1973, el entonces presidente Juan María Bordaberry, en conjunto con las Fuerzas Armadas, establecieron mediante un decreto la disolución de las Cámaras. Empezaba la dictadura en nuestro país.
De inmediato, y por tiempo indeterminado, los trabajadores de alrededor de 500 fábricas y organismos públicos ocuparon sus lugares de trabajo, como primera medida organizada de protesta ante el régimen que comenzaba a instalarse. Empezaban así 15 días en que prácticamente todas las ramas de actividad se vieron suspendidas por la fuerza de la clase obrera organizada.
Este hecho demuestra la lucidez con la que la clase trabajadora comprendió la naturaleza del proyecto político-económico que pretendía instaurar la dictadura, que daba la espalda a los movimientos populares, y que pretendía poner fin a cualquier intento de transformación radical de nuestras sociedades.
15 días para marcar al régimen
El movimiento sindical uruguayo tiene sus orígenes en las primeras asociaciones de trabajadores en 1870, con una fuerte influencia anarquista y marxista.Durante la crisis económica que empezaba en nuestro país a mediados de la década de 1950, y luego de una serie de huelgas en las que se adoptó la acción conjunta entre algunos sindicatos, se consolida en 1964 la Central Nacional de Trabajadores (CNT) como organismo permanente de coordinación y de lucha.
Su gestación coincide con la crisis económica y con un período de fuerte represión y persecución política de la mano del presidente Pacheco Areco, que comienza a recurrir permanentemente a las medidas prontas de seguridad, a la par de importantes descensos salariales, la ilegalización de los partidos de izquierda y de varios medios de prensa. La CNT es, en este contexto, una de las organizaciones más perseguidas: fue ilegalizada, incautados sus bienes y apresados sus dirigentes.
Desde el año 1968, a la interna de la CNT estaba definido que habría como respuesta una Huelga General ante un eventual Golpe de Estado. Para cuando el anuncio del 27 de Junio fue público, cada sindicato procedió a actuar de acuerdo a lo definido por la Central.
“¡Por salarios, libertades y soluciones! ¡Por la unión del pueblo uruguayo contra la rosca oligárquica! ¡A ocupar las fábricas, mantener el estado de asamblea, el alerta de todo movimiento sindical y el cumplimiento disciplinado de las decisiones de la CNT!”, llamaba el comunicado oficial que emitió la CNT, redactado por el líder de la Central, Gerardo Cuesta.
Esta decisión no hubiera tenido mayor sentido de no haber sido acompañada por el fuerte sentimiento de unidad que caracterizó (y caracteriza) a nuestro movimiento sindical. A la hora de organizar una acción efectiva en defensa de los derechos de los trabajadores la CNT contó con el respaldo de la mayor parte de los sindicatos del país. El llamado a la Huelga se fue gestando con un arduo trabajo de propaganda por parte de la Central. El papel de quienes recorrían las ocupaciones, llevando de un lugar a otro la información, o quienes, sin pertenecer al movimiento sindical dieron su apoyo a la Huelga, fue vital para la expansión y el sostenimiento de la medida.
Ante los constantes desalojos efectuados por las Fuerzas Armadas, la estrategia fue rotar a quienes se encontraban al frente de las ocupaciones. De esta forma se alternaban los trabajadores que quedaban expuestos en cada una de las veces que se volvía a ocupar. En esa situación de desalojos y ocupaciones, el apoyo en los barrios alrededor de las fábricas que estaban ocupadas fue fundamental.
En el caso de la Refinería de ANCAP, se realizó una ocupación inmediata que significó el desabastecimiento de combustible para los vehículos que utilizaban los militares (evitando que se trasladaran a reprimir), pero sí abasteció a los medios que utilizaba la CNT para moverse. Según señala Ernesto Goggi en el libro 15 días que estremecieron al Uruguay de Álvaro Rico, en las instancias de desalojo de la Refinería, la gente del barrio La Teja, rodeaba el recinto dificultando la acción de los militares.
Quienes sostenían desde afuera la ocupación eran en su mayoría mujeres. Su papel en este escenario cobra especial relevancia, no solo en la participación activa de las ocupaciones en muchísimos sindicatos, sino también en la recolección de alimentos, así como la organización de ollas populares que abastecían a las ocupaciones. Fueron quienes sostuvieron, a pesar de no tener demasiada participación en los espacios de decisión de la Central, la Huelga desde adentro y desde afuera.
