Escribe Tatiana Salerno
Terminamos un año muy particular: baja del salario real y las jubilaciones, 100.000 personas más en situación de pobreza, entrada en vigencia de la LUC, crisis social, económica y sanitaria… entre otras varias atrocidades que el avance feroz del neoliberalismo liderado por Lacalle Pou viene llevando a cabo.
Hay otro avance feroz ocurrido durante el 2021 del que poco se ha hablado, tal vez por cierta aceptación morbosa y macabra, algún regocijo cimentado en un falso sentimiento de “justicia” o por el relato punitivo que nos bombardea por televisiones, radios, diarios, redes sociales y discursos oficiales. El año 2021 fue el año con más muertes en cárceles en la historia de nuestro país. Si, en la historia de nuestro país. Record. Año tras año las cifras suben y nada indica que vayan a bajar.
Fueron 86 las muertes en cárceles durante el año pasado. La costumbre impuesta desde el capitalismo de convertirlo todo en números, nos hace vaciar muchas veces estas cifras. Vaciarlas de sentido, de crítica, de reflexión y, sobre todo, de compromiso por revertirlas. Detrás de cada una de las 86 personas muertas en cárceles se fueron esperanzas, sueños, historias, amores, desamores, arrepentimientos y denuncia. Vidas.
Las personas privadas de libertad son cada día más, el hacinamiento y la violencia en las cárceles crece en una escalada inédita. Sin embargo, el aumento de muertes en cárceles es aún mayor porcentualmente.
No debemos olvidar que el Sistema Penal es selectivo por definición. Selecciona individuos según criterios clasistas y racistas, individuos que ya vivían procesos de marginación y exclusión social. Estas personas seleccionadas por el sistema tienen grandes posibilidades no solo de ser excluidas y marginadas nuevamente, sino de no salir con vida del Sistema Penitenciario. Esto hace que la vulneración de derechos acumulados sea gravísima.
Dudar de la selectividad del Sistema Penal es un absurdo si sólo leemos las noticias nacionales del último año. Por un lado tenemos la historia de Eduardo, un hombre afrodescendiente de 35 años que murió (o lo dejaron morir) solo en una celda en la Unidad N°1. Una muerte llena de controversias pero sobre todo llena de dolor. Eduardo nació en la pobreza, se crió en La Huella de Las Piedras, y conseguir trabajo se le estaba complicando. Fue preso por tener 20 plantines de marihuana en su casa. Eso lo terminó matando. Por otro lado tenemos a Martín Mutio: una persona caucásica, “empresario” como lo describen los medios, imputado por narcotráfico de 4,5 toneladas de cocaína, lavado de activos y estafa. Mientras es investigado y mantiene medidas cautelares fue habilitado para viajar a Argentina a contraer matrimonio. Pudimos ver la ceremonia en los videos que circularon por redes.
Mientras los pobres mueren (o son inducidos a ello) solos en las cárceles, los empresarios se dan el gustito de viajar a casarse. Así de clasista, así de racista y así de selectivo es el Sistema Penal, ¿se juzga con la misma vara?
No quedan dudas de que lo urgente no era llenar las cárceles, sino vaciarlas. Aún atendiendo los desastres que este gobierno de partidos de derechas ha iniciado y seguirá profundizando en las cárceles no podemos ignorar los años anteriores, incluso años donde gobernó el Frente Amplio. La gestión carcelaria de nuestra fuerza política no solo dejó mucho que desear sino que fue letal para cientos de personas.
Es fundamental poder entender que estas muertes de las que venimos hablando son evitables. Hay cosas que se pudieron y pueden hacer para evitarlas; presupuesto, funcionarios/as, condiciones edilicias, acceso a salud, entre otras. Pero, sobre todo, una mirada socialista hacia la privación de libertad y la comisión de delitos. Pero ¿qué entendemos por una mirada socialista hacia la privación de libertad y la comisión de delitos?. Acá van algunas pistas:
-No tratar los problemas y conductas sociales como problemas y conductas individuales. La culpabilización y la responsabilización individual son lógicas propias del sistema neoliberal y como resultado segregan y excluyen a los sectores más vulnerados de la sociedad.
-Comprender que la existencia de personas excluidas y captadas por el Sistema Penal es funcional y rentable a un sistema que comercializa con ello.
-La respuesta del Estado ante la comisión de delitos no puede ser el ejercicio de la violencia legítima y legal.
-Identificar la selectividad en el Sistema Penal, siendo así que las personas no son privadas de libertad por los delitos que cometen sino por características que los hacen más vulnerables ante el sistema. Se trata de un Sistema gobernado por la violencia de clase y racial.
-Animarnos a pensar y discutir nuevas estrategias ante la comisión del delito que no impliquen encierro y dolor. Animarnos a gritar que la reclusión es una medida obsoleta que como consecuencia sólo produce violencia y exclusión.
-Asumir la corresponsabilidad, sabernos parte de la maquinaria que produce y necesita “delincuentes” y sabernos responsables de buscar otra convivencia posible.
-No depositar las esperanzas de un cambio en simples parches al sistema, cambios de nombre o cargos políticos nuevos. La única solución es dejar de pensar en las cárceles como las conocemos.
La urgencia hoy es terminar de una vez por todas con las violaciones a los Derechos Humanos en las cárceles, sin dejar de caminar hacia la utopía de una sociedad que no utilice el encierro y el castigo como respuesta a los delitos. No habrá socialismo si hay hermanos y hermanas sufriendo el olvido, la soledad y la tortura intramuros.