Escribe Tatiana Salerno
En este nuevo aniversario del nacimiento de Paulo Freire su nombre inundó los encuentros, las charlas, las redes y nuestros sentipensamientos. Me quedo pensando en qué lindo sería tenerlo tan presente cada día, pero sobre todo en cada decisión política que tomamos como izquierda. El legado de Freire es de amor y de esperanza; inspiración en la construcción de un mundo nuevo desde abajo y popular. Sus palabras son hasta hoy base firme para la liberación de los y las oprimidas. Freire marcó un antes y un después no sólo en la educación liberadora sino en la forma de hacer política en toda Latinoamérica. Con su pensamiento y acción revolucionaria, y con su compromiso con los y las oprimidas Paulo Freire nos interpela sobre nuestras prácticas y nuestro ser de izquierda.
En estos días donde hemos conversado tanto entre compañeros y compañeras sobre qué Frente Amplio queremos, pensaba en las políticas penitenciarias que desde nuestra fuerza política hemos desarrollado y reivindicado. Pero más que volver al pasado para listar las debilidades prácticas e ideológicas que éstas tuvieron, me quiero centrar en el futuro.
Imaginar la cárcel me cuesta, confieso. Y es así porque en una sociedad socialista, de iguales, este dispositivo que mata cuerpos y almas ya no debería existir. Resolver los conflictos sociales de una forma que no implique el sufrimiento tiene que ser posible. Mientras caminamos hacia ese horizonte – que lamentablemente no parece cercano – es necesario construir praxis educativas que tiendan a contrarrestar los efectos negativos de la prisionalización. En ese sentido es que me parece interesante dejarnos atravesar por la propuesta de Freire sobre las prácticas liberadoras. Una vez me dijeron que sonaba algo contradictorio hablar de prácticas liberadoras en instituciones de encierro y control. Y es cierto, a priori puede sonar así. Pero es urgente comenzar a construir prácticas intramuros que intenten no seguir reproduciendo lógicas de violencia y dominación, que acaban anulando al otro como sujeto de derechos y sueños. Con esto quiero decir que la cárcel por definición imprime dolor y lo seguirá haciendo, pero podemos generar escenarios educativos donde se pongan en juego herramientas, espacios y decisiones tendientes a la pedagogía del oprimido de la que Freire tanto nos ha hablado.
Es por eso que quiero plantear algunas claves para pensar las prácticas educativas liberadoras, en tanto educación popular, en contextos de encierro.
Cuando hablamos sobre el concepto de “liberación” nos referimos a la noción de Freire donde la entiende como praxis, por lo tanto para realizar una práctica liberadora y producir intervenciones transformadoras en el mundo no basta solo con actuar, sino que es necesario reflexionar sobre ese actuar. La educación liberadora se constituye en una lucha contra los proyectos hegemónicos generadores de sistemas injustos que necesitan de oprimidos y opresores para sostenerse.
Una idea fundamental a tener en cuenta es el lugar que le damos al otro, Freire siempre nos plantea al otro oprimido como un sujeto que es capaz de intervenir en el mundo para transformarlo, y responsable de su propia liberación y la del opresor. Esta idea plantea un desafío en tiempos de individualismo y egocentrismo, ningún educador ni educadora, ningún político ni política tiene ni el deber ni el poder de liberar a los otros. En este sentido el rol fundamental de estos es poder generar las condiciones y los espacios a través de la toma de decisiones para que los oprimidos y oprimidas puedan liberarse. La Educación Popular liberadora pretende que los sujetos oprimidos/as puedan transformar su propia realidad así como el sistema injusto ligado al neoliberalismo y a la globalización, rompiendo con el orden social hegemónico. Habilitar espacios de construcción colectiva intramuros, donde desde la propia experiencia y la reflexión sobre ella se puedan construir pensamientos críticos, reconociéndose como oprimidos puede ser la primer gran semilla en la lucha hacia la liberación, que al decir de Freire no es más que un acto de amor en contraposición al desamor de los opresores.
Para esta pedagogía es fundamental el contexto socio cultural en el que vivimos, no pudiendo ponerse en práctica si se lo desconoce. La Educación Popular reconoce el poder de los sujetos para mantener, reproducir o transformar esa situación socio-cultural. El tránsito por las cárceles está marcado por el aislamiento, por el desconocer la vida y dinámica extramuros. Hace unos años abrimos google maps en una Unidad con algunos compañeros privados de libertad, todo fue sorpresa. Su barrio ya no era el que conocían, ahora habían más supermercados, edificios donde antes había casas y líneas de ómnibus que no conocían. También habían desaparecido los comercios barriales que recordaban y habían plazas nuevas. El mundo ya no era el que conocían, y este desconocimiento forzado le quita a los oprimidos la oportunidad de transformar sus propios contextos, y en consecuencia el mundo.
En el libro “Pedagogía de la autonomía” Freire escribe un apartado denominado “Enseñar exige la convicción de que el cambio es posible”, a partir de la afirmación de que el mundo no es, el mundo está siendo. Esta me parece una idea fundamental tanto para educadores y educadoras en contexto de encierro como para los y las militantes de izquierda. No estamos en el mundo y con el mundo para adaptarnos a él, sino que estamos para intervenir en él. Se trata de que al momento de trabajar con la población más oprimida y sufrida, éstas puedan identificar las injusticias que los rodean y analizar su realidad. No en términos de culpabilidad, sino de rebeldía y de forma crítica. Se trata de que puedan visualizar que su situación concreta no es destino cierto o voluntad de Dios, algo que no puede ser transformado.
Freire plantea la imposibilidad de ser neutros, es necesario posicionarnos ante el mundo y el futuro. Algunos de los posicionamientos políticos claves que debemos tener en cuenta a la hora de pensar y construir prácticas educativas y políticas en contextos de encierro son:
-Todo/a preso/a es político/a.
-Todo/as educador/a es político/a.
-La cárcel, por definición, imprime dolor.
-La cuestión penal es funcional a un orden capitalista y patriarcal.
En tanto el sistema hegemónico mantenga el carácter neoliberal y lo replique a cada ámbito de los social, entre ellos las políticas de educación y castigo, los movimientos de educación liberadora se enfrentan a una batalla. Y la forma de que estos movimientos liberadores subsistan es la resistencia. Resistir a las políticas educativas y de castigo que responden a lógicas mercantilistas, neoliberales y punitivistas. Esta lucha es cada vez más compleja ya que, al decir de Rebellato, el neoliberalismo está encontrando caminos para darse un rostro social y humano. Ante esta realidad es necesario realizar una revisión permanente a nuestras prácticas para no caer en manos de un neoliberalismo encubierto.
Es hora de dejar de pensar en mejores cárceles para pensar en ninguna cárcel.