Escribe: Emmanuel Bonforti
En los estudios de la historia de las ideas, se asocia la emergencia de una generación de intelectuales a un momento de crisis. Creación, formulación de una nueva conciencia dialogan con momentos de inestabilidad, donde las viejas instituciones no pueden dar respuestas a problemas particulares. En la Argentina, por ejemplo, el pensador nacional Fermín Chávez consideraba que las crisis locales son primero ontológicas, después éticas, políticas, epistemológicas, y, por último, económicas. Como consecuencia, surge toda una corriente de hombres y mujeres con vocación nacional que intentó explicar la década del treinta en el marco de una profunda crisis ontológica derivada de la crisis económica. Una década después, el peronismo se nutrirá de la siembra de estos trabajadores de la cultura.
Existen consensos académicos a la hora de revalorizar una década como objeto de estudio. Así esta década del treinta aparece como objeto de interés intelectual durante el siglo XX, atravesada por sus crisis y el conflicto latente del hemisferio norte entre totalitarismos y democracias imperiales.
En Uruguay, al interior del mundo intelectual y político, existieron un fuerte interés y una preocupación coyuntural por caracterizar la crisis de la década del cincuenta. Crisis de largo aliento que excedió dicha década, pero las circunstancias posibilitaban la convivencia de determinados círculos intelectuales que discutían sobre los cambios operados en la estructura social y económica de aquel Uruguay.
Como señala Ángel Rama, a partir de 1955, asistimos a una crisis política y de agotamiento del batllismo. En ese sentido, el autor considera que la Generación Crítica reconfigura sus temas de interés a partir de esta década, cambiando sus preocupaciones intelectuales y abordando la problemática nacional que derivó, por parte de algunos intelectuales de este periodo, en un momento de latinoamericanización del Uruguay producto de la crisis.
De ese contexto, se desprende el objeto de este artículo que busca analizar los diálogos rioplatenses entre las tradiciones de una izquierda nacional incipiente a través de algunas producciones de Vivian Trías y Jorge Abelardo Ramos durante la década del cincuenta.
Tras la huella del Colorado Ramos en Uruguay
Los diálogos entre tradiciones intelectuales en la Cuenca del Plata no fueron una excepción, ya la política vinculaba tradiciones y emparentaba sensibilidades, blancos con federales, unitarios y colorados. La década del cincuenta recreará esas tendencias en el plano intelectual con el peronismo de telón de fondo, opositores a Perón agitando el fantasma «civilizatorio» del Montevideo cosmopolita, pero también habrá exiliados peronistas perseguidos por una dictadura concreta como la de la Revolución de 1955 conocida como Fusiladora.
Al comenzar la década del cincuenta, el Semanario Marcha anunciaba la llegada como columnista de una joven promesa del marxismo argentino, será mérito del Semanario abrirle la puerta a un intérprete disruptivo de una izquierda nacional como lo fue Jorge Abelardo Ramos.
Ramos había publicado en 1949 el libro América Latina un país, y comenzaba a desarrollarse un nuevo enfoque historiográfico que se definiría como revisionismo federal. El argentino sacará una serie de artículos en el Semanario Marcha derivados teóricamente del mencionado libro durante 1950-1951; entre los títulos más importantes se destacan «América y su Revolución», «140 millones de latinoamericanos buscan un país». Dentro de los principales ejes analíticos de estos textos se identifican la transición inter imperialista entre la salida de Gran Bretaña como metrópolis de referencia y la llegada de los Estados Unidos como el imperialismo emergente triunfador de la Segunda Guerra Mundial. También, aparece el análisis de las transformaciones en las estructuras productivas y la emergencia de nuevas clases sociales al calor de la industrialización incipiente. Por último, se advierte uno de los temas que atravesará a toda la obra de Ramos y no solo a la década del cincuenta, es el doble movimiento de fragmentación y unidad en América Latina. Esto le permitió aseverar que las causas de la dominación en nuestra región se explican por la fragmentación. En este texto Ramos trabaja la idea de Zollverein como forma de unión aduanera, el horizonte necesario a seguir para la reconstrucción de la unidad continental.
