Hoy partió el entrañable Artigas “Yuyo” Melgarejo, pilar de nuestro Partido.
Ingresó siendo muy joven a nuestras filas, militante sindical metalúrgico en las décadas del 60 y 70.
Sufrió la persecución en la Dictadura Cívico-Militar que lo obligó a exiliarse en España, eso no impidió que participara de la resistencia a la dictadura junto a otras compañeras y compañeros. En este marco fue uno de los organizadores del “Viaje de los niños” en 1983.
El fin de la larga noche trajo su regreso y el de su familia a nuestro país, asumió nuevamente responsabilidades partidarias y fue electo edil en varias oportunidades y en las elecciones de 1999 fue electo Representante Nacional por Montevideo.
El Yuyo es un compañero muy querido por todas y todos y lo refleja el sentir de las y los socialistas.
«Los Socialistas no mueren, se siembran»
Sus restos serán velados Mañana 16 de octubre de 10:30 a 13:30 en Gral Flores 3824 cerrito de la victoria. Salas municipales.
Compartimos un breve relato escrito por Gabriel Melgarejo sobre su visita a Casa del Pueblo el día del descubrimiento de la Placa de la Memoria.
CRONICA DE UNA NOCHECITA DE AGOSTO. Llegamos a las 18:15 y tuvimos la suerte de encontrar un lugar para la camioneta en la propia calle Soriano, a media cuadra de la vieja Casa del Pueblo. Le pregunté al Yuyo, “estás abrigado, papá?”; “si, m’hijo” me dijo. Empezamos a caminar con su paso lento y cansino, pasé mi brazo por arriba de sus hombros y allí me sorprendí de lo platinado de su cabello (se me vino a la cabeza la imagen del pelo de la abuela Herminia, su madre). A medida que nos acercábamos ya comenzaron los saludos efusivos de los compañeros y compañeras. Abrazos, besos y rostros iluminados de alegría al verlo, “Yuyito querido!!! Cómo estás? Qué bien que se te vé!!!”; “Si…ahí voy… voy y vengo, voy y vengo”. Alguno se animó a gritar “El Yuyo es Highlander!!!”. De a poco se fue poblando de gente, de compañeros y compañeras, de autoridades y militantes de toda la vida que quería ser testigos presenciales de tan importante acontecimiento: se cumplían 34 años de aquel momento histórico donde el Dr. José Pedro Cardoso, maceta en mano, derribaba el muro del oprobio y la vergüenza y abría las ventanas de la libertad. Comenzó el acto solemne y se fueron sucediendo las emotivas oratorias. Varias veces le pregunté “papá querés que te traiga una silla?”; “No, m’hijo, estoy bien”. Finalmente, bajo un aplauso cerrado de los presentes se descubre la placa que oficiará como una marca de la memoria para las generaciones venideras, porque aquel pueblo que no tiene memoria y se olvida de su pasado, corre el riesgo de volver a repetirlo. “Bueno, viejo… vamos yendo despacio”; “Estás apurado?”; “no, papá”; “Bueno… vamos a dar una vueltita por adentro de Casa del Pueblo”. Fuimos hasta la sala del fondo donde había una muestra fotográfica de Fredy Navarro, quien capturó con su máquina aquellos momentos precisos y emocionantes, imágenes cargadas de simbolismo. Más saludos y encuentros, abrazos y algunas anécdotas cómplices de vaya uno a saber qué situación del pasado de los socialistas entre aquellos muros. “Que bien que estás, Yuyo”; “Si…voy y vengo, voy y vengo…”. Luego de un rato me animé a insistir “vamos, viejo”; “vamos m’hijo, si”. Cuando estábamos saliendo, el Yuyo se metió en la sala de adelante, la que da a la calle Soriano. “Que vas a hacer ahí, papá”; “quiero ver los cuadros, m’hijo”. Cual sala de un museo observamos detenidamente cada una de las pinturas. Al salir, nos cruza una vieja compañera del partido: “Pero Yuyo!!!…qué guapo que estás!!!”. El Yuyo se rió y le dijo “si…voy y vengo… voy, me presento al mostrador, hablo con San Pedro y siempre me falta un papel… y vengo”. Salimos despacito a contramano por Soriano, con su paso lento y cansino. El Yuyo estaba radiante, feliz.