Aporte a la comprensión del panorama político en el marco de las elecciones a la presidencia de Colombia

La invitación con este texto es encontrar un “lugar común” para entender lo que se viene de las elecciones en Colombia el próximo 19 de junio. El consenso que puede existir ante estas elecciones es que tienen tal nivel de complejidad como nunca antes en la historia de Colombia, excepto los noventas, donde asesinaron a 3 candidatos presidenciales.

La primera conclusión producto de las elecciones al congreso el pasado 13 de marzo y la primera vuelta presidencial el anterior 29 de mayo, es que el escenario electoral del país cambió, pero no tanto como se necesita, es por ello, que el panorama actual se encuentra dividido en dos momentos.

Un primer momento a plantear se funda en que efectivamente existe una voluntad de cambio, sin embargo no es tan aplastante o contundente como se quisiera en la medida en que gran parte del electorado definió aprobar o apoyar una candidatura de un relativo Outsider, Rodolfo Hernándezun hombre que siempre ha estado vinculado a un ejercicio político visto desde el sector empresarial, que cuenta con un fortalecimiento de una red clientelar de financiación de sus negocios inmobiliarios gracias a la financiación estatal, cortesía de sus aliados políticos en la región nor-oriental del país.

Adicional a ello, a la campaña de Rodolfo Hernández se unieron muchos de los liderazgos de las clases tradicionales de capa media, liderazgos territoriales de lo que se conoce como uribismo[1] o con cercanía o simpatía a los partidos tradicionales que apoyaron a los gobiernos de Uribe y Duque, que desde primera vuelta apostaron a Rodolfo Hernández al divisar que el candidato del oficialismo, que ocupó el tercer lugar en la primera vuelta, no cumplía con las condiciones para alcanzar un nivel de competencia con Gustavo Petro. En términos personales, me atrevo a asegurar que fue una estrategia de Uribe y sus seguidores, de apostarle a los dos candidatos.

Así pues, podríamos decir que estas son las elecciones más complejas que ha tenido la historia de Colombia en la medida en que enfrenta dos candidatos que han sido señalados de ser populistas. Uno por ser un candidato que viene de la izquierda histórica, exguerrillero del M19, cuyas apuestas han sido de transformación estructural en lo económico, lo social y lo político del país lo cual lleva a señalar que son propuestas irrealizables, fuera del foco del sentido común del establecimiento y de la historia política de Colombia, ya que solo ha habido gobiernos de centro derecha y derecha en 200 años de República. 

Del otro lado se encuentra un outsider relativo, en la medida en que su función principal de generación de riqueza ha sido la construcción de vivienda y que hace unas propuestas con un mensaje muy fuerte y sencillo, que se inspira efectivamente en apuestas como la del Donald Trump, símil además a las de Bolsonaro y también Berlusconi. 

Las elecciones de primera vuelta llevan a plantear, fácilmente, que hay un 70% de votación contra el Gobierno actual, al sumar la votación de Gustavo Petro y Rodolfo Hernández y que hubo un voto castigo hacia el actual Gobierno representado en el candidato “oficialista” Federico Gutiérrez, dado su nivel de votación alcanzado, de 24%. Pero estos resultados no necesariamente resumen la exigencia de una transformación crucial ni estructural para estas elecciones, pues la mayoría del electorado, por encima del 53%, aún vota en contra al temor de la amenaza de la izquierda en el poder. Así lo que se evidencia es la existencia de dos lugares de tensión sobre la disputa de lo que debe ser la Colombia del futuro, un lugar que busca la profundización de la democracia con un gobierno de transición al posconflicto en cabeza de Gustavo Petro y un lugar contrario que pretende profundizar un autoritarismo a través de Rodolfo y el respaldo de Uribe y toda la tradicionalidad política.

La profundización democrática se equipara con la votación por el plebiscito por la paz en el 2016, donde la región Caribe al norte, el Pacífico, el Sur y la capital Bogotá, votaron a favor de implementar los acuerdos de paz entre el gobierno y la antigua guerrilla de las FARC-EP, es decir, una voluntad electoral de desmilitarizar la política en Colombia. Posterior a la primera vuelta presidencial un 40% de colombianos que votaron por Gustavo Petro, ejercían su voluntad de cambio, un cambio estructural que se ha venido gestando como propuesta política, a través de 3 candidaturas de Gustavo Petro (2010 – 2018 y 2022),  y evidentemente hay una relación entre quienes votaron en favor de la paz y quienes votaron por la fórmula de Gustavo Petro y Francia Márquez, generando una tendencia creciente electoralmente, un comportamiento del electorado hacia la opción que ofrece un cambio estructural, un cambio por la vida para vivir sabroso, como reza el eslogan de campaña.

El otro lugar de tensión, el autoritarismo retardatario, es el que se resiste al cambio en Colombia, que representa el candidato Rodolfo Hernández con el respaldo del oficialismo y los partidos tradicionales, que también se asemeja a la votación en contra de la implementación de los acuerdos de paz en el plebiscito del 2016 y cuya fuerza electoral se encuentra en la región del Centro, el departamento de Antioquia, el Eje Cafetero y la región Centro Oriente del país.  Precisamente, donde es fuerte el expresidente Uribe y existe una hegemonía cultural conservadora, reaccionaria y militante que considera que la defensa del Statu Quo y las formas tradicionales de la política territorial deben permanecer.

En sentido sucinto una profundización democrática surge de la posibilidad existente de la implementación de los Acuerdos de Paz, así como el aporte que estos dejaron frente a la consolidación de mayores garantías y espacios para la participación política de la mayoría de colombianos; en contradicción, el autoritarismo de estado por medio de la violencia política busca mantener la concentración de poder y excluir a un gran porcentaje de la población colombiana.

