Lo que no se quiere escuchar

Escribe: Circe Rosano

 

Es fácil decir lo que se piensa, sobre todo si cuando opinamos reproducimos discursos añejos, Uruguay esta lleno de opinólogos.

Eso sí, cuando hay que buscar información para crear opiniones responsables y con sustento el número se achica, es fácil también negarse a los cambios, ¿cuántas leyes que garantizan derechos en nuestro país fueron largamente debatidas, cuestionadas, incluso hasta se hicieron campañas en contra de las mismas?

Muchos se van a oponer a estos cambios, sobre todo porque implican un cuestionamiento a sus fibras más profundas, a sus construcciones subjetivas de qué es ser hombre y qué es ser mujer; y de cuáles son las relaciones de poder entre esos hombres y esas mujeres.

La ley actual que tenemos contra la violencia doméstica, hace rato que nos quedó chica, es ineficiente porque no prevé las situaciones que viven hoy en día las mujeres, así como tampoco prevé un marco jurídico adecuado, cosa que sí propone la tipificación del femicidio, que además tiene un enfoque en derechos humanos.

¿Va a ser suficiente para que no nos maten más? No, claramente que no, pero es una herramienta necesaria, porque las violencias estructurales, como lo es la violencia de género, necesitan medidas que puedan generar cambios en el corto y largo plazo. Además de que la tipificación del femicidio es una herramienta que se complementa con la ley integral presentada posteriormente.

Es verdad que existen asesinatos por varios motivos, pero masculinicidio no es un concepto, además que para definir lo que usted pretende definir ya existe una denominación y está consagrada en el Código Penal se llama homicidio y “TÍTULO XII – De los delitos contra la persona física y moral del hombre (sic), Artículo 312”, define el mismo con causas agravadas y muy especialmente agravadas, así como también define cuáles serán las penas para dicho delito.

Si leemos con atención la ley que pretende tipificar la figura del femicidio vamos a ver que en ningún momento se habla de aumentar penas, las penas serán las que están contempladas en el artículo antes mencionado, pero se establecerán circunstancias que caracterizan el femicidio y no darán lugar al atenuante del “crimen pasional” que aplican tanto los jueces.

Ahora bien, tipificar el femicidio no es un capricho de un “grupo de presión” como usted definió a la mitad de la población, es una medida que nos permite delimitar con claridad un tipo específico de violencia que sufren las mujeres por el hecho de ser mujeres. Es un error pretender incluir en la misma bolsa a todos los tipos de violencia que existen en la sociedad.

Conceptualizar nos permite estudiar, aplicar las políticas en forma correcta, prevenir y actuar de forma adecuada a la hora de condenar. En nuestra sociedad, el género femenino históricamente sufre una enorme desigualdad social, política y económica. Las mujeres hemos sido encasilladas como las responsables de los cuidados de la familia y del hogar; agregando esas tareas a nuestro trabajo fuera del hogar; estamos subrepresentadas en la mayoría de los espacios de resolución; percibimos remuneraciones 27% menores -en promedio- a la de cualquier hombre por igual tarea y sufrimos mayores índices de desempleo. Además de toda esta discriminación: nos matan por el simple hecho de ser mujeres.

Es bastante frecuente considerar la violencia de género como una violencia que solo sucede en el ámbito de lo privado, es parte de las creencias populares, del “no te metas”, es fácil también decirlo porque así no nos hacemos cargo y si podemos lo negamos, pero lamentablemente los femicidios solamente son la punta de un iceberg, antes de llegar al asesinato, las mujeres tenemos una vida en permanente contacto con la violencia, desde que somos niñas, preguntémonos ¿cuántas veces le pidieron que mande un mensaje de aviso cuando llegue a su casa? A nosotras nos piden siempre que mandemos el mensaje corroborando que llegamos bien, que no nos manosearon, raptaron, violaron, o mataron, en la calle, ¿que es lo privado de esto?.

Gracias a las mujeres organizadas que se manifiestan y usted critica, y gracias también a distintas convenciones que nuestro país ha ratificado contra la violencia de género; hoy por hoy, las más vulnerables, tienen el valor de denunciar a la persona que aman y admitirse como víctimas, ¿sabe lo complejo que es asumir que usted no tiene la culpa, que el problema es que la persona que dice amarla es violenta?

El discurso de responsabilizar a la mujer es muy viejo, existen muchos estudios a nivel académico que nos dicen del comportamiento de las víctimas y de quienes son violentos y echan por tierra eso de que “algo habrá hecho”.

Yo se que usted no tiene la misma subjetividad que tenemos quienes la vivimos en carne propia, y no le pido que se ponga en nuestros zapatos, pero si le voy a pedir que no nos falte el respeto, en nombre de quienes hoy no están, en nombre de quienes aún no se animan a salir del silencio y en nombre de quienes estamos comprometidas en erradicar esta violencia, que nunca fue privada.

 

Montevideo, 23 de febrero 2016