Estimados vecinos, amigos, militantes de organizaciones sociales, compañeros y compañeras y amigos:
En primer lugar quisiera agradecer a la organización del evento por invitarme a compartir estas palabras en este evento de tanta trascendencia y tan sentido para la izquierda, para los socialistas y para todos los ciudadanos y ciudadanas en el mundo entero. En este día uno se siente como una pieza más de un puzzle inmenso que –sumando piezas similares a lo largo y ancho de América Latina y de todo el mundo– proyectan la imagen de Allende a la humanidad y nos convocan a rememorar y reflexionar. Es un inmenso honor y una gran responsabilidad poder dirigirles aquí estas palabras, honor al que intentaré estar medianamente a la altura.
El 11 de setiembre es un grito de dolor que nos llama a reflexionar sobre el presente. Allende llevó hasta las últimas consecuencias la premisa de que socialismo y democracia deben ser las dos caras de la misma moneda.
Vivimos momentos difíciles para las democracias en la región. Resulta inevitable no traer el pasado al presente para hacerlo dialogar en este sentido. Y aquí, entre amigos y compañeros, no me sentiría sincero sólo desde la posición de decirles que la derecha, afianzada a sus privilegios y resortes de poder –que los tiene– está avanzando por todos los medios en la región y el mundo –cosa que está haciendo– pero sino también señalar en estos procesos nuestros propios defectos y problemas. Desde la izquierda, la democracia debe ser fortalecida por prácticas que resalten el verdadero carácter finalista de la misma, avanzando en derechos y evitando la burocratización y la mimetización con los vicios de las viejas estructuras de dominio y control político de las sociedades tradicionales. Afianzarnos en nuestros valores de transparencia, solidaridad y respeto a las leyes serán las únicas garantías para poder seguir avanzando en derechos.
En esto también Allende nos brinda una lección. La construcción de un nuevo sentido común, una contrahegemonía a los valores de mercado, resulta una pieza clave para garantizar el avance de las transformaciones progresistas, para lo cual se requiere no sólo de una alianza amplia de sectores populares e intelectuales sino también de la vigilancia de estos nuevos valores por parte de los mismos.
En segundo lugar, quiero aprovechar mi condición de joven (ya que me encuentro próximo a la jubilación al cumplir 30 en octubre) para hacer algunas reflexiones respecto al significado de esta fecha para nosotros. Cuando en ese último mensaje al pueblo de Chile, Allende se dirigía directamente a los jóvenes de Chile, les decía “Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron y entregaron su alegría y su espíritu de lucha”. A aquellos jóvenes a los que había introducido la diferenciación entre jóvenes viejos y viejos jóvenes. Los primeros, jóvenes que simplemente transitaban las instituciones educativas en busca de un beneficio personal. Y los segundos entre los cuales se colocaba a sí mismo y de los cuales veo muchos entre el público.
Este mensaje resulta de una trascendencia especial. Porque es un mensaje que depositó en una generación, que joven en ese momento, tuvo que vivir la larga noche de las dictaduras latinoamericanas. Pero es un mensaje también intemporal, que recobra su significado para los jóvenes de cada tiempo. Para nuestra generación, el mensaje de Allende a los jóvenes representa una voz de entereza moral, de esperanza y de lucha.
Por último, quisiera hace una reflexión final que es un agradecimiento. Gracias Allende por tu entrega, tu compromiso y tu ejemplo hasta el final. Tus banderas no quedaron tiradas en la historia, sino que fuera recogidas por los miles y miles de jóvenes, que a lo largo y ancho del mundo hoy reivindican tu figura.
Hoy te entregamos una flor para seguir soñando en un mundo donde “la capacidad creadora de cada hombre y de cada mujer encuentre cómo florecer, no en contra de los demás, sino a favor de una vida mejor para todos.”
Santiago Soto