Escribe: Francis Newton
Aspectos generales
El cambio climático es un fenómeno que se traduce en un aumento de la temperatura media, modificaciones de las precipitaciones, aumento del nivel del mar, mayor frecuencia e intensidad de eventos extremos, cambios en la matriz energética, modificaciones en la calidad y el uso del suelo y problemas en la disponibilidad de agua, por mencionar sólo algunos de sus efectos. Las actividades humanas han sido desde el siglo XIX el principal motor de este fenómeno debido principalmente a la quema de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas, que genera emisiones de gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono y el metano. Por todo esto, es claro que el cambio climático es uno de los más grandes desafíos que enfrenta la humanidad.
Los últimos informes de las Naciones Unidas (ONU) señalan que deben llevarse a cabo los máximos esfuerzos para limitar el aumento de la temperatura global a un máximo de 1,5° grados centígrados por encima de los niveles preindustriales. Esto limitaría los peores impactos climáticos y nos permitiría mantener un clima tolerable. Pero en este punto es importante señalar que, si bien es cierto que las emisiones de gases de efecto invernadero proceden de todos los países del mundo, también lo es que algunos países generan mucho más que otros. Los 100 países que menos emiten generan el 3% de las emisiones totales. Los 10 países con mayores emisiones aportan el 68% del total. En efecto, todos debemos tomar medidas en lo que respecta al clima, pero las personas y los países que generan más emisiones tienen una mayor responsabilidad para actuar primero y llevar a cabo los mayores aportes.
Uruguay y su participación en los acuerdos internacionales para mitigar los efectos del cambio climático
Uruguay ha ratificado la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático en 1994 y el Protocolo de Kyoto en el año 2000. Este Protocolo, que interpreta y por ende articula a la Convención, compromete a los países industrializados a limitar y reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) de conformidad con las metas individuales acordadas. Por otro lado, en octubre de 2016 Uruguay aprobó el Acuerdo de París, por el que la comunidad internacional busca mantener el aumento de la temperatura por debajo de los 2º grados centígrados y como ya lo hemos dicho, limitar ese aumento de la temperatura a 1, 5º C respecto de los niveles de la época preindustrial. Asimismo, se busca aumentar la capacidad de adaptación a los efectos adversos del cambio climático, promover la resiliencia al clima y un desarrollo con bajas emisiones de gases de efecto invernadero, de modo que no comprometa la producción de alimentos.
Aprobada en 2008, por el Poder Ejecutivo y ratificada por la Comisión Multipartidaria de Energía del Parlamento en el año 2010, la Política Energética de Uruguay establece los lineamientos principales en el ámbito de la energía a nivel nacional, con una mirada de largo plazo. En efecto, hemos asistido a una transformación fundamental en los últimos años con un importante impacto para las próximas generaciones. Se ha transformado la matriz energética hacía una presencia mayoritaria de las energías renovables, ratificando el camino hacia la sostenibilidad ambiental. La transformación de la matriz energética ha implicado un reimpulso de las inversiones en infraestructura, concretamente en generadores eólicos y paneles fotovoltaicos. En la actualidad el país tiene por delante una nueva oportunidad que es posible gracias a la apuesta de los gobiernos del Frente Amplio. Esta apuesta posicionó al Uruguay en un lugar privilegiado en el mundo como el segundo país con mayor presencia de fuentes renovables no convencionales en su matriz de generación eléctrica. Por si no fuera poco, nuestro país también se consolidó en una posición destacada dentro de aquellos que están en mejores condiciones de enfrentar los efectos del cambio climático.
Perspectivas ante la intensificación del cambio climático
Como hemos sugerido hasta aquí, sólo un cambio desde sistemas energéticos basados en combustibles fósiles a sistemas basados en energías renovables como la solar o la eólica será lo que reduzca la generación de las emisiones que provocan el cambio climático. Son muchos los países que se han comprometido a alcanzar la meta de emisiones cero para el año 2050, pero el hecho es que la mitad de los recortes en las emisiones deben producirse antes del 2030. Para llegar a este objetivo, fijado en el Acuerdo de París, es necesario que las emisiones se reduzcan un 45%, lo que determina que la producción de combustibles fósiles debe disminuir aproximadamente en un 6% anual. Sin embargo, se constata que las emisiones continúan elevándose.
La ciencia ha demostrado claramente que, a fin de evitar los peores impactos del cambio climático y de conservar un planeta habitable, se deben cumplir las metas señaladas que recién apuntamos. En la actualidad, nuestra Tierra ya tiene un calentamiento superior al 1,1º grados centígrados en comparación con los niveles de temperatura que había a finales del siglo XIX. En la COP 27 (Conferencia entre las Partes), celebrada recientemente en la ciudad egipcia de Sharm-el-Sheik, la ONU publicó un nuevo informe según el cual los últimos 8 años fueron los más calurosos jamás registrados y que las posibilidades de evitar que la temperatura mundial aumente más que el objetivo de 1,5º grados centígrados en comparación con la época preindustrial es “apenas posible”.
En la línea de los efectos del cambio climático que mencionábamos al inicio de este análisis, se observa que la tasa de aumento del nivel del mar se ha duplicado desde 1993 y que las olas de calor extremo, la sequía y las inundaciones devastadoras ya han afectado a millones de personas. El aumento de las temperaturas en Europa se ha disparado, generando que los glaciares alpinos perdieran 30 metros de espesor de hielo entre 1997 y 2021, mientras que la capa de hielo en Groenlandia se está derritiendo, aumentando el nivel de las aguas de los mares. De no lograr que las emisiones sigan la tendencia correcta hasta 2030, el calentamiento global puede aumentar por encima de los 2º grados centígrados, lo cual nos plantea un escenario ambientalmente catastrófico.
La Agencia Internacional de Energía advirtió el año pasado que no debería tener lugar ningún nuevo desarrollo de combustibles fósiles si el mundo quiere mantenerse dentro del objetivo del 1,5º grados centígrados. En cambio, debido a la crisis energética y la guerra en Ucrania, algunos países de la Unión Europea insisten en que temporalmente regresarán a la generación de energía a base de carbón y se han embarcado en la búsqueda de nuevos suministros de combustibles fósiles.
¿Se puede frenar e incluso revertir el desastre ambiental que ya está aquí?
El analista Michel Roberts se hace esta pregunta. Entiende que todo apunta a que no se puede frenar el inminente desastre ambiental si se sigue dependiendo de la financiación de los capitales privados, los cuales ni siquiera han cumplido con sus limitados compromisos para financiar la mitigación climática. Asimismo, los países ricos, como ya lo hemos dicho, continúan sin cumplir su compromiso de aportar 100.000 millones de dólares al año. En efecto, es cierto que la acción climática requiere de importantes inversiones financieras por parte de gobiernos y de empresas, pero también que la inacción climática es mucho más cara.
Mientras los países pobres sufren el impacto del calentamiento global con poco o ningún apoyo, los grandes capitales siguen invirtiendo en industrias intensivas en carbono. Pero las empresas capitalistas no van a invertir en títulos de carbono: la lógica del capital indica que sólo se invierte donde hay elevada rentabilidad y escaso riesgo.
Sólo la intervención, la inversión y la planificación pública a escala global pueden brindar a la humanidad y a la naturaleza la oportunidad de sacarnos de una crisis climática antes de que la degradación se vuelva permanente. El calentamiento global no se detendrá ni se revertirá sin poner fin a la exploración minera y de combustibles fósiles. La transición a un sistema energético descarbonizado sólo puede ocurrir si se organiza globalmente y se financia e implementa con inversión y dirección estatal. En tal sentido, sí existe la Organización que puede coordinar la cooperación internacional que permita superar los efectos devastadores del cambio climático: la ONU. Pero esta sólo podrá actuar para salvar a la humanidad de nosotros mismos si se genera la voluntad política necesaria.
[1] Este análisis fue llevado a cabo a partir de diversas publicaciones de la ONU sobre el tema del Cambio Climático y del artículo ¿Otro COP (van 27) inútil? publicado en Sin Permiso por el economista Michael Roberts.