Escribe: *Santiago Soto
En los últimos días la temática de la necesidad (o no) de introducir una cuota que asegure mínimos de representación por género ha resurgido y vuelve a ponerse sobre el tapete, al punto que se acusa a “un puñadito” de mujeres de querer imponer una artificialidad a un sistema a costa de obtener más poder para sí mismas.
En los últimos días la temática de la necesidad (o no) de introducir una cuota que asegure mínimos de representación por género ha resurgido y vuelve a ponerse sobre el tapete, al punto que se acusa a “un puñadito” de mujeres de querer imponer una artificialidad a un sistema a costa de obtener más poder para sí mismas.
Aunque son muchos los argumentos que se manejan en el literatura en cuanto a los mecanismos que generan como resultado el conocido “techo de cristal” que impide a las mujeres acceder a cargos de mayor relevancia en la vida política, son especialmente destacables tres: (i) el concepto de liderazgo, y todo lo que implica, está construido sobre la base de lo conocido por cientos de años por la civilización occidental, que en este caso son en general características asociadas a lo masculino; (ii) la “doble jornada”, en la cual se suma al trabajo remunerado de las mujeres una mayor carga de trabajo no remunerado (cuidados, trabajo doméstico) que disminuye el tiempo disponible para dedicar, por ejemplo, a la vida política, y (iii) el mecanismo por el cual los dirigentes promueven dentro de las estructuras políticas liderazgos que se asemejan a sí mismos, por lo que generan un círculo de reproducción de liderazgos masculinos, entre otras similitudes.
Las “cuotas” o mecanismos similares son frecuentes en los sistemas electorales
¿Pero no es la cuota una artificialidad nunca vista, un invento antinatural promovido por un puñado de mujeres e intelectualoides fuera de la realidad? ¿No se supone que si hay libertad accederán a las listas los mejores y punto? ¿Con la cuota no promovemos que accedan a puestos mujeres “por el solo hecho de ser mujeres” y no porque sean las mejores? Vamos por partes.
Las “cuotas” o mecanismos similares son frecuentes en los sistemas electorales. Por ejemplo, en nuestro país no todos los ciudadanos corren con la misma chance de ganar una banca en diputados, porque la constitución sabiamente favorece la representación territorial separando circunscripciones para garantizar que los diputados provengan de todos los departamentos (y no terminen siendo todos montevideanos). Y por si esta “distorsión” fuera poco, no sólo se asignan las bancas de diputados proporcionalmente a la población, sino que además se asegura un piso mínimo de dos diputados por departamento.
¿Los diputados, por ejemplo, de Durazno, no son suficientemente buenos para llegar a una banca por sí mismos sin cupo departamental y entonces no nos quedamos con los mejores por esta especie de cuota? No.
Afirmar que en ausencia de cuotas “llegan los mejores y punto” tiene como corolarios, por ejemplo, presumir que en la actualidad las mujeres que son suficientemente buenas para competir solamente alcanzan al 20% de las bancas de diputados,
Aunque lo digan algunos para argumentar en contra de la cuota de género, no creo que no sean suficientemente buenos, sino que se busca que la diversidad territorial esté expresada porque se presupone que es bueno para la democracia ya que corren con menos ventajas a la hora de competir. ¿Por qué les parece tan mal la cuota de género y tan natural, por ejemplo, la representación territorial en diputados? Misterio.
Afirmar que en ausencia de cuotas “llegan los mejores y punto” tiene como corolarios, por ejemplo, presumir que en la actualidad las mujeres que son suficientemente buenas para competir solamente alcanzan al 20% de las bancas de diputados, o que deberían eliminarse todo tipo de mecanismos para asegurar diversidad de representaciones territoriales. Nadie elige nacer mujer o nacer en Durazno, es lo que toca y se carga con orgullo. Las cuotas no son la panacea, sin dudas, pero sin exagerar, en este mundo desigual pueden contribuir a fortalecer la democracia, balanceando la cancha al ampliar la diversidad de representaciones.
* Santiago Soto Adjunto a la Secretaría General del Partido Socialista de Uruguay – Frente Amplio