En contradicción, el segundo momento es la situación de las alianzas en la segunda vuelta o balotaje, lo cual obliga a discutir el programa de gobierno y las propuestas concretas, como las maneras de un eventual gobierno. Pero a su vez, hacia cuál de los dos candidatos irían los votos del resto de candidatos que participaron en la primera vuelta

La segunda vuelta o balotaje como se conoce en diferentes países, consiste en poder superar al adversario, para ello debes conseguir la mayor cantidad de respaldos o alianzas que logren sumar lo necesario para la victoria, ello conlleva a que también debas pactar y acordar la forma de gobierno que se lograría producto de la victoria y esas alianzas. Es decir, debes buscar respaldos electorales que representen votos más allá del nicho electoral y posibles votantes afines, en otras palabras, construir un consenso que profundice apuestas políticas propias del lugar de enunciación del candidato y de su ideología, pero a la vez garantizar victorias políticas a quienes sean aliados para lograr gobierno; para las candidaturas de izquierdas, significa ceder ante aliados de centro y centro derecha que estén dispuestos a respaldar la candidatura, en este caso de Gustavo Petro y Francia Márquez.

La candidatura de Gustavo Petro y Francia Márquez ha buscado tener aliados que son originarios del establecimiento, como estrategia de romperlo internamente, ya que pocas veces se ha dividido en la historia de Colombia.

Paralelo a lo anterior, Rodolfo Hernández consiguió respaldos que señala ser sin pretensiones políticas y sin acuerdos burocráticos, y resaltan la necesidad de unificar alrededor de Rodolfo Hernández para evitar el terror del “socialismo” que encarna Gustavo Petro. El respaldo que más llama la atención es el del candidato oficialista Federico Gutiérrez, quien fue apoyado tanto por el presidente y partido de gobierno, como por los partidos tradicionales y aliados al gobierno (Liberal, Conservador, Cambio Radical y partido de la U)  

Visto de tal manera tanto Gustavo Petro como Rodolfo Hernández tienen alianzas con liderazgos de partidos tradicionales, que su origen está en la defensa del establecimiento. Sin embargo, hay que resaltar cuales son los puntos en los que plantean su apoyo o alianza, mientras que la mayoría de los apoyos y alianzas en la campaña de Gustavo Petro son alrededor de la defensa del Acuerdo de Paz, se entiende que al ser parte medular de la propuesta de gobierno de Gustavo Petro, no hay que ceder demasiado en la apuesta de país que busca esta candidatura.

Por otro lado, en la campaña de Rodolfo Hernández, además de liderazgos personales, están todos los partidos tradicionales que acompañaron al uribismo en los gobiernos de Uribe y de Duque como  una respuesta a la necesidad de cuidar sus intereses, en la medida que Gustavo Petro, supuestamente, atenta contra los intereses de la clase dominante al buscar derrotar la impunidad, disminuir la concentración de tierra productiva y por ende de su riqueza y enfrentar la competencia los grandes capitales financieros, de fondos de pensiones y de agentes económicos que administran la salud en el país. Los partidos tradicionales no buscan más que contener a Gustavo Petro optando por otro, y sus temores alrededor de las afecciones a la democracia que pueda generar, son inferiores a las afecciones que pueda generar sobre sus lugares de interés, sus lugares de poder en un eventual Gobierno de Rodolfo Hernández.

En conclusión, debemos señalar que lo más importante de estas elecciones no solo es entender, de una manera simplista, que fue derrotado el uribismo. El uribismo es una expresión del conservadurismo, la visión de país conservador en el que aún muchos colombianos y colombianas se resisten al cambio, sobre todo al cambio estructural, encarnados en un candidato de izquierdas, socialdemócrata radical, ex guerrillero que pudiera tener la posibilidad de llegar a la casa de Nariño, además, que resalta el clasismo, el machismo y el racismo estructural de la sociedad,  negándose la opción de elegir una vicepresidenta mujer de origen popular y afrodescendiente. 

Debemos ver el verdadero lugar que tenemos a futuro desde hoy, sea cual sea el resultado, y que está encaminado a brindar la oportunidad de la construcción de un bloque contra hegemónico histórico que permita generar un nuevo consenso, un nuevo pacto social que, en el marco de 16 a 20 años, pueda consolidar una transformación profunda de la sociedad colombiana y que tenga implicaciones en la lucha contra la pobreza, la desigualdad, la injusticia y, sobre todo, de manera pacífica. En pos de la transicionalidad del poder de una clase dominante, vetusta y extremadamente conservadora hacia una nueva dirigencia que comprende la democracia como un elemento principal y esencial de la nueva realidad política.

Stalin Ballesteros García
Docente universidad del Magdalena
Centro de pensamiento Colombia Humana


[1] En clave de claridad me permito una aproximación sobre lo que se conoce como uribismo en Colombia. El Uribismo es una fuerza política caudillista de derecha que encarna una red compleja de intereses y poderes regionales, funcionarios públicos, grupos económicos y miembros de la cúpula militar, articulados en torno a un proyecto de país que privilegia la doctrina de seguridad nacional y lucha contra insurgente, como mecanismo para mantener un escenario de conflicto que favorezca a la concentración de poder de grupos económicos y bélicos de orden legal e ilegal; y así evitar la solución pacífica por medio de la profundización del conflicto detrás de la guerra contra las drogas, que ahonda el neoliberalismo de grandes propietarios y rentistas (terratenientes, extractivistas y financiero) negando el fortalecimiento democrático y así mantener sus lugares de concentración de poder.