¿Qué hay detrás de las palabras?

Escribe: Andrea Perilli

En tiempos de crisis, donde uno de los principales fines de un gobierno debe ser llevar tranquilidad y calma a la población, debería primar la claridad y la transparencia a la hora de comunicar. Sin embargo, las comunicaciones por parte del gobierno en medio de la pandemia de COVID-19 pueden ser caracterizadas como un popurrí de eufemismos, metáforas, y conceptos vacíos de sentido.

A través de ciertas características y recursos que emplea y hacen a la comunicación gubernamental, propongo un análisis de la misma con el fin de saber dónde nos paramos y porqué la claridad debería primar a la hora de comunicar e informar.

Chauvinismo.

El diccionario de la Real Academia Española define al chauvinismo (o chovinismo) como aquella “Exaltación desmesurada de lo nacional frente a lo extranjero”. La etimología de la palabra refiere a NicolasChauvin, un mítico soldado del ejército napoleónico, cuya devoción por Napoleón Bonaparte (inmortalizada en la obra de 1831 “La CocardeTricolore”) derivó en el surgimiento de un sentir de superioridad delEstado al que uno pertenece.

¿Hay algo más chauvinista que pensarnos excepcionales frente al resto? Dentro de la comunicación de la pandemia por parte del gobierno, uno de los relatos más difundidoses aquel de la “excepcionalidad uruguaya”. Mucho de chauvinista tiene esta idea de que somos excepcionales, estamos en una posición distinta y superior frente a nuestros vecinos y la situación regional.

La excepcionalidad uruguaya logró permear en la sociedad durante los meses en que los casos diarios de COVID-19 eran bajos y varias actividades volvían lentamente a la normalidad. Se esbozaba la creencia de que habíamos vencido al coronavirus, éramos de alguna forma inmunes, y la receta clave parecía ser la “libertad responsable” que el gobierno repetía como un mantra en medios uruguayos y extranjeros.

Para quienes creemos en una Patria Grande, en una hermandad de los pueblos latinoamericanos, la pandemia demostró que la cooperación entre países de la región puede llevarse a cabo por el bien común de la gente. El caso más llamativo ha sido sin dudas el de Argentina tendiendo una mano al gobierno de Bolivia para conseguir las vacunas en la tan inescrupulosa carrera global por las vacunas; pero también Chile, aún atravesando una crisis de representatividad política, ha optado por la apertura en cuanto a la cooperación con sus vecinos.

Pareciera que el relato de la excepcionalidad uruguaya no se limitara únicamente a las palabras, sino que se concibiera como una forma de actuar frente a la pandemia y la región. Aislados, sin mucho contacto y/o acuerdos binacionales o regionales, si Sudamérica fuese un barrio donde los vecinos se ayudan mutuamente ante la situación pandémica, nosotros tendríamos todas las persianas bajas y la puerta siempre cerrada.

El Imaginario Social.

El filósofo y teórico griego Cornelius Castoriadis planteaba en la década de los 70, un concepto que nos servirá de ahora en más para lograr una aproximación a uno de los recursos que utiliza el gobierno en su comunicación: el imaginario social. El imaginario social de un grupo o comunidad son aquellas representaciones que han sido instituidas por sus integrantes, y son comunes a todos ellos, están encarnadas en sus instituciones.

El gobierno ha apelado incesantemente al imaginario social uruguayo a la hora de comunicar la situación de la pandemia en nuestro país, utilizando al fútbol y sus metáforas para explicarnos un panorama que parecería no nos es posible entender de otra forma. A las subas de casos las calificaron como “jugar en la altura frente a Bolivia y mantener un empate”, los avances en la búsqueda de vacunas se trataban de una cuestión de “acercarse al área chica” habiendo entrado “al área grande” pero por alguna razón nadie replicó en los mismos términos con la pregunta de cuándo íbamos a marcar el gol.

Eduardo Galeano decía que los uruguayos “nacemos gritando gol”. Llamaría al fútbol el “opio de los pueblos”. Y en sus siempre recurrentes palabras, también diría que “El fútbol y la patria están siempre atados; y con frecuencia los políticos especulan con esos vínculos de identidad” (1). Las palabras de Galeano resumen esa constante apelación al imaginario colectivo, donde el fútbol nos une como nación en tiempos donde el doble discurso brega por la unidad social pero no tarda en buscar culpas.

Sin embargo, a la angustia colectiva frente a lo desconocido no le basta con las metáforas de la altura de La Paz o qué tan cerca estamos de hacer un gol. Escasea la claridad y abunda la subestimación. Es momento de dejar la metáfora de lado para contar, sin medias tintas, cómo estamos, hacia dónde nos dirigimos, y qué se va a hacer frente a esta adversidad.

La pelea por el significado.

Hay palabras y conceptos repetidos una y otra vez en las conferencias de prensa del gobierno. ¿Cuántas veces hemos escuchado que “estamos apelando a la libertad responsable”? Y sin embargo, ¿qué es la libertad responsable? ¿A que se refiere el gobierno con ser transparente si muchas de las acciones que toma parecen ir a contracorriente de lo que tradicionalmente entendemos por “transparencia”?

La pelea por el significado puede englobarse dentro de la batalla cultural que continuamente se está librando. La batalla por implantar el discurso hegemónico, podríamos decir en términos de la Escuela de Birmingham, teóricos de la comunicación de los años 60. Cuando desde el gobierno se decide utilizar esa terminología, que no designa nada tangible sino hace referencia a conceptos ambiguos y abstractos, está librando una pulseada por establecer y legitimar un significado, un discurso que explique sus acciones.

Otra vez nos topamos con la falta de claridad. ¿No es toda libertad responsable? ¿Qué garantías de la libertad de uno o una quedan eximidos cuando se trata de una libertad de carácter responsable? Es válido hacernos estas preguntas y hacerlas a quienes sostienen estos conceptos; pero también es verdad que, repetidas una y cien veces, la libertad responsable es eso que el gobierno nos quiere decir, porque no es un objeto que fácilmente contradigamos, no es una cosa, un perro, una mesa. La libertad responsable es abstracta, y en tiempos de incertidumbre y crisis, donde no suele haber tiempo para que se cuestione qué es porque las necesidades pasan por otro lado, se acepta su significado por como viene.

La pugna ideológica es el trasfondo de todo esto. La ideología que sostieneel gobierno está presente en su discurso, tan vigente como cuando se remarca que no se hace política o no se ideologizan las acciones tomadas frente a la pandemia. O, en palabras de Teun Van Dijk: “Las ideologías son principalmente expresadas yadquiridas através del discurso, esto es, porinteracción comunicativa hablada o escrita.Cuando los miembros de un grupo explican, motivan olegitiman sus acciones (grupales), lo hacen típicamente en términos de discurso ideológico” (2).

Si será importante dar la pelea, desde los lugares comunes y no únicamente aquellos de la academia, por el significado y el entendimiento de la situación. Dar la pulseada por politizar, entendiendo a la política como movilizadora de cambios, y cuestionar el status quo que el discurso oficial sugiere sostener. Probablemente se trate de tomar a la incertidumbre como catalizadora de preguntas, con el fin de buscar respuestas, de transparentar y dar claridad a lo que se muestra borroso y turbio.

Que la comunicación no se convierta en un campo sobre el que no quepan muchos cuestionamientos, y sea un espacio sobre el que se opine, se intervenga, se cuestione, y se planteen nuevas ideas.

  1. – Galeano, E; (1995). “Fútbol a Sol y Sombra”.
  2. – Van Dijk, T; (2004). “Ideología y análisis del discurso”.