En memoria de Guillermo Chifflet y Karl Marx.
Escribe: Gonzalo Civila, Secretario General del Partido Socialista de Uruguay
“Bienvenidos todos los juicios fundados en una crítica científica. En cuanto a los prejuicios de la llamada opinión pública, a la que nunca he hecho concesiones, será mi divisa, como siempre, la del gran florentino: Segui il tuo corso, e lascia dir le genti! [¡Sigue tu camino y deja que la gente hable!]”
Karl Marx, Prólogo a la primera edición alemana del primer tomo de El Capital, 25 de julio de 1867.
“…No creo que exista -lo he discutido desde hace tiempo con mis compañeros- una cultura de gobierno y una cultura de oposición. El mejor ejemplo que puedo poner es el de Emilio Frugoni. Él vino acá con un compromiso de clase y dijo que iba a ocupar su banca como portavoz de la clase obrera, y fue consecuente con eso. Sin embargo, desde la oposición informó proyectos de gobierno y, desde luego, no tenía ningún inconveniente en aportar y señalar todo lo que estaba convencido que se debía realizar desde el gobierno, pero lo planteaba desde la oposición…Tampoco creo en la ética de la convicción y de la responsabilidad; con esa máscara se votó la ley de impunidad. Yo no estoy de acuerdo con que haya más de una ética. Ayer escuché al compañero Gargano decir exactamente lo mismo en una entrevista de televisión, porque esta es una convicción muy arraigada en muchos socialistas. Diría más: debemos tomar posiciones que pueden parecer estúpidas -lo reconozco- hasta en problemas de método.”
Intervención de Guillermo Chifflet en la Cámara de Representantes, 5 de octubre de 2005.
Termino de escribir estas líneas un 5 de mayo. Hace 202 años nacía Karl Marx, el genio de Tréveris, maestro de la sospecha, referente ineludible del pensamiento crítico y socialista, inspirador de revoluciones. Y hace pocos días fallecía nuestro entrañable compañero Guillermo Chifflet, marxista, socialista consecuente, referente ético y político de nuestra causa. Sobre Marx y a partir de Marx se ha escrito y se ha dicho mucho desde hace más de un siglo y medio, sobre Guillermo en estos días hemos escuchado muchas y muy diversas voces reconociendo su bonhomía, coherencia y radicalidad. ¿Qué une a estos dos hombres que nacieron y vivieron en tiempos y en lugares tan distintos? Se me ocurre mencionar tres cosas: – la pasión de querer cambiar el mundo, en un horizonte humanista, de justicia, solidaridad y libertad; – el espíritu crítico (que cuando es tal se vuelve también sobre sí mismo, pasando por la prueba de fuego de la autocrítica); y – el compromiso con la clase trabajadora, que brota entre otras cosas de una convicción firme, históricamente fundada, sobre su insustituible papel revolucionario.
El día que falleció Guillermo escribí un texto en el que expresé, a nombre de las y los socialistas uruguayos, nuestro afecto, respeto y profunda admiración por él, pero esta breve columna, a modo de Editorial de “El Sol” de mayo, pretende rendirle otro humilde homenaje, más conceptual que biográfico, a quien también fuera protagonista de la vida de este periódico socialista que después de muchas décadas intentamos recuperar. Quisiera que esta memoria agradecida pueda ser puntapié inicial de un proceso que reivindique su ejemplo con compromiso más que con palabras, y hacerlo en el aniversario del nacimiento de Karl Marx me resulta inspirador.
A pocos días de haber celebrado otro 1º de mayo tal vez la mejor forma de recordar ambos legados sea honrando a las y los trabajadores del mundo y del país, cuya lucha global es imprescindible para la liberación humana que anhelamos. Y no hay otro camino para hacer este homenaje que ejerciendo con honestidad revolucionaria la crítica y también la autocrítica, buscando remover las telarañas de los prejuicios, las falsas justificaciones y los relatos dominantes.
La crítica a un sistema desigual, injusto y antidemocrático, el capitalismo, basado en la explotación de unos seres humanos sobre otros, que exacerba el egoísmo y la competencia, y condena a millones al hambre y la miseria mientras unos pocos acumulan sin límites. La crítica a cualquier relación de sojuzgamiento, humillación y violencia. La crítica a la ideología dominante, que aliena a las personas, mistificando la realidad y justificando un orden inicuo y éticamente inaceptable. La crítica a la política tradicional, la de los cabildeos y oportunismos, la de las burocracias opresoras y el electoralismo vacío. La crítica a los represores de cualquier palo, y a los ajustadores seriales. La crítica a las dinámicas que acrecientan el valor del mundo de las cosas a costa de la desvalorización del mundo humano. La crítica a quienes a nombre de un concepto liberal y falso de la libertad pretenden imponer sus urgencias, desatendiendo las emergencias del pueblo, consolidando privilegios y recortando conquistas democráticas.
La autocrítica ante nuestras inconsecuencias y claudicaciones, y a las concesiones que a veces realizamos a esos modos de ser y hacer que criticamos. La autocrítica frente a los intentos de explicar nuestras cobardías y conservadurismos en una “ética de la responsabilidad”, falazmente contrapuesta a una ética de las convicciones. La autocrítica frente a nuestros encierros y autorreferencias, que han debilitado u obstruido los procesos de toma de consciencia, de organización contrahegemómica, de construcción de poder popular. La autocrítica frente a cualquier intento de priorizar los espacios y no el proyecto. La autocrítica de explicar o minimizar desvíos o de acallar discusiones autocríticas por “no darle pasto a las fieras” o “preservar la unidad’’. La autocrítica por hablar mucho y hacer poco, o por actuar irreflexivamente y sin rumbo claro. La autocrítica frente a nuestros personalismos, soberbias y faltas a la fraternidad, también frente a nuestras ansiedades y purismos.
Porque siendo más verdaderos volveremos mejores.
Lo anterior es sólo un punteo y puntear es tocar las cuerdas de un instrumento musical de manera separada. Pero queremos que suenen acordes y se escuchen muchos instrumentos. En el marco del mes de las y los trabajadores, sin desatender ninguna de las luchas que nos reclama la coyuntura y cuidando la unidad del campo popular, tenemos la intención, desde el Partido Socialista, de comenzar un ciclo sobre autocrítica para el futuro que lleve el nombre de nuestro querido Guillermo, para decir como lo hiciera él en la misma intervención que citamos al inicio: “Todos sentimos que, como marcara en la Biblia el Apóstol Juan, la verdad nos hará libres. Y sabemos, como enseñara Lenin, que sólo la verdad es revolucionaria. Busquémosla, desde luego, pero entre todos…’’.