La aceleración de los flujos internacionales de comercio e inversiones ha puesto en comunicación los mercados de trabajo del mundo aun cuando las migraciones de trabajadores continúan fuertemente controladas. Las consecuencias de ese proceso son múltiples.
El acercamiento indirecto de los mercados de trabajo nacionales por medio del comercio y las inversiones ha transformado el costo laboral en un factor importante en la competencia basada en costos entre empresas y entre países.
Las empresas transnacionales han aprovechado los acuerdos (promovidos por ellas) que facilitan la circulación internacional de bienes, servicios e inversiones por dos vías: instalando parte de sus actividades en los países con bajos salarios para cada tipo de trabajo, menor desarrollo sindical y condiciones de trabajo menos exigentes, y por medio del comercio internacional, en el que son responsables de tres cuartas partes.
No es para menos: las diferencias salariales entre países son inmensas. Grandes poblaciones de asalariados trabajan por 20 veces menos que sus compañeros de trabajo de los países desarrollados. En contraste, una diferencia de 100% en la rentabilidad del capital entre países se considera muy alta.
LA COMPETENCIA BASADA EN EL COSTO LABORAL Y LAS OPCIONES DE LOS PAÍSES
En cuanto a la competencia entre países, la creciente internacionalización del mercado de trabajo por medio de las transnacionales ha contribuido a establecer límites si intentan competir por la radicación de inversores extranjeros o en el mercado internacional (lo que solo excluye en última instancia a Corea del Norte). En esa dirección los gobiernos han estado activos.
En los países avanzados, incluso los escandinavos, los salarios y los beneficios sociales se limitaron argumentando que de otro modo perderían en la competencia con países con menores costos laborales.
En Estados Unidos la competencia basada en salarios, principalmente en el segmento de menor calificación, ha contribuido (junto a políticas neoliberales) a que los salarios no aumentaran en las últimas tres décadas, aun cuando siguió creciendo la productividad.
El tema ha estado presente en la carrera hacia la presidencia de Estados Unidos, durante la cual tanto Clinton como Trump se han manifestado en contra de algunos tratados comerciales que destruyen empleos.
En esa línea Trump anunció una renegociación del tratado que mantiene su país con Canadá y México y terminar la construcción de la muralla en la frontera con México para evitar el ingreso de trabajadores. Ese tipo de propuestas intenta atraer a votantes, entre ellos los que sufrieron las consecuencias de la importación de 2.800.000 vehículos por año proveniente de las terminales propiedad de las empresas transnacionales instaladas en México con el propósito de aprovechar el bajo costo laboral (el menor nivel de vida) en ese país.
Los trabajadores de Estados en segmentos importantes del mercado laboral sienten la competencia de los mexicanos y éstos la de los chinos y las empresas se encargan de recordárselo.
Pero no todas son pálidas: el desplazamiento de empleos hacia países con menores salarios ha contribuido a una moderada reducción del abismo en los salarios entre países, como lo constata la OIT[1]. El estancamiento de los salarios en Estados Unidos y su aumento en China en las últimas dos décadas ilustran esa evolución.
En parte por esa tendencia divergente de los salarios a nivel mundial la distribución de ingresos totales ha tendido a mejorar, aun cuando se ha deteriorado en la mayor parte de los países, entre ellos en China en la medida en que el “socialismo a la china” se ha aproximado al capitalismo.
¿CÓMO ESCALAR HACIA SALARIOS MÁS ALTOS?
La competencia en el mercado de trabajo es muy desigual cuando se trata de actividades con altos salarios como las que se desarrollan en el núcleo innovador de las cadenas productivas, las que continúan en los países avanzados.
Y allí radica el desafío principal para el resto de los países; como desarrollar actividades que puedan sostener salarios más altos. Ese desafío es aun mayor para los países como Uruguay, Argentina o Chile, en que los costos salariales por hora, el desarrollo sindical y la salud y seguridad en el trabajo están más desarrollados que en otros donde viven cientos de millones de trabajadores con los que compiten a través del comercio internacional o la captación de inversiones de las empresas transnacionales.[2]
Cientos de millones entre los 1.500 millones de asalariados que hay en el mundo están dispuestos a trabajar por menor salario, sin derechos sindicales y con condiciones de trabajo más deplorables que en países como Argentina, Chile y Uruguay.
Cualquiera que sea la magnitud de las dificultades que enfrenten los países, necesitan robustecer las bases de la productividad: el perfeccionamiento de los recursos humanos, el aumento de la inversión, el fortalecimiento de las instituciones y una política deliberadamente orientada a ese propósito. China va teniendo éxito en esa perspectiva a tal punto que empieza a sentir las consecuencias de ser menos atractivo en algunas actividades en comparación con otros países que ofrecen abundante mano de obra con menor salario.
No es fácil encontrar ese camino porque ya otros llegaron y no les gusta que otros los transiten… y porque todos quieren ir en esa dirección. Pero esa es la tarea.
[1] Organización Internacional del Trabajo (OIT), Informe Mundial sobre Salarios 2014/2015.
[2] Gonzalo Pereira Casas analiza el tema con referencia al Uruguay en el número anterior de vadenuevo: Un mundo unipolar globalizado (si le cerrás la puerta a la realidad, entra por la ventana)
Por Martín Buxedas
Fuente: Vadenuevo 96