Escribe: Nicolás Lasa, secretario de organización y edil departamental
En el medio de una ofensiva conservadora muy fuerte, las y los frenteamplistas hemos pasado los últimos días discutiendo sobre nosotros, y eso tiene sus luces y sus sombras. Por un lado, someter a análisis crítico nuestras acciones, en tiempo real y retrospectivamente, es muy saludable para las fuerzas políticas del cambio porque permite reflexionar colectivamente, evaluar y corregir el rumbo. Por el otro, encerrarse en debates internos, cuando además comienzan a teñirse de riñas y disputas que no son para este momento, nos aleja de la realidad y de las necesidades urgentes y concretas de nuestra gente.
Cerrando el mes de enero, la compañera Carolina Cosse propuso a la Departamental del Frente Amplio de Montevideo celebrar las cinco décadas de nuestra fuerza política con una gran movida solidaria. Se instó a cada militante a llevar a su Comité un alimento para donar a las ollas populares de nuestra ciudad en las que están comiendo decenas de miles de vecinos y vecinas, y que, tras la profundización de la crisis social, cada vez encuentran más difícil abastecerse para dar respuesta a la creciente demanda. Los alimentos recibidos se donarían a la Intendencia de Montevideo (IM) y desde allí se distribuirían a las ollas según sus necesidades. Esta propuesta no sólo fue tomada por la Departamental Montevideo, que participó del mensaje político a través de su Presidente Carlos Varela, sino que días más tarde se extendió a nivel nacional cuando realizaron conjuntamente una conferencia Carolina y el Presidente del FA Javier Miranda.
En primer lugar les propongo detenernos en las implicancias y efectos de la propuesta. Un aniversario es una oportunidad para reivindicar una historia y una identidad compartida, y en esta instancia, en un contexto de pandemia y con todas sus restricciones, decidimos celebrarlo más que con un acto político partidario, con miles de actos políticos diseminados en el territorio. Esta forma de festejar tiene al menos tres aspectos relevantes: movilizó a la estructura, visibilizó a los Comités como unidades de base territorial con un rol a jugar en el proceso de transformaciones y además tendrá efectos en las vidas concretas de quienes más están sufriendo la crisis generada por el programa de gobierno de la derecha.Es la primera vez en mucho tiempo que la estructura frenteamplista no se convoca a sí misma exclusivamente para discutirse o juntar votos.
La solidaridad efectivamente se contagió y fueron miles quienes se acercaron a realizar su aporte y demostrar que todas y todos podemos ser parte de la solución. Habla de una forma de concebir el mundo en la cual la sostenibilidad de la vida de quienes el sistema deja al margen es “cuestión nacional” y ocupación de “los incluidos” puesto que hace a la construcción de vínculos sociales y condiciona la vida de todas y todos.
No obstante lo anterior, las últimas horas han estado signadas por sendos debates a través de medios de prensa y redes sociales en los que tanto dirigentes de la derecha como del Frente Amplio han cuestionado esta iniciativa y la participación de la Intendencia en el proceso de distribución de las donaciones. A las y los frenteamplistas que aprovechan esta oportunidad para tratar de erosionar el liderazgo de Carolina Cosse y se posicionan en los diferentes temas en función de eventuales respaldos de cara a 2024 y no de ideas, mejor que les responda la historia. A la derecha y a los bienintencionados que han instalado un debate clave para la izquierda que tiene que ver con el vínculo entre la política y la sociedad y entre el Estado y las organizaciones sociales van las siguientes líneas.
La izquierda en los últimos 15 años se ha caracterizado por centrar su acción a través del Estado y ha rehuido de las responsabilidades y funciones que le son propias a la fuerza política. Esta ausencia de tareas concretas ha desmovilizado a la estructura frenteamplista limitándola en su capacidad de acción política en territorio. Sabemos muy bien que no forma parte de nuestra cultura hacer proselitismo con los recursos del Estado, no fuimos nosotros quienes utilizamos camionetas de las intendencias para repartir canastas con listas hacia las elecciones departamentales, tampoco pegamos ningún adhesivo con el nombre de ningún legislador a alimentos donados, y mucho menos fuimos nosotros quienes con nuestros votos aprobamos leyes en perjuicio de los ingresos y el poder de compra de las y los trabajadores.
En Montevideo es la Intendencia quien tiene el conocimiento más minucioso de la problemática en las ollas populares y las necesidades alimentarias territoriales. Desde el comienzo de la nueva gestión, y dando cumplimiento a un compromiso de campaña, se ha venido articulando con la Red de Ollas en el marco del Plan de Apoyo Básico a la Ciudadanía (Plan ABC), se han mapeado sus necesidades más urgentes y se ha dado respuesta con donaciones de la propia IM. En esta oportunidad, y reconociendo las limitaciones de las arcas propias, se bienvinieron las donaciones del Frente Amplio, como se hace con aquellas provenientes de cualquier otra institución pública o privada que así lo disponen, para seguir atendiendo estas necesidades.
Están quienes sostienen que lo deseable hubiera sido no involucrar a la Intendencia en este emprendimiento y haber sido el propio FA quien entregara las donaciones a las ollas. En una fuerza política con serias dificultades de conducción y desmovilizada, ¿cómo se hubieran seleccionado las ollas? ¿según qué criterios? Soy un convencido de que el camino recorrido fue el mejor para evitar cualquier tipo de discrecionalidad y restriccióndel aporte a aquellas ollas en las que tal o cual sector tiene militantes, independientemente de la mensura de sus necesidades con una mirada departamental. ¿En serio pensamos que el FA de hoy tiene la infraestructura para atender las demandas logísticas que esto implica? Más allá de estas interrogantes, me interesa profundizar en las características que hubiera tenido la alternativa que hoy se argumenta. Independientemente de mi agnosticismo, me identifica aquello de que “no dejes que tu mano izquierdasepa lo que hace la derecha”. La solidaridad en serio, la sentida, esa que no responde a “eventos” sino que se encarna en lo pequeño de la vida cotidiana, no habla el lenguaje de las selfies ni de las firmas o notas al pie. Es una experiencia que debe necesariamente invisibilizar al sujeto que la practica puesto que se justifica en el bien del otro y en la imposibilidad de traer “beneficios secundarios” para uno. Partiendo de esta concepción, considero que no hubiera sido para nada deseable que los alimentos llegaran a las ollas en camionetas identificadas con logos o banderas del Frente Amplio.
Desde la derecha se llegó incluso a solicitar la suspensión de la entrega de 25 toneladas de alimentos jerarquizando el miedo a la acumulación política del FA que la respuesta a las necesidades de las personas más humildes. Que quede claro, el objetivo es alimentar, pensar en acumular políticamente con el hambre de los empobrecidos constituye una desviación ética. Es realmente triste asistir a la degradación de la política a causa de la predominancia de las lógicas electoralistas.
Ninguno de nosotros quiere que haya personas comiendo en ollas populares, pero a la realidad no la transformamos con aspiraciones sino con un persistente trabajo en la construcción de condiciones que habiliten otros mundos posibles. Que el camino sea el de reconocer un actor colectivo mediador entre el Estado y los “individuos” también representa un diferencial en una política que tiende a privatizar los problemas sociales y a despotenciar las experiencias colectivas y comunitarias.
Un Estado neutral lejos de ser el escudo de los débiles se constituye en un arma para los poderosos. En tiempos de sufrimiento de los más humildes tenemos el desafío de abandonar las conductas templadas, y siempre en el marco de la ley, vibrar al calor de los imperativos éticos de una fuerza de izquierda.