Escribe: Enzo Malán. Representante Nacional por Soriano
Cuando quien escribe era niño, un amigo de la familia, cada tanto y según la ocasión, decía con pertinencia lo siguiente: “Justicia gritaba el jorobado… pero ¿qué quería… que le sacaran la joroba a él o jorobar a los demás?” …. Como ven todo parece estar a la interpretación del lector según las circunstancias actuales y las que cada uno ha vivido, en este caso referidas al concepto de justicia.
Todo esto para introducir el análisis de otro concepto: la SOLIDARIDAD.
En primer lugar, diré que la Real Academia Española la define como la adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros. Interpretando esta definición vemos que se trataría de un acto finito por el cual alguien sintoniza con determinado motivo… podríamos decir que solidaridad es, a vía de ejemplo, adherir a la lucha contra la extinción de un ave poniendo una vez 10 pesos que me los descuentan a través de una cuenta telefónica.
Ahora pareciera que esta palabra se ha vuelto polisémica. Es decir, que admitiría varios significados.
Solidaridad para unos es “hacerse ver” y en la cultura del show salir en las redes junto a una olla popular aportando algunos kilos de verduras, carne, etc….
Solidaridad para otros es la explosión de solidaridad del agro, donando 100 millones de dólares… que son donación, pero no son… en definitiva son “ideas para encontrar recursos”. Entonces, solidaridad es traer ideas para aportar el dinero de todos…
Para otros, solidaridad es expresarse a favor de camaradas de armas… o sea solidaridad con la tortura y la muerte. ¿Será que esto puede asociarse a la solidaridad?
Hace unos días votamos en el Parlamento Nacional una ley que crea un fondo solidario. En definitiva, aquí la solidaridad es un impuesto. Impuesto a los trabajadores públicos. No practicarán esta solidaridad impuesta ni los privados ni los que obtienen las ganancias del capital….
Como se podrá advertir, desde el punto de vista de las actitudes y acciones, la solidaridad parecería ser de variada interpretación. Ante ello me niego a aceptar estas situaciones asociadas al término solidaridad.
Me gustaría entonces intentar rescatar la verdadera solidaridad no solo en el significado, sino en la praxis cotidiana. Lo primero a realizar será despejar el camino desamarrando o desconectando a la solidaridad del poder y del privilegio que excluyen… pues amarrados a ellos la solidaridad se desvirtúa.
El revolucionario Ernesto Guevara nos permite un acercamiento al concepto cuando dice: «si sientes el dolor de los demás como tu dolor, si la injusticia en el cuerpo del oprimido fuere la injusticia que hiere tu propia piel, si la lágrima que cae del rostro desesperado fuere la lágrima que también tú derramas, si el sueño de los desheredados de esta sociedad cruel y sin piedad fuere tu sueño de una tierra prometida, entonces serás un revolucionario, habrás vivido la solidaridad esencial».
Fíjense la distancia conceptual de esta solidaridad que describe el Che con la solidaridad de la foto en Facebook del político que llevó un paquete de fideos a una olla, o del deportista o del feligrés que para calmar su conciencia dejó unos pesos que le sobraban para atender a “los pobres”.
La solidaridad auténtica no es un acto puntual (que puede estar muy bien y ayuda claro está) sino un estilo de vida. Es una opción por aquellos que no tienen las condiciones de vida (materiales y/o espirituales) para el desarrollo pleno de su ser.
Al decir de Eduardo Galeano, «a diferencia de la solidaridad, que es horizontal y se ejerce de igual a igual, la caridad se práctica de arriba -abajo, humilla a quien la recibe, y jamás altera ni un poquito las relaciones de poder».
