Guardó silencio porque no quería molestar. Pero asegura que sabe perfectamente lo que está viviendo el ministro del Interior, Eduardo Bonomi, porque ella estuvo ahí.
La senadora del Partido Socialista Daisy Tourné recibió a Búsqueda en su despacho del Parlamento porque siente que es momento de decir algunas cosas sobre seguridad pública: que el gobierno debe dejar de pensar que solo con “más penas” o más policías el tema se resuelve; que el Frente Amplio está enfrascado en disputas internas que no le dejan discutir sobre los grandes temas; y que es momento de un sinceramiento de todo el sistema político y trabajar el problema con humildad y de forma integrada.
Se hicieron cosas, pero “hemos perdido tiempo”, dijo Tourné, quien lideró el Ministerio del Interior entre 2007 y 2009, durante el primer gobierno de Tabaré Vázquez.
—¿Cuál es la gravedad real de lo que está ocurriendo hoy en el tema de la seguridad?
—Tengo la percepción de que aumento delictivo no hay. Creo que lo peor son los discursos políticos hacia la ciudadanía. Hay una disputa entre nosotros, los políticos, que contempla muy poco el sentir de la gente. Estamos en un juego político para ver quién es más crack y la gente está sintiendo que no hay contención hacia sus necesidades. Eso es grave. Ha habido muchos avances en la profesionalización de la Policía, pero el problema es que el sistema político y en todas las instituciones, se sigue muy apegado a lo que llamo “el policiamiento de la seguridad”. En el sentido de que la seguridad es una herramienta exclusivamente de la Policía y ahí es donde le erramos al bizcochazo. Está faltando la parte social: la continencia a la gente. La ciudadanía no siente contención y se siente muy prisionera del miedo.
—La ciudadanía tiene problemas de seguridad concretos.
—Sí y se tienen que atender. Pero no podemos dejar de lado la parte social, porque el tema de la seguridad se debe atender de forma integral. Y eso no está ocurriendo. Es tarea de la Policía la represión del delito y la búsqueda de pruebas para esclarecer los casos. Y la otra parte de la película es que no sigamos incentivando la sociedad del individuo aislado sin contención. Hoy no está esa discusión. El sistema político está en una discusión que no conduce a nada, una discusión política partidaria interna para ver quién es más genial.
—¿Cree que es momento de “bajar la pelota al piso”?
—Para mí es momento de ejercer la política con “P” mayúscula. Con grandeza y humildad, y omnipotencia lo más reducida posible.
—¿Ejercer la política desde dónde? Después de discutir y negociar, hay un momento en que se necesitan respuestas concretas y el Poder Ejecutivo es el que tiene la iniciativa.
—Desde el sistema político en