En este período, Ramos se encuentra influenciado por el interés intelectual y político con relación al peronismo en tanto fenómeno proteico de carácter nacional y caracterizado por el viejo Partido Socialista Argentino como una experiencia y derivación de expresiones totalitarias. Desde su espacio, tuvo un apoyo crítico hacia peronismo, al cual consideraba una instancia necesaria en la revolución nacional, es el peronismo el encargado de la realización de las tareas burguesas necesarias en el derrotero hacia la Revolución Nacional, otorgándole así un carácter progresivo y reivindicando la tradición popular y empancipatoria del Ejército en los países semicoloniales.
Durante esa década, Ramos escribe Crisis y Resurrección en la Literatura Argentina en 1954 donde resalta la dimensión cultural en los sistemas de dominación semicolonial, como el caso argentino. Asimismo, pública en 1957 Revolución y Contrarrevolución en la Argentina, texto modificado en posteriores ediciones, donde realizó un profundo estudio de la lucha empancipatoria del pueblo argentino desde el siglo XIX hasta ese momento, desde un marco epistemológico novedoso.
Para ese momento, Ramos ya era un hombre de referencia al interior del mundo intelectual y político uruguayo, excediendo a veces los márgenes de las tradiciones marxistas. De esta manera, en la primera edición de la Revista Nexo de mayo de 1955, Alberto Methol Ferré publicó un texto titulado El Marxismo y Jorge Abelardo Ramos, artículo que será la base de su libro La Izquierda Nacional en la Argentina, de la editorial Coyoacán de Jorge Abelardo Ramos.
El dialogo secreto entre Ramos Y Trías
En ese cruce y en esos diálogos orilleros, advertimos la influencia recíproca y temática entre Ramos y Trías. La década del cincuenta es el período de las grandes preguntas para la intelectualidad uruguaya. Sin embargo, no todos los intelectuales asumieron ese riesgo; una crisis también supone un período transicional en el que conviven dos opuestos, donde lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer. Estas tensiones y contradicciones afloran en la obra de Vivian Trías durante este período. Si bien se encuentra sujeto a una estructura partidaria rígida bajo la influencia del viejo fundador del Partido, Emilio Frugoni, tiene un impulso renovador con intención de nacionalizar aquella doctrina cosmopolita del Doctor Frugoni.
A diferencia de Ramos, Trías decide disputar al interior del Partido y será el diario Sol el trampolín para visibilizar lecturas opuestas a las de su fundador, sobre todo, en aspectos vinculados a la cuestión nacional y el rol del imperialismo en la conformación de nuestras estructuras productivas durante la modernidad.
La década del cincuenta viene a poner en discusión a la semicolonia próspera hiperintegrada. En ese sentido, existen algunos temas que nos permitan identificar diálogos subterráneos entre los autores. En el caso de Trías, la crisis de la década del cincuenta es la condición de posibilidad de poner en marchaun método trotskista de análisis de la realidad latinoamericana. Al igual que en Ramos, el análisis sobre las clases adquiere un lugar central. En esa línea, existen dos textos que son fundamentales para comprender el desenvolvimiento histórico de las clases sociales y la conformación de un capitalismo dependiente. Analizaremos estos dos trabajos de la revista Nuestro Tiempo, el primero “Raíces, Apogeo y Frustración de la Burguesía Nacional”, y el segundo “Estancamiento y Crisis Interna de la Burguesía Uruguaya”. La burguesía aparece claramente como la preocupación intelectual, el actor clave para comprender la crisis contemporánea, pero también como elemental para leer en clave histórica la lucha de clases al interior de una sociedad atravesada por los designios del imperialismo.
El punto de partida de este análisis es la característica dependiente del capitalismo de la Cuenca del Plata. En ese sentido, hay diálogos con Ramos y también con otros autores del revisionismo argentino como Rodolfo Puiggrós, hombre del Partido Comunista, que luego del proceso de nacionalización en su formación confluye en el peronismo. Puiggrós dirá que en ambos países el capitalismo se explica a través de la causa externa, a diferencia de Francia o Gran Bretaña donde el capitalismo es local. En nuestros países, su conformación es exógena, la particularidad de Argentina de acuerdo con este enfoque es que la penetración del capital bajo la forma de infraestructura o de empréstitos derivó en un proceso de quiebras de empresas criollas. Es posible advertir una muestra de esta interpretación en la obra de Trías para el caso uruguayo, interpretación que generó posteriormente la réplica de Alberto Methol Ferré en su artículo “¿A dónde va Uruguay?” donde crítica el análisis de Trías sobre el impacto del imperialismo en la estructura económica uruguaya. Se abre durante este período un debate de lo progresivo o lo regresivo del imperialismo con relación a la conformación de la estructura económica.