La solidaridad auténtica, espontánea, que surge de los sentimientos genuinos de las personas, es esa que está ahí, horizontal…la del codo a codo, en el día a día, en el dolor de ver al otro, que es un igual, y no lograr satisfacer sus necesidades básicas a pesar de realizar el mismo esfuerzo o mayor aún que el que tú realizas. Ejemplos sobran… mientras en un lado de la avenida, una familia solo decide en qué fecha cambiará su vehículo por uno mejor, o cuándo hará la próxima salida familiar o en qué instituto se le brindará apoyo de lenguas a sus hijos… del otro lado de la avenida la disyuntiva es otra: ¿qué se come mañana?, ¿quién cuida a los niños?, ¿cómo hacer para que los niños grandes vayan motivados a clases?,
Realidad esta, que no precisa de una emergencia sanitaria, es la de todos los días, pero por cuestiones moralistas y de presión mediática, en esta pandemia todos estamos de acuerdo en ser solidarios… ¿y después qué pasa? Nos olvidamos de los olvidados, de los débiles, de los que no nacieron con la certeza de la comida y techo seguro. Ahí, al decir de Eduardo Galeano, ¡radica la mayor diferencia entre la solidaridad y la caridad!!! Caridad que ante los ojos de la sociedad y la opinión pública practicamos pero que mientras lo hacemos las relaciones de poder siguen sin alterarse, el pobre sigue siendo pobre y aún peor, conoce más todavía su fragilidad, su vulnerabilidad, su dependencia del opresor… Se preguntaría el autor antes citado, ¿por qué una sociedad que pone en el pedestal a aquellos que actúan de manera solidaria, no siente propio ese rasgo personal en el transcurrir cotidiano? ¿Por qué se actúa así solamente en casos de tragedias? ¿No es acaso para algunos una tragedia el día a día? ¿Qué motivo nos hizo aislar como sociedad, a tal punto que el problema del vecino sea sólo de él y yo no pueda o no tenga porqué ayudarlo?
En definitiva, esa opción por quien la pasa mal… no es porque la persona sea buena o mala en sí… es porque padece la opresión, y la injusticia de una situación que no merece.
La solidaridad entonces supone un estilo de vida, empatía y compromiso, pero no alcanza. P. Ricoeur decía: “no se está realmente con los pobres sino luchando contra la pobreza.”
La solidaridad auténtica para con el oprimido, el marginado, el explotado, el descartado… reclama la protesta, y la lucha contra las causas que generan las situaciones de injusticia.
Llegado a este desarrollo del análisis caemos en la cuenta que la verdadera solidaridad que queremos reivindicar es peligrosa. ¿Por qué? Porque si la opción de vida es por el oprimido, por el explotado… también es contra el opresor y el explotador (ya sea persona o sistema). Y esto supone que el ser solidario, debiera incomodar a muchos.
Me da miedo iniciar una introspectiva personal y quizá partidaria. ¿Somos realmente solidarios en este sentido o practicamos una solidaridad polisémica que las redes y los medios nos muestran y ya nos tienen acostumbrados… y que por otra parte no incomoda a nadie?
Practicar una solidaridad como opción de vida, que supone protesta y lucha, puede ser muy duro y desgastante. Por tanto, dos nuevos elementos deben conformar esta red conceptual que permitan aproximarnos no solo al concepto auténtico sino a vivir la solidaridad. Me refiero a la organización y a un horizonte liberador e ideológico. Me refiero a la utopía que ayude a avanzar y a dar certezas del rumbo cuando la tormenta no te deje ver hacia dónde.
En los tiempos actuales de urgencia sanitaria y de leyes de urgencia, de rumbos inciertos y tormentas a la vista, es interesante que podamos pensar nuestra acción política en clave de Solidaridad. Es decir, organizarnos para atender la emergencia, pero clarificando nuestra utopía. Utopía que supone levantar viejas banderas sí, pero para construir lo nuevo. Lo nuevo es lo que el aquí y el ahora necesitan.
Si tenemos gestos concretos, puntuales… será muy lindo y sin duda necesario porque hay compañeros y compañeras que se van cayendo y no pueden esperar un minuto más… pero el desafío es mil veces más importante. La prueba de que estaremos viviendo la solidaridad esencial será si incomodamos a los defensores de un sistema que genera pobreza y exclusión.