Escribe María Laura Coria
En la última década del siglo XX y sobre todo en la primera del siglo XXI, la humanidad ha comenzado a revisar exhaustivamente los preconceptos en los que se basó su construcción
antropológica. La discusión sobre roles, la diversidad en todas sus expresiones, la nueva agenda de derechos, entre otras manifestaciones han demostrado que lo que se pensaba como natural, hoy no lo es. Asistimos a una era en donde la humanidad ha expresado su interés por revisar y revisarse.
“…La solidaridad social y, política que necesitamos para construir una sociedad menos fea y menos agresiva, en la cual podamos ser más nosotros mismos, tiene una práctica de real importancia en la formación democrática”, marca Paulo Freire en su texto Pedagogía de la Autonomía. Enclave de esto existe aquí también un escenario de revisiones de los modelos productivos de bienes y servicios, los cuales no son ajenos a los cambios sociales así como en la forma que las personas se organizan para llevarlos a cabo.
La afirmación de Freire tiene vigencia en la expresión del cooperativismo surgido en 1848, al calor de los cambios establecidos a partir de la Revolución Industrial, en donde se constituyeron la Rochdale Society of Equitable Pioneers (Sociedad Equitativa de los Pioneros de Rochdale) y que desde allí han venido ganando espacios al punto de que hoy 15% del PIB mundial es producido por cooperativas.
El movimiento cooperativo se metió en la discusión, marcó pautas y encontró un montón de personas (1.000 millones según datos de la Alianza Cooperativa Internacional) dispuestas a seguirlas. Más del 12 % de la población mundial es cooperativista de los 3 millones de cooperativas que existen en el mundo, las mismas proporcionan empleo al 10 % de la población empleada, como empresas propiedad de las personas que la integran, dirigidas por ellas y al servicio de estas, las cooperativas empoderan a las personas para que logren sus aspiraciones económicas colectivamente, al mismo tiempo que refuerzan su capital social y humano y desarrollan sus comunidades. A discutir y elaborar un discurso que promueve este modo de pensar alternativo.
Cambios en el modelo productivo y en la forma de entender la humanidad. Cambios en la forma en las que se entienden hombres, mujeres y otras identidades, nuevas formas de ser, de pensar y de actuar. Estas alternativas se entremezclan: una nueva forma de producir, de organizar el capital, de pensar como sociedad, de entender las relaciones humanas, los vínculos, y sobre todo de educar.
Equidad de género, diversidad, participación, autonomía, solidaridad, democracia, son palabras que dejan de ser conceptos exclusivos de la intelectualidad y hacen cuerpo dentro de un modelo en crecimiento. Un proceso de educación cooperativa con perspectiva de género tiene como centro el ser humano en sus dimensiones (económica, física, espiritual, social y psicológica, cultural, política y ambiental) para fomentar en diversos escenarios la reconstrucción del tejido social; lo cual apoya el proceso de construcción de una verdadera democracia.
En Uruguay, la Federación de Cooperativas de Producción del Uruguay (FCPU) desarrolló el proyecto Cooperación con Equidad en Uruguay, en donde buscó saber por primera vez cuál era la realidad de las mujeres cooperativistas con respecto al contexto productivo: un factor clave para ese trabajo ha sido vivenciar metodologías que reconocen las subjetividades, como el diálogo igualitario y de saberes, el enfoque autobiográfico, las artes, la narrativa y la memoria histórica; este conjunto nos ha permitido el apoyo a liderazgos autónomos y en diferentes contextos y sin dudas Paulo Freire nos acompañó en el desarrollo de nuevas herramientas para incluir el enfoque de género en el mundo cooperativo.
La conexión de los principios cooperativos con la temática es directa. Resulta difícil pensar en principios cooperativos reales, tangibles, si la temática de género no está debidamente abordada. Es en ese sentido que creemos que se da una doble dirección de razonamiento. Por un lado, los principios cooperativos pueden y deben ser una gran herramienta en las cooperativas para superar desigualdades de todo tipo, entre las que las relativas al género representan gran relevancia. Por el otro, la temática de género seguro tiene mucho para aportar en lo que hace a pensar los principios y su efectiva aplicación.
El cooperativismo y el feminismo tienen mucho que enseñarnos (y enseñarse), ambos incluyen la educación, como proceso de liberación permanente, como “acto de rebeldía”, diría Freire. En conclusión, invitarnos a asumir un proyecto de vida en el que incluyamos la problematización de lo aprendido, desconstrucción de condiciones que nos oprimen y la liberación hacia un mundo mejor.
María Laura Coria: Lic. en Comunicación Social (UNLP)- Prof. en Comunicación Social
(UNLP)- Curso de Gestión Cooperativa y Género (IHARDUN MULTIMEDIA- Mondragón)- Desde 2017 a 2012 Coordinadora del proyecto "Cooperación con Equidad" por la Federación de Cooperativas de Producción del Uruguay (FCPU).