El paso del tiempo no pudo silenciar definitivamente en nuestras cabezas aquella melodía que, repetida hasta el hartazgo durante la campaña electoral de 2014 en su versión rap, pretendió barnizar de “modernidad” ideas viejas asociadas a minoritarios intereses. Distinta fue la suerte que corrió la bandera-slogan de “por la positiva” que rápidamente pasó al olvido en virtud de que sus mástiles se redirigieron hacia el ejercicio de una ferviente “odiosición”, como escuché en alguna recorrida por el interior de nuestro país.
La imposibilidad de sincerar un proyecto político por riesgo de que las grandes mayorías no lo acompañen debido a la dimensión excluyente de su propuesta, y el malestar de sentir que hace 12 años un grupo de «latas», «tupas» y «bolches» le usurparon un espacio que consideraron toda la vida propio, ha llevado a los partidos tradicionales de nuestro país a expresar su cólera cada vez más fervorosamente y a no escatimar agravios e insultos, incluso a riesgo de desprestigiar la política toda.
Acompañando el clima de época, desde las redes sociales han brotado centenas de “trolls” (cuentas falsas) con el único objetivo de ridiculizar, ofender y hasta insultar a cualquier frenteamplista que comparta una idea relacionada con la democratización de nuestra sociedad y trasluzca un proyecto emancipatorio que se oponga al reino del mercado. Para este tipo de concepción de la vida y el mundo, “las sombras” siempre constituyeron los espacios privilegiados de actuación.
La «lógica twitter» en la que todo se resume a 140 caracteres y en la que la eficacia de un mensaje se mide por el grado de retweets y no por la capacidad de interpelar a la sociedad y avanzar en conciencia, le ha sustraído lo fundamental a la discusión política: las ideas. Todo parece resumirse a un juego de vanidades y confrontaciones personales en la que los proyectos y los colectivos parecen desaparecer.
Hoy, haciendo gala de su culto a la política de los gestos, las poses y la imagen, parece guiar al Partido Nacional aquel viejo refrán que sostiene “haz lo que yo digo pero no lo que yo hago”. Es que por momentos, y por la lógica centralista de nuestro país, parecemos olvidar que, independientemente de la oposición política que ejercen a nivel nacional, son gobierno departamental en dos tercios de nuestro territorio.
Al tiempo que alzan la voz reclamando el achicamiento del Estado, alzan las manos en las Juntas Departamentales en las que son mayoría votando la creación de centenares de cargos de confianza y de designación directa para cumplir con sus promesas clientelares durante las campañas. ¿Es justificable acaso que en la intendencia de Soriano las designaciones directas durante 2016 hayan superado en 8 veces a las de Montevideo1?
Queda claro que en lo ético no existe una estrategia de diferenciación con el Frente Amplio o una ostentación de superioridad, sino tan solo una suerte de denunciología que busca marcar inconsistencias (que no deberían existir) a la interna de la propia izquierda para dar lugar a la desconfianza, el descrédito generalizado y el desaliento ciudadano.
Es que las fuerzas de la derecha no pueden testimoniar con su ejemplo formas éticas de gobernar. ¿O será ético que el intendente Antía haya designado a 2 yernos y una nuera como cargos de confianza en Maldonado? Hacen de los vicios privados naturalizados en sus empresas vicios públicos. ¿Con qué autoridad moral se pretende responsabilizar al MIDES y al MSP siendo que quien perpetró las violaciones a los derechos humanos de una decena de ancianos confinados en un galpón fue su candidato a alcalde de Río Branco?
Los mismos que han reclamado o advertido en reiteradas ocasiones sobre la inconstitucionalidad de leyes o proyectos tendientes a democratizar la sociedad, hoy nada dicen de la flagrante inconstitucionalidad que se está perpetrando en el departamento de Treinta y Tres por la incompatibilidad de funciones del nacionalista Ramón Da Silva que actualmente se desempeña como intendente interino.
La reversión de las conquistas de estos 12 años es su faro y hoy los conservadores se encolumnan tras una juntada de firmas para derogar la Ley de Inclusión Financiera, que sin lugar a dudas tiene aspectos mejorables, con el único objetivo de volver a la informalidad que campeó en nuestro país hasta 2005.
Retomando la metáfora musical del comienzo, basta observar lo que está sucediendo en la región para deducir que lo suyo es un auténtico “remix” de los 90. La prudencia que tenemos desde la izquierda para avanzar y profundizar con nuestro proyecto, ha faltado a los gobiernos de la derecha regional y vernácula, que no han dudado en acelerar e ir a fondo a la hora de arrasar conquistas y derechos de nuestros pueblos. Sólo con conciencia de nuestros logros, escucha activa, autocrítica, creatividad, movilización y coraje político para implementar nuestro programa de cambios, podremos detener esta ofensiva.
1 – Nota publicada en La Diaria el día 23 de junio de 2017
*Secretario de Interior
Partido Socialista de Uruguay
Frente Amplio