Al sostener que el imperialismo coarta la expansión de las fuerzas productivas, Trías abre el debate sobre la existencia de un capitalismo nacional. En este análisis, se observa una marca de época, ya que la discusión aparece como la condición para reflexionar la emergencia de un capitalismo nacional enmarcado precisamente en un proceso de Revolución Nacional donde existen contradicciones que agudizan ese proceso, posibilitando pensar en una Revolución ya no solo Nacional, sino también Social.
Esta interpretación le permite también establecer una conexión teórica con la ley de desarrollo desigual y combinado, pilar teórico del leninismo de los socialistas de la Cuenca con vocación nacional, saber que existían en nuestra Cuenca bolsones de prosperidad que crecían al calor de la dominación semicolonial y amplios espacios de profundo atraso de las fuerzas de productivas.
En sintonía, para Ramos, la dominación semicolonial y la injerencia imperialistas tenían como fin paralizar el desarrollo económico de nuestros países, pero también endilgar una especificidad motocultora a cada país de la región. De ahí que el capitalismo cuando cruza el Atlántico adquirió un signo conservador, opresor y obstaculizador de las potencialidades de la región.
El imperialismo moldeaba según su interés la morfología social y también el territorio en la Cuenca, así los puertos practicaban la opresión sobre la pradera ya que gozaban del beneplácito de la metrópolis. Sin embargo, veremos cómo la lectura de Trías es compresiva con la dinámica metropolitana de Montevideo, sin enjuiciar de manera milenarista a través de una cosmovisión rural el desarrollo del capitalismo en la ciudad.
Igualmente, el ciclo de la modernización excluyente, lo que Rodolfo Puiggrós mencionaba como colonización capitalista, va conformando un régimen de dominación semicolonial, donde la instalación de ferrocarriles, empresas y fábricas es producto del interés británico en la región, pero que acabaron permitiendo el embrión de las burguesías nacionales. Es decir, en la óptica de Trías, las burguesías nacen como desprendimiento del ciclo capitalista dependiente, con lo cual, su origen está signado por la impureza y artificialidad; de esta manera, el conflicto capital-trabajo es de características más complejas.
Existe una linealidad en el relato sobre los aportes de las burguesías nacionales en nuestros países que adquiere para el enfoque de Trías aspectos positivos y esperanzadores, pero dicha linealidad confluye también en un desencanto precisamente por el origen esas burguesías. He aquí la crítica historicista y situada sobre el desenvolvimiento de esta clase social en la Cuenca del Plata.
De esta manera, la burguesía en sus tareas nacionales derriba estructuras feudales, concepto utilizado por Trías, pero genera discrepancias al interior de estudios revisionistas del marxismo nacional. La burguesía genera las condiciones para el desarrollo de la industria, promueve la nacionalidad a través del control del Estado y una nueva forma de secularización. Así es como aparecen los ejemplos del Koumintang chino, el Partido Radical argentino, el Partido de la Revolución Mexicana, pero son experiencias truncas porque, al fin y al cabo, existe un momento del ciclo capitalista que empuja a estas expresiones a tomar una decisión: o profundizar la revolución nacional o ser eternamente funcional a los designios del imperialismo. Este es el cuello de botella del ciclo histórico de las burguesías nacionales.
Las preguntas y el diagnóstico son similares a las preocupaciones intelectuales de Jorge Abelardo Ramos. Esto es, existe un problema nacional incompleto y ese problema excede la órbita de lo nacional para convertirse en latinoamericano. En el problema nacional, entonces se encuentran el origen o la tragedia de nuestros países donde se identifican las emancipaciones inconclusas del proceso independentista. Este rasgo está más detallado en este momento en la obra de Ramos, pero se emparenta con los análisis de Trías. Para este último, el desenvolvimiento de la causa nacional no es potestad exclusiva de los países por separado, así el problema nacional que es en esencia latinoamericano, viene a desnudar la artificialidad de las fronteras, y en esa artificialidad se identifica la imposición imperial. En este orden de cosas, la forma de desarrollo capitalista de nuestro país es una expresión artificial e impuesta desde la metrópolis a la semicolonia.
La revisión de este diagnóstico indica para Trías que el origen de nuestra nacionalidad es la unidad, basada en antecedentes históricos, culturales, idiomáticos y geográficos. A lo que Ramos, en este punto, agregaría que la debilidad de las fuerzas productivas en la región posibilitó que la injerencia británica fluyera rápidamente. Siguiendo este razonamiento, la América española llega demasiado tarde a la historia mundial, dice el argentino en América Latina un país. Es en este razonamiento que Trías sostiene que el imperialismo británico producto de su intervención generó la destrucción de un capitalismo autónomo en el Río de la Plata.
La década del cincuenta está asociada a la crisis y ésta es, en parte, la de la burguesía. Explicar la crisis a través de las clases sociales le permite a Trías un escaparate teórico que le otorga especificidad en comparación con otros intelectuales. El socialista nacido en Las Piedras evita el análisis tradicional de la crisis en torno a los partidos políticos, en última instancia, éstos son parte de una crisis estructural enmarcada en los límites de una burguesía dependiente.
Trías periodiza la crisis de la burguesía durante la década del treinta y, en este punto, hay un dialogo con Ramos donde conviven los vocablos oligarquía y burguesía. Posteriormente, toda la obra de Ramos estará orientada a identificar el sector opresor y retardatario como la oligarquía. Volviendo al oriental, la década del treinta es también un momento de regresión de libertades políticas y clima represivo. Trías le pone fecha a la crisis de la burguesía que no es más que la crisis del batllismo. En ese sentido, es el más claro de los analistas uruguayos. La crisis del treinta arrastra al batllismo a su eclipse. Ello le permite en la década del cincuenta desnacionalizar la crisis, pero, por otro lado, latinoamericanizarla. Pues la crisis del treinta implicó en términos político la quiebra de las democracias liberales de la región y, en términos económicos, una redefinición de las reglas de intercambio comercial. Alteraciones que en otros países tuvieron mayor impacto que en Uruguay, pero en menor impacto. Fue una de las consecuencias por las cuales aquel país no pudiera reformar parte de sus estructuras económica: aquí algunas de las particularidades del impacto de la crisis del treinta.
Además, esta crisis viene a desnudar los límites históricos del batllismo, el «empresismo criollo» tal como lo bautiza Trías, donde el llamado a la conciliación de clases tiene un límite, y éste es precisamente la dinámica del capitalismo propia de un sistema cargado de contradicciones, que serán objeto de estudio de Trías posteriormente. Esta situación obliga a Trías a realizarle preguntas teóricas al batllismo, lo somete a juicio y lo interroga no como militante del Partido Socialista únicamente, sino que inquiere como hombre preocupado por la historia. De tal forma, corre el eje de la crisis de la coyuntura y lo lleva al terreno de su origen, reconociendo el carácter progresivo en determinado momento, pero señalando sus limitaciones de origen.
En algunas de sus críticas, también coincidirá con analistas contemporáneos al señalar a la vocación por preservar el poder como la principal motivación del batllismo, la crítica a una motivación burocrática que atravesaba a buena parte de esa sociedad de 1950. Y en términos políticos, la periodización de la crisis como el 31 de marzo de 1933: aquí existe también una sintonía con analistas contemporáneos, un golpe de Estado que dio cuenta de una sociedad política adormecida. Si la burguesía suponía el cambio, el movimiento, la novedad, la respuesta aletargada al golpe, era entonces, la manifestación del cierre de ciclo burgués. Ya poco se podía esperar de la burguesía en Uruguay.
La década del cincuenta abre espacios para las preguntas sobre el origen y el fracaso de la burguesía, pero se dificulta identificar formulaciones sobre el porvenir. Al finalizar esa década, el regreso del viejo Partido Nacional tampoco despertó expectativas para Trías, a pesar de ser el hombre de mayor sensibilidad blanca en el partido de Frugoni. Ya habrá tiempo para profundizar y aportar soluciones concretas. La década del cincuenta es el momento de pensar la cuestión nacional, de poner en debate un tema omitido por la estructura del Partido, discutir un proceso histórico que conllevó a la deformación de una estructura económica dependiente, y que fue inadvertido, producto de la acción narcótica de la semicolonia próspera. Trías debe desaprenderse al igual que los revisionistas nacionalistas y federales, debe despojarse de toda una tradición en la que abona y forma parte durante la década del cincuenta. Por este esfuerzo es que la obra de Trías y su accionar político merecen ser recuperados y reconocidos.