Huellas de memorias por la ciudad

Escribe Gabriela Betancour Curutchet

En calles y plazas, instituciones y casas particulares, vinculando lo público con lo privado, el pasado, el presente y las generaciones, existen diversos puntos de la y las ciudades que relatan sucesos y procesos de resistencia contra el Terrorismo de Estado en nuestro país. Relatar la historia respecto a estos hechos de una forma meramente cronológica obligaría a situar estos acontecimientos entre los años 1968 y 1985, pero la falta de verdad y justicia que les da contexto hace que se extiendan hasta el hoy y busquen meterse en nuestra cotidianeidad.

A lo largo de todo Montevideo y en diversas ciudades del interior se pueden encontrar diversos marcajes de la memoria: las placas del Ministerio de Educación y Cultura (MEC) en el marco de la ley 18.596, de reconocimiento y reparación a las víctimas de la actuación ilegítima del Estado uruguayo entre el 13 de junio de 1968 y el 28 de febrero de 1985 (2009); las placas de la Comisión Nacional Honoraria de Sitios de Memoria en el marco de la ley 19.641 (2018) para la “declaración y creación de sitios de memoria histórica de pasado reciente”; placas, memoriales y plazas identificadas como lugares de memoria por intendencias, juntas departamentales y municipios, así como también por organizaciones de la sociedad civil, comisiones por la memoria y sindicatos [1].

Los centros clandestinos de detención y torturas, sitios de reunión de oponentes al Terrorismo de Estado perpetuado en un régimen de dictadura cívico militar, lugares de secuestros previos a desapariciones forzadas o asesinatos de militantes políticos y sociales bajo este mismo contexto, lugares de gesta de organización y resistencia colectiva, son lugares donde se pueden encontrar estas señalizaciones que pretenden estar en diálogo con las y los vecinos, al mismo tiempo que buscan, a lo largo del tiempo, de más escucha y resignificación.

Es en la búsqueda de ese diálogo, necesario en nuestros barrios para la generación de nuestras identidades y memorias, que el Concejo Vecinal N°2 del Municipio B organizó tres “Recorridos por La Memoria”, en el marco del pasado mes de mayo, mes de la Memoria [2]. Los encuentros fueron planteados para las mañanas de los días sábado 21 y 28 de mayo y sábado 4 de junio en la Plaza Seregni, con la bienvenida a cargo de la comisión de Relacionamiento y Articulación del Concejo Vecinal N°2 y de Mateo Magnone, comunicador e investigador, en representación del Municipio B, que brindó su apoyo con la logística y difusión de estos encuentros. Desde la plaza se partió cada sábado con un importante número de gente, que se repartía entre el micro a disposición como parte del apoyo de la Intendencia de Montevideo, autos particulares, y un pequeño grupo que optó por dar pedal y seguir en sus bicis. Y se contó con intérpretes de lengua de señas.

Mediante breves oratorias en cada uno de los puntos visitados por parte de distintas organizaciones sociales y militantes por los DDHH y referentes, se dio lugar al intercambio con las y los asistentes a cada uno de los recorridos, así como con cada vecina y vecino que nos encontraba en el barrio e incluso se sumaba al resto de la trayectoria.

En el primer recorrido las oratorias fueron por parte de la entrañable Antonia Yañez, ex presa política e integrante de la Asociación Memoria de la Resistencia 1973 – 1985 y de la Red de Sitios de Memoria, Elena Zaffaroni en representación de Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos, Magdalena Mier y Mariano Portugau del colectivo Jóvenes por La Memoria, y las compañeras del colectivo de ex presas de la Cárcel de Cabildo. Con el Ex Centro General de Instrucción de Oficiales de Reserva (ex CGIOR), en la esquina de Haedo y República, como primera parada, Antonia relató sobre las distintas marcas de memoria en la ciudad y sobre ésta en particular, centro de detención y tortura. Luego, tras una multitudinaria marcha, se volvió al lugar de inicio de la Marcha del Silencio, Rivera y Jackson, donde a Elena se le sumaron los intercambios de vecinos y vecinas que realizaban el recorrido, entre ellas las compañeras del colectivo Memorias Desobedientes, de hijas de represores, que tanto en Argentina como en nuestro país se han dispuesto a no aceptar historias impuestas, a organizarse y acercarse. Luego, Jóvenes por la Memoria nos acercó el trabajo realizado en el marco del bloque Memorias Militantes en ALBA, Audioguía de las memorias del Municipio B [3], respecto a la detención de Mónica Sofía Grinspón y Claudio Ernesto Logares, militantes de la organización Montoneros que se dirigían al Parque Rodó junto a su pequeña hija Paula, antes de desaparecer, en la esquina de Fernandez Crespo y Paysandú, y al asesinato del militante de la Federación Anarquista Uruguaya y la Resistencia Obrero Estudiantil, Heber Milton Nieto Santos, en la azotea del Instituto de Enseñanza de la Construcción, en Arenal Grande y Haedo. El recorrido finalizó en la ex-cárcel de Cabildo, en la esquina de Cabildo y Nicaragua,  donde las compañeras que allí estuvieron presas nos esperaron de puertas y corazón abierto, relataron sus vivencias y sentires, cerrando de una forma muy emotiva esta primera jornada.