El respaldo popular, puede leerse en parte como una expresión espontánea, o quizás identificación con la lucha que emprendía la CNT pero también responde a una construcción muy fina de la Central. El dirigente del Sindicato Único Administración Nacional de Puertos, Félix Díaz, destacaba la importancia de mantener un fuerte vínculo con el barrio; ocupar no implicaba únicamente mantenerse dentro de las fábricas sino salir a tener contacto con los vecinos y explicar las posiciones adoptadas por la Central.
“No debe creerse, sin embargo, que la huelga general fue algo así como el cumplimiento ciego de una consigna-compromiso. No. En primer lugar, era un deber proletario ineludible; la clase obrera salía, toda su experiencia se lo estaba gritando, que el golpe fascista era un ataque a fondo a sus intereses inmediatos y futuros, a todas las conquistas alcanzadas y en perspectiva, además, del tema fundamental de las libertades sindicales y democráticas”
(Huelga General, El 9 de Junio El Asalto a El Popular)
Se fue conformando una estructura legal, semilegal y clandestina, que por un lado sostenía negociaciones constantes con la dictadura que se esforzaba por conseguir el levantamiento de la Huelga, y por otro lado, mantenía desde la clandestinidad un trabajo estratégico de cuidado a los principales representantes de la CNT y sostenía la comunicación con cada una de las ocupaciones.
“Los clandestinos nos abocamos a mantener el funcionamiento de la CNT. La última reunión de la Mesa Representativa decidió concentrar provisoriamente todos los poderes en el Secretariado Ejecutivo. Por motivos de seguridad se dividió en dos. Las reuniones se realizaban en lugares y horarios diferentes”.
Pasados los días, sostener la Huelga comienza a ser cada vez más difícil. Desde algunos sectores se interpretaba que había que continuar, lo que expresa una esperanza en que la Huelga podría llegar a marcar aún más fuerte a la dictadura. La dirigencia de la Central venía interpretando desde el día 11 que los fines de la Huelga ya estaban cumplidos. Por lo tanto no se había depositado en la Huelga la responsabilidad de terminar con la dictadura, ni la CNT se había propuesto derribar al gobierno de facto, sino que se trató de marcar la posición de la clase obrera uruguaya.
“El miércoles 11 de julio la Mesa Representativa de la CNT levanta la Huelga General y decide pasar a otras formas de lucha contra la dictadura cívico militar. Dos gremios votan en contra, cuatro se abstienen. Instaurada la dictadura se desata un revanchismo patronal y los despidos de los trabajadores. Muchos marchan al exilio. Miles son perseguidos, torturados y encarcelados. Cientos de uruguayos son detenidos, repatriados ilegalmente y desaparecidos en Argentina, Brasil y Paraguay por la coordinación represiva de la dictadura”
El motor de la historia
El trabajo de años de coordinación permanente, el diálogo constante, el trabajo sobre la unidad y, principalmente, el altísimo nivel de lectura de la realidad que caracterizaba al movimiento sindical, lo posiciona como un actor central en el campo popular uruguayo. La CNT es la guía, porque es ahí donde se elaboran las demandas del pueblo organizado.
La dictadura atacó directamente a la clase trabajadora, y en su respuesta, la organización popular logró que quedara claro que el golpe nacía sin base social. La respuesta de la CNT, pone de manifiesto que hay teorías que se quedan cortas al intentar explicar qué pasó en nuestro país a partir de junio del 1973, que la naturaleza reduccionista de quienes se sentaron a escribir la historia en Uruguay una vez finalizada la dictadura no da lugar a las contradicciones reales que se vivieron en la época.
Las perspectivas que ponen el foco en una suerte de guerra entre dos bandos, no solo olvidan cómo el carácter fascista de la dictadura fue una violación sistemática a los derechos humanos, sino que borran intencionalmente, algo fundamental que es guía de la mayor parte de nuestra historia: la contradicción oligarquía-pueblo.
Construir un relato que le de a la hazaña de la clase obrera, un lugar central en la lucha contra la dictadura, y que exponga el carácter anti popular de este proceso, es en parte un homenaje que debemos hacer a nuestros compañeros y compañeras. Pero fundamentalmente, se trata de la posibilidad de realizar una crítica real a ese modelo de país, que con diferentes caras, sigue y seguirá dándole la espalda al pueblo.
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