Escribe: Mónica Xavier
Acaba de culminar un largo ciclo electoral en el cual cosechamos más derrotas que triunfos. Perdimos el gobierno nacional, tres de las seis intendencias que gobernábamos y emblemáticos municipios como los de Bella Unión, Piriápolis y San Carlos. El retroceso electoral nos obliga a repensarnos.
En vista de estos resultados comparto mis primeras reflexiones sobre lo sucedido y los caminos para superar tiempos que nos imponen nuevos desafíos. La derecha no toleró más el avance de los gobiernos progresistas y se juntó toda para ganarle al Frente Amplio – no solo a nivel de gobierno nacional y en Montevideo -. Tengamos presente que Salto fue la excepción.
La tesis de las familias ideológicas del ex presidente Julio Sanguinetti cristalizó en un espacio conservador que debemos ponderar en su real magnitud: devastador para la equidad, la educación, los derechos humanos y el desarrollo inclusivo.
Los analistas y varios compañeros vaticinan que la coalición multicolor se desintegrará más temprano que tarde. No estoy tan segura de ello y las consecuencias de estos pocos meses de gobierno nacional ya dan muestra de un ejercicio de poder con consecuencias muy duras: discontinuaron políticas sociales tejidas a lo largo de 15 años y amenazan recortar más, aumentaron tarifas, redujeron salario real y consecuentemente jubilaciones, atacaron los recursos universitarios y tanto más a través de la LUC y del actual Presupuesto.
La derecha tiene vocación restauradora y la parte más evidente del manual de operaciones que implementa es la deslegitimación de todo lo avanzado por los gobiernos frenteamplistas: repiten sin cesar las palabras despilfarro, corrupción o auditorías cuando en realidad son sus propios candidatos y representantes los que están procesados o requeridos por la Justicia, a la cual no dudan en denostar o rehuir como lo ha hecho una y otra vez el ex comandante del ejército al amparo y complicidad de sus socios de gobierno.
La alianza de derecha que hoy gobierna corta cintas, a lo largo y ancho del país, de obras por las que no trabajó ni tampoco hizo nada más que oponerse cuando se proyectaban y avanzaban en los gobiernos progresistas – la intentona de expropiación de la UAM prevista en la Ley de Presupuesto es por decir lo menos un asalto a las buenas prácticas administrativas de gobierno-. Es la misma alianza de derecha que vocifera austeridad a la vez que propone aumentar los sueldos de los cargos de confianza; es la misma alianza de derecha que se llenó la boca prometiendo a los mejores para ocupar los cargos pero quedó a la vista de todos que colocaron en directorios de instituciones de altísima responsabilidad – entre otros del Banco de Previsión Social, ni más ni menos – a ignotos sin credencial alguna.
En Montevideo la campaña de la otrora periodista económica Laura Raffo se centró en reclamar un cambio como santo y seña democrática – dada la acumulación de las seis administraciones frenteamplistas consecutivas en la intendencia capitalina -. Sin embargo, sus huestes padecen amnesia selectiva cuando se trata de los gobiernos departamentales de buena parte del interior, que están en manos de administraciones blancas o coloradas no desde hace seis períodos sino desde siempre.
El doble discurso al extremo del cinismo. El despliegue mediático para posicionar a una candidata no les alcanzó para ganar, tampoco para superar la suma de votos que los integrantes de la actual coalición de derecha obtuvieron por separado en el 2015. Más allá de esa prepotencia mediática y demagogia que describe a esta derecha rancia, bravucona y profundamente clasista que hoy gobierna otra vez, no cabe duda que el retroceso electoral que cosechamos – en especial en el interior – no es solo a causa de las estrategias adversarias y de la pandemia mediática que logran sus mensajes – desde la época dictatorial que no se veía la guardia permanente de los canales de TV en presidencia de la República -.
La gestión de gobierno no fue el problema para el Frente Amplio. Lo hecho en estos años está a la vista de todos y fruto de ello, en los seis departamentos donde gobernamos, en setiembre votamos mejor. Sin embargo a nivel municipal retrocedimos, evidenciando ausencia de trabajo de la fuerza política en el propio territorio. Grave omisión. Justamente por eso más que abundar en mil hipótesis para desentrañar cómo puede ser que en su mayoría el interior del país vuelva a elegir el amiguismo, el nepotismo, la ineficiencia y la falta de transparencia, al extremo de la intervención judicial en Colonia, Soriano, Maldonado o Artigas, la fuerza política tiene por delante el enorme reto de desarrollar lazos que calen hondo en ese Uruguay profundo, al que durante los gobiernos del Frente Amplio le fueron mejoradas condiciones laborales, oportunidades educativas a través de UTEC y Udelar, conexiones por fibra óptica a través de ANTEL, infraestructura hospitalaria, caminería y carreteras, pero, sin embargo, no nos dio su apoyo.
Las razones que expliquen y resuelvan esa aparente contradicción son mucho más profundas que una mala campaña o una candidatura. De cara a las elecciones de octubre de 2014, siendo presidenta del Frente Amplio, decidimos hacer y publicar lo que denominamos CUADERNOS de la REALIDAD. Una edición donde se rendía cuentas de lo realizado área por área en los dos gobiernos nacionales del Frente Amplio hasta ese entonces. Rápidamente se transformó en una polea de transmisión eficiente para sistematizar en lenguaje accesible todo cuanto se había avanzado en los gobiernos progresistas.
La pedagogía política es otra de las claves. Debemos volver a levantarnos y plantarnos firmes ante esta embestida de la derecha, que no es nueva: inicia ni bien asumimos en 2005 y fue incremental hasta que logró su objetivo. Reitero: si nos enredamos en catarsis improductivas y señalamos con dedo acusador a tal o cual compañero como el padre de la derrota de octubre o de los reveses de setiembre, vamos a estar lejos de encontrar soluciones y ser capaces de contagiar esperanzas.
Las actuales circunstancias nos imponen tres desafíos a la vez. Uno es desarrollar una estrategia comunicacional bien pensada que impida a la derecha seguir imponiendo un relato antojadizo y falaz de lo que fueron los gobiernos del Frente Amplio. Estamos ante un gobierno decidido a teñir de sospecha todo cuanto hicimos como mecanismo para desandar todo lo avanzado en la era progresista. Lo hacen sin ningún pudor y el principal vocero es el propio presidente Lacalle Pou, cada vez más naturalizado en aires de suficiencia.
Otro desafío enorme es el de coordinar respaldos y canales de diálogo entre la fuerza política y los gobiernos que asumiremos próximamente en Montevideo, Canelones y Salto así como en los municipios frenteamplistas de todo el país. Y el tercer gran desafío para el Frente Amplio es el de modernizar y potenciar sus estructuras de representación de coalición y movimiento, y mantenernos unidos y fraternos como mandata nuestra historia según nos lo señaló y legó nuestro líder histórico, el general Líber Seregni.