Escribe: Pablo Oribe
No dejemos que la agenda urgente tape la agenda importante. La pandemia dejó en evidencia las fragilidades del sistema económico y productivo que habitamos. Muchas veces, los líderes oponen la agenda ambiental a la agenda económica, como si debiéramos hacer el sacrificio de disminuir nuestros estándares de vida para proteger el ambiente. Esta dicotomía es una falacia: en la actualidad, y según el Banco Mundial casi la mitad de la población mundial tiene dificultades para satisfacer sus necesidades básicas y el uso de los recursos naturales se encuentra al límite.
Por consiguiente, estamos destruyendo nuestro planeta en pos de un sistema económico que excluye a gran parte de la población. No vivimos en un mundo que expande la riqueza y el bienestar, sino en uno injusto y desigual, administramos la escasez y no la abundancia. La discusión sobre la agenda climática es también social y económica. Tanto la desigualdad como la degradación del ambiente constituyen un problema económico, además de social y ambiental. Para ser sostenible, el crecimiento debe ser inclusivo y respetuoso con el ambiente.
Los recursos escasos del XXI son los recursos naturales. América Latina, que en general no cumple un rol relevante en el escenario internacional, cobra importancia por la abundancia de estos recursos estratégicos. La competencia por ellos será una de los rasgos distintivos en los tiempos venideros. Por ello, necesitamos de forma urgente una política, como país y como región, que resguarde su preservación y asiente nuestra soberanía.
De acuerdo a Aristóteles, la economía (de oikos, casa; y de nomos, ley) consistía en la administración de los recursos de la casa para la “buena vida”. Por esta razón, las actividades económicas estaban sometidas a los valores propios de las relaciones familiares, es decir, la solidaridad y la cooperación. Esta concepción ética de la economía se opone a la visión del libre mercado que celebra la competencia y el egoísmo como principios rectores. En esta misma línea, el Papa Francisco, en la encíclica Laudato Si, nos convoca a cuidar “nuestra casa común” y a mantener un nuevo diálogo sobre el modo como estamos construyendo el futuro del planeta.
Ahora bien, observo dos emergentes que podrían impulsar el cambio hacia un sistema más sustentable. El primero es la creciente atención que el sector financiero presta al cambio climático como factor multiplicador de riesgo. En este sentido, los inversores requieren estándares ambientales cada vez más exigentes e incluyen criterios de sostenibilidad en sus decisiones de inversiones. El segundo es la conciencia de la sociedad civil, sobre todo de los jóvenes, y su sensibilidad ante la salud del planeta. Una encuesta difundida recientemente en Argentina1, indica que el 70% de la población considera que el cambio climático es tan o más peligroso que la pandemia.
Por todo ello, la lucha contra la destrucción del ambiente deberá ser parte integral de la agenda económica post-pandemia. La inclusión de la dimensión económica será necesaria en un escenario en que el capital es más exigente y la opinión pública más consciente. De lo contrario, será difícil para los gobiernos tanto atraer y retener inversiones, como ganar elecciones.
Los principales líderes mundiales están reconociendo el agotamiento del sistema. Roberto Azevedo, Director de las Naciones Unidas, urge a los gobiernos a que transformen la recuperación en una oportunidad para reconstruir un mundo mejor: más verde, limpio, seguro y resiliente. Klaus Schwab, fundador de la principal reunión anual de líderes en Davos, indica que la pandemia es un llamado de atención sobre el mundo que vivimos (su desigualdad e injusticia, su falta de cooperación y liderazgo mundial y la degradación de nuestros recursos naturales), así como una oportunidad de extender las fronteras de lo que parecía posible para re-imaginar un mundo mejor que emerja de la crisis.
La pandemia es una oportunidad histórica de reinvención. Es el momento para replantearnos todo, empezar otra vez y hacerlo mejor. La meta será repensar un nuevo modelo de desarrollo verdaderamente humano y sostenible. Después de todo, puede ser que encontremos una vacuna contra el Covid, pero no habrá una vacuna contra el cambio climático.
1https://www.infobae.com/tendencias/2020/07/10/un-43-de-la-poblacion-cree-que-el-cambio-climatico-es-una-amenaza-igual-o-mayor-que-la-pandemia/