Escribe: Pablo Martínez
La construcción del socialismo uruguayo es un proceso de largo aliento, con idas y vueltas, avances y retrocesos, pero tiene ciertos principios rectores que nos sirven como referencia, que nos indican el camino. El proceso de transformación de la sociedad, es constante y gradual. Siempre es un buen momento para pensar cuáles han sido los avances que hemos logrado, cuánto falta y de qué manera podemos seguir avanzando en función de lo que tenemos construido. Las construcciones que trascienden generaciones requieren que sepamos comprender el momento histórico en el que nos toca actuar y definir objetivos realizables, tensando el límite de lo posible y llevándolo siempre un poco más allá, pero siempre valorando lo construido, porque fue posible gracias al esfuerzo de muchos compañeros y muchas compañeras.
En nuestro documento partidario Democracia Sobre Nuevas Bases realizado a fines de la década del 70, en el ocaso de la dictadura cívico-militar, las y los socialistas intentamos aportar al pueblo uruguayo nuestra visión sobre cómo debía ser la construcción de la nueva etapa democrática que se avizoraba, y afirmamos que nuestro país necesitaba «recrear una convivencia democrática, y que esa convivencia democrática no podrá ser calco de la anterior, sino que deberá edificarse sobre nuevas bases, capaces de ensancharla, profundizarla y consolidarla mejor.”
Sobre esta base, articulada con otros actores de la izquierda que buscan radicalizar la democracia, es decir ir a la raíz del concepto, es que en los 90, durante el primer período de gobierno departamental, fueron creadas las asambleas ciudadanas y foros ciudadanos para luego, en 1993 realizar las primeras elecciones de los Concejos Vecinales. Años más tarde, en el primer periodo de gobierno nacional se crea por ley la figura de los concejos municipales, llevando el proceso de descentralización a todo el país.
Hoy estamos ya en vísperas de las terceras elecciones de este nivel de gobierno que transformó el Estado tal como lo conocíamos antes de los gobiernos del Frente Amplio. Hoy ya tenemos los programas municipales que fueron creados desde las coordinadoras recogiendo las problemáticas desde las bases, los equipos de gobierno que se presentarán a las próximas elecciones en representación del FA y los municipios van lentamente constituyéndose en espacios de referencia política para la ciudadanía.
Estos espacios tienen un papel muy importante que jugar en el camino uruguayo al socialismo y son en este momento histórico una pieza central en la batalla política que tenemos por delante. El famoso enfrentamiento a las políticas neoliberales que favorecen al poder real, debe realizarse desde el abajo, articulando y construyendo un entramado social que permita disputar poder y enfrentar “la receta económica desnacionalizadora y antipopular”1 construyendo paulatinamente un Estado de nuevo tipo. El enfrentamiento no es con quienes votando a este gobierno restaurador, votaron en contra de sus propios intereses, e incluso de su bienestar, ese trabajador o esa trabajadora debe aliarse a nuestro proyecto, y sumarse a la construcción de una democracia popular y participativa. Es en el trabajo por la construcción de comunidad que debemos encontrarnos con quienes caminan nuestras mismas calles, van a nuestra misma feria y se transportan junto a nosotros en los mismos ómnibus. La construcción desde abajo, el resolver juntos los problemas que hacen a nuestra vida cotidiana permite el encuentro de las grandes mayorías.
Debemos entender a la descentralización como una herramienta que nos ayude a construir una sociedad que ponga al hombre y la mujer en el centro, donde los vínculos horizontales y los valores democráticos sean la base para una sociedad sin relaciones de dominación de ningún tipo. Como toda herramienta, su mera existencia no es garantía de eficiencia. El proyecto frenteamplista de la descentralización debe buscar descentralizar el poder. Construir nuevos espacios que por sus altos niveles de ebullición transmita una energía transformadora. Ante el poder concentrado de las grandes cadenas de supermercados que regulan la cantidad de alimento que llega a nuestras casas, ante el poder concentrado de los medios de comunicación que transmiten una realidad disfrazada que beneficia sus negocios, ante el poder concentrado de quienes hacen de la vivienda un negocio y determinan el valor de nuestro suelo expulsando a muchas familias a vivir en zonas inundables. Se hace urgente desconcentrar el poder y construir poderes que disputen el valor de los bienes y construyan comunidades sanas, basadas en valores de cooperativismo y autogestión, que permitan otras lógicas de habitar la ciudad y el departamento. Debemos alinear el proyecto de construcción de poder popular con nuestro proyecto socialista, no alcanza con generar los espacios administrativos y burocráticos, tenemos que ponerlo al servicio de la participación.
El nuevo gobierno departamental del FA y los nuevos gobiernos municipales, deben trabajar coordinadamente para incrementar los niveles de participación popular, ir al encuentro con las redes de vecinos y vecinas, alentarles a seguir organizándose y promover la apropiación de los espacios por parte de la sociedad organizada.
Radicalizar la democracia implica llevarla al día a día, asumirla como un valor que nos interpela y nos invita a construir lo nuevo, implica entender al otro como un actor, que a través del intercambio, me ayuda a crecer y juntos construimos un producto que es de ambos.
La revolución del abajo se construye genuinamente todos los días y es la única que nos garantiza que el pueblo, verdadero constructor de su destino, tenga la última palabra.
1 Cito textual estas palabras del documento de 1979 puesto que llama la atención que se pueda caracterizar de igual manera a aquel proyecto y al que aplican quienes nos gobiernan hoy en día, puesto que la receta económica sigue siendo la misma.