No hay que dejar que sea un país solo para ricos

“El buitre les teme y les desprecia

y hace más pobres a los pobres que estafa,

porque odia lo que son,

sin saber que se está odiando terriblemente a sí mismo”

Murga Agarrate Catalina 2020

Es difícil escribir una nota en estos días sin que el Coronavirus se lleve la mayor parte de tinta. La encrucijada se siente a la hora de expresarse, porque ¿dónde está escrita la fórmula para ser críticos sin ser en ellos desleales con la institucionalidad? Dicho así, seguramente suene como una falsa oposición. Sin embargo, lejos de querer adentrarme en esta contraposición, parece ser el propio esquema político actual el que nos demanda contemplar dónde están paradas las piezas de la partida. El gobierno tiene, al día de hoy, pocas semanas desde que asumió y ya tiene en su horizonte una desgarradora pandemia que azota directo en su improvisación. ¿Y el Frente Amplio? Acaba de cumplir su primer aniversario en que, luego de 15 años, abandona el gobierno nacional y vuelve a ser oposición política. Antes de levantar el mentón, ambos saben que los golpes no dan tregua.

Así, el gobierno, aún en crisis sanitaria, decide mantener el aumento de tarifas que golpeará directamente en el seno de las grandes mayorías. En estas conferencias de prensa diarias (que día a día siguen sin mantener ellas mismas las recomendaciones de higiene), la del día 26 de marzo merece especial atención. El Fondo Coronavirus “se va nutrir del 20% que se le va a desconectar al presidente de la República, a los ministros, a los legisladores, a los directores de entes autónomos, para colaborar con el país en este momento de dificultades”, explicó el presidente Lacalle. Agregó además que los salarios públicos y las jubilaciones que superan los 80.000 pesos líquidos también aportarán un 5% o 20%, dependiendo el caso.

El problema no es la solidaridad, tampoco el esfuerzo que demanda apoyar al bien común en tiempos de pandemia. El problema es que las crisis la siguen pagando trabajadores, los mismos que ven al dólar dispararse, los productos de la canasta encarecerse y su salario disminuir, junto a su poder adquisitivo y, en definitiva, su salario real. ¿Dónde quedó Un Solo Uruguay, las cámaras empresariales, los sectores privados, la caja militar y las instituciones religiosas en este llamado a la solidaridad? Y aquí retomo el problema que planteaba al principio, el relato nos dice que tenemos dos banderas confrontadas: los “patriotas” que suben el volumen del himno nacional y la ensordecedora caceroleada popular. Y en el medio, trabajadores que cruzan algún que otro insulto de desprecio al otro lado, y los mismos de siempre intactos, con bolsillos llenos y sonrisa dibujada.

 

Esta nota busca desnudar este tablero, que partido por la mitad sangra en su herida obrera. Sangra cada vez que un reclamo popular es contrariado por trabajadores disfrazados de “neutralidad política”. Exitosa daga de la ideología dominante, pronunciada en los labios de piedra que, así como entiende a la muerte de las mujeres por violencia machista como un “daño colateral”, te dice sobre la acción común que no vale la pena; “No vamos a hacer política, nosotros estamos gobernando”. El oído escucha esas palabras y uno entiende que las contradicciones normalizadas en política están lejos de ser las obvias. Lo sencillo no es por ello necesariamente claro.

Sin embargo, como dice un refŕan popular: “las fortalezas de mi enemigo son mis debilidades”. Así, si el discurso de los “profesionales de la política” cala hondo en pueblo trabajador, luego de 15 años de inclusión económica y gobiernos progresistas, eso nos demuestra una falta de formación en los espacios políticos que debe interpelarnos. De lo contrario, corremos el riesgo de sumar nuestra lanza despectiva hacia compañeros y compañeras de clase, que en esta batalla cultural es sinónimo de tirar la toalla. Tampoco cabe autoflagelarse por no encontrar los caminos comunicativos que habilitaran una pedagogía política que permitiera llevar a cabo esa cosa de “hacer camino al andar”, a la par y con el pueblo organizado. Estructuralmente, podemos encontrar una certeza en las consecuencia del neoliberalismo, que hace tiempo sabemos que nos alcanzaba, superaba y humillaba en materia ideológica.

De nuevo, evitemos el autoflagelo, pero tampoco nos quedemos ahí. Por delante, tenemos un desafío de recuperar memorias, que es la única forma que tenemos para disputar futuro. Las “subjetividades neoliberales” no son algo abstracto, ni un concepto complicado. En el gobierno, tenemos a los hijos de los 90, electo por los hijos y las hijas de su tiempo, es decir, en la rueda de poder político, tenemos lo que los 90 parió. Metele que son Pasteles es una murga que puso el lleno de su ojo crítico en ello. No faltó advertencia sobre los consejos de salarios, los relatos “post-pesada herencia”, los ajustes de salarios, los intereses dominantes tomando el timón de lleno y aún así, la oportunidad quiso volver atrás en las recetas liberales de flexibilización.

Se perdió la batalla cultural, cantaba enfáticamente la murga La Mojigata este año, en un explícito grito de llamado a la responsabilidad histórica. Los actores de nuestra sociedad, todos y todas, cada pieza, hacemos política. Eso habrá que meterlo en el tapa del libro. Cada problema de nuestra sociedad, cada argumento expresado (repetido o formado), cada reclamo, cada sentimiento (como por ejemplo, el de inseguridad), cada respuesta a la pregunta de “qué piensa usted” es intrínsecamente político. Por eso, será necesario comprender que la crítica masiva es esencial en el sueño de la libertad de los sectores populares, que no es libertad por ser mencionada tantas veces como sea posible, sino de evitar la condena de los individuos aunados en sectores sociales vulnerables por su mero lugar de procedencia, su color de piel, su orientación sexual o su identidad de género.

 

Con la misma anticipación supimos de la necesidad de una resistencia popular organizada que “esté a la talla” de lo venidero. Diversos movimientos sociales se vienen aunando en la Intersocial, un espacio que nuclea al movimiento feminista, cooperativista, colectivos de diversidad, la central obrera y el reclamo por un pueblo presente en las decisiones tomadas para salir adelante. Aún falta la claridad política institucional de una oposición “a la talla”. Tranquilos, el tablero se está acomodando, pero en ello hay que pensar los movimientos, no olvidemos que la mayor debilidad de los oligarcas es la fortaleza de un pueblo consciente y autogestionado, libre de cadenas frente a su porvenir.

Por lo pronto, el objetivo es concreto: no hay que dejar que sea un país solo para ricos.

Nicolás Mederos Turubich

Militante de la Juventud Socialista del Uruguay