El reportaje a Gavazzo que publica El País del 5 de mayo vuelve a poner arriba de la mesa el gran tema de los crímenes de lesa humanidad cometidos por la dictadura y de la verdad y la justicia postergadas.
El conocimiento de las declaraciones de Gavazzo en el Tribunal de Honor Militar en torno al asesinato y desaparición de Gomensoro había implicado un fuerte golpe a la negación de los crímenes de la dictadura, la primera línea de defensa contra el reconocimiento de los mismos.
Ahora, Gavazzo, beneficiado por recientes resoluciones judiciales y, disfrutando de las comodidades de la casa donde pasa su prisión domiciliaria, recibe, a la vez que la indignación y repudio de la sociedad al diario El País que lo entrevista.
En la entrevista trata de exculparse de los homicidios que se le atribuyen en relación a los pasajeros del segundo vuelo. Según su versión ,el mismo no se habría producido porque todos ellos habrían sido asesinados en Buenos Aires por parte de los represores argentinos y de un delator que habría traicionado a sus compañeros.
Esta versión es insostenible, múltiples testimonios la contradicen, incluyendo el propio hecho del nacimiento y presencia en nuestro país de Macarena Gelman.
En segundo lugar Gavazzo intenta justificar los crímenes apelando a la teoría de los dos demonios: en una guerra los dos bandos cometen barbaridades y la culpa la tienen los que la empezaron.
Esta es, después de la negación, la segunda línea de defensa contra la admisión de estos crímenes. No pueden equipararse las trasgresiones cometidas por los civiles que se enfrentan al estado con las cometidas por los agentes de este último. Si el estado, garante de la ley, la trasgrede, se instala una situación de anomia, disgregante de la vida social y generadora de subjetividades y modelos de construcción del yo basados en la sumisión o en la violencia, con efectos psicosociales dañinos hasta el presente.
Lo más importante de este reportaje es que pone de manifiesto lo atrasados que estamos como sociedad para restablecer la memoria y llegar a la verdad y a la justicia, incluyendo el reconocimiento institucional de las FFAA en relación a su participación en las situaciones dolorosas del pasado.
Sin quererlo, como lo había hecho antes con la negación, ahora Gavazzo ataca la tercera línea de defensa, el olvido, la apuesta al tiempo que debería borrar los hechos. El represor tiene prensa a su disposición para intentar justificarse, pero el tenor de sus declaraciones vuelve a poner delante de los lectores ese pasado terrible para que nadie lo olvide.
Si hacemos un análisis del reportaje que vaya más allá de las intenciones manifiestas y voluntarias del represor, tenemos que hay dos motivaciones que se contradicen y que vuelven por momento confuso el discurso.
Por un lado el exhibicionismo de su poder, de su capacidad de dominar y someter a sus víctimas, por otro lado el exculparse, negar sus crímenes y colocar las responsabilidades afuera.
Por momentos a una afirmación sigue una negación.
Le muestra a la periodista como domina y tortura al perro y que se llama Orco, como el infierno o como los monstruos del Señor de los anillos. Una proyección de él ,en su omnipotencia sádica es el infierno o el monstruo de la mitología celta. Pero él no le puso el nombre al perro.
Exhibe los carteles con las frases de Mussolini, pero los trajo la hija.
Construye con sus palabras un escenario donde golpea, picanea o viola a la periodista pero no es tortura si se hace en la guerra.
No se arrepiente de nada de lo que hizo salvo salvarle la vida a los pasajeros del segundo vuelo porque después lo denunciaron.
Se exhibía sin capucha delante de sus prisioneros y estos luego lo acusan por venganza o por plata.
Y al mismo tiempo niega sus crímenes, fueron otros el delator, los argentinos o la culpa es de los que empezaron.
Se combina el narcisismo tanático que se afirma en dominar y dañar a los otros con la manipulación, la mentira y la ausencia de culpas de la psicopatía, constituyendo una peligrosísima combinación delictiva.
Al mismo tiempo que Gavazzo queriendo justificarse hace que no nos olvidemos de estos horrores, la lucha, el esfuerzo y el tesón de otros seres que apuestan a la vida, a la memoria y ala reparación del pasado da sus frutos. Y así después de tantos años, un padre recupera a su hija y todos nosotros identificados con él, sentimos que vale la pena seguir luchando, que esta historia no ha terminado, que la verdad, la memoria y la justicia son banderas a las que nunca renunciaremos.
Manuel Laguarda, 6 de mayo de 2019