La segunda instancia de encuentro citaba nuevamente en puntos pertenecientes a ALBA – Audioguía de las Memorias del Municipio B: la esquina de Eduardo Acevedo y Maldonado, donde asesinan al referente sindical y militante del movimiento de liberación nacional (MLN), Luis Heder Correa Pérez, y el hogar donde detienen a Nibia Gloria Sabalsagaray Curutchet, profesora de Literatura y militante del CEIPA y de la UJC, antes de su asesinato, sobre la calle Eduardo Acevedo llegando a la intersección con Isla de Flores. En ambas oportunidades la oratoria fue llevada adelante por quien hoy escribe, Gabriela Betancour Curutchet, militante por los DDHH, concejal vecinal y socialista. El tercer punto, eje de la disputa política entorno al relato oficial, fue la Cárcel del Pueblo, en Juan Paullier 1190, donde el historiador Aldo Marchesi indicó en forma cronológica los acontecimientos allí ocurridos, primero como casa de familia de clase media que luego, tras el acercamiento de dueños al MLN, la ofrecen casa como una cárcel del pueblo (cárceles que formaban parte de la estrategia de doble poder del MLN, que planteaba la idea de construir una institucionalidad revolucionaria, de justicia popular), posteriormente, tras importantes derrotas del MLN, en 1972 la casa pasa a manos del Ministerio de Defensa y durante la dictadura cívico militar fue utilizada como un lugar de traspaso de prisioneros políticos tras largas sesiones de torturas. Escapando apenas al territorio objetivo de estas recorridas, cruzando al municipio CH, el grupo que realizaba el recorrido, en esta ocasión con más que recorrieron en bicis, fue recibido por Virginia Martínez en la ex-sede del Servicio de Información de Defensa (SID), que fuera Centro clandestino de detención y tortura y actual Sitio de Memoria e Institución Nacional de Derechos Humanos y Defensoría del Pueblo del Uruguay. En esta ocasión se finalizó en el Estadio Luis Franzini, junto a Gonzalo Tancredi y Oscar Destouet, parte de los organizadores de la Semana del Estudiante de 1983, lugar de acto de finalización de la marcha en el que se encuentra una de las 29 marcas de la memoria dispuestas por todo Montevideo a manos de la Asociación Memoria de la Resistencia 1973 – 1985.

Hacia el tercer y último recorrido, en una fría mañana, el grupo que se acercó a realizar el recorrido, nuevamente, era mayor. El primer punto de encuentro fue en el SERPAJ, Servicio de Paz y Justicia, primera organización dedicada a la promoción y defensa de los derechos fundamentales de nuestro país, que funciona desde el año 1981, en Joaquín Requena 1642, donde el grupo fue recibido por Madelón Aguerre y Efrain Olivera, quienes reflexionaron junto a vecinas y vecinos sobre el rol de las resistencias populares ayer y hoy, las cuestiones políticas transversalizadas por lo humanitario, al mismo tiempo que recordaron cuando fueron allí sede de las primeras reuniones de las madres de desaparecidos y el ayuno del año 1983, aunque llevado a cabo en la casona de General Flores, por los sacerdotes católicos Luis Perico Pérez Aguirre y Jorge Osorio y el pastor metodista Ademar Olivera. Las memorias sobre nuestros mártires estudiantiles fueron recogidas por Maximiliano Di Benedetto, también concejal vecinal de la comisión organizadora de estos recorridos, en el Callejón de la Universidad, donde una placa y una marca, otra de las 29, nos recuerda hoy que cada 14 de agosto durante los años de dictadura se llevaban allí claveles rojos en memoria del multitudinario sepelio de Liber Arce, herido de muerte en las manifestaciones estudiantiles contra las medidas prontas de seguridad el 12 de agosto de 1968. Ademar Olivera junto al actual pastor Raúl Sosa nos recibieron luego en la Iglesia Metodista Central, sobre la calle Constituyente esquina Barrios Amorín, quienes comentaron sobre el papel de su iglesia para con la comunidad hasta el hoy, la sensibilidad y preocupación por las realidades de la sociedad y, sobre todo, aquellas de las y los más desprotegidos, llevaron a los metodistas a estar en la mira del control autoritario y desmedido del Estado ante toda aquella organización social de base que implicara poder popular. Esto mismo, afectó a innumerables centros culturales, como los emblemáticos Cinemateca y El Galpón (ambos lugares, Avenida 18 de Julio 1618 esquina Tacuarembó y Lorenzo Carnelli 1311 esquina Soriano, con marcas de la memoria), donde las y los trabajadores de la cultura se organizaban al mismo tiempo que se ofrecía un lugar para la resistencia, o al menos hasta el cierre que obligara a huir de la persecución. Esta tercera jornada finalizó recordando los desalojos en los conventillos Mediomundo y Ansina en el año 1978 por parte de Alicia Garcia, en aquel entonces niña y cercana vecina, calle por medio, del conventillo de Ansina, que vivió el desarraigo tras ver desaparecer al barrio tal como lo conocía (así como la apropiación de diversas propiedades), con toda su fuerza y entramado cultural; nos comentaba también junto Beatriz Ramírez, cómo la organización dentro de la comunidad afrouruguaya había recuperado sólo algunas de las propiedades usurpadas casi a modo simbólico pero, aun así, cómo aquel desarraigo impuesto no pudo con la presencia cultural que a lo largo de los años ha buscado reflejar la historia de lucha y resistencias de su comunidad.

Tres fueron las jornadas de recorridos que buscaron volver a dialogar con los distintos sitios y marcas de memoria, del relato ignorado de la resistencia al Terrorismo de Estado. En estos encuentros se buscó volver a dialogar e instalar a este dialogo en la cotidianeidad del relacionamiento de las y los vecinos con el paisaje urbano, con su barrio. Se buscó además incluir puntos a visitar que reflejaran lo transversal de la destrucción por parte del Estado que involucró en su mira a distintos tipos de organizaciones y comunidades de nuestro país, a militantes políticos y sociales y a toda persona que pensara y actuara en pos del bien común y, sobre todo, a las y los más desprotegidos. 

Tal como los rescataba Antonia Yañez en el primer recorrido y se hizo énfasis en ello después, la comisión organizadora de estos encuentros pudo ver el peso y la importancia de contribuir a la institucionalización del trabajo en torno de las marcas y sitios de memoria, y con ellas, de la propia historia, tantas veces desconocida en marcos de institucionalidad. 

Las marcas podrían quedarse como inertes espectadoras del paisaje pero la necesaria resignificación hizo y hará a la creación de este tipo de encuentros. La resignificación en sí misma también es producto de un proceso histórico reciente que de a poco la ha validado, es decir, que busca sacar los procesos de repensar nuestra memoria histórica de un plano de solemnidad y dar paso a su transformación. La posibilidad de acercarse a las historias vividas en aquellos años desde un lugar que busca humanizar relatos tantas veces descreídos por una parte de la sociedad, relatos de lo cotidiano, de los que unen toda diferencia en su simpleza, humaniza hasta las propias historias de lucha. Caminar por las calles en las que tiempo atrás, como hoy, los y las estudiantes se manifestaron en reclamo de sus derechos, caminar a diario por donde antes se asesinó y secuestró con el apaño del Estado, saber dónde vivieron o dónde estudiaron esas personas, conocer dónde trabajaron, conocer poco a poco de sus oficios, gustos, familias, amigos, más temprano que tarde, nos presta su piel y da paso a la generación de nuestras propias memorias, y así invita a que formen parte de nuestras identidades personales, colectivas, barriales.

La memoria colectiva, las memorias, son procesos en movimiento y es necesario aceptar a estos procesos en pos de la búsqueda de la verdad. Es en ese sentido clave el rol de las nuevas generaciones, los y las jóvenes haciendo suya la historia con la misma validez que aquellos y aquellas protagonistas primeros de la resistencia. Es clave que, desde los diferentes espacios que nos toque habitar, organizaciones sociales, organizaciones estudiantiles, sindicatos, comisiones de vecinos o concejos vecinales, impulsemos este tipo de actividades que acerquen a todas y todos e inviten a apropiarse de su propia historia.

[1] – “Guía de lugares de memoria del pasado reciente en Uruguay” – Grupo de Trabajo Verdad y Justicia / Secretaría de Derechos Humanos para el Pasado Reciente / IMPO – 2019.

[2] – “Recorridos por la Memoria” – https://municipiob.montevideo.gub.uy/recorridos-por-la-memoria -2022

[3] – “ALBA – Audioguía de las Memorias del Municipio B” – https://municipiob.montevideo.gub.uy/alba-audiogu%C3%ADa-de-las-memorias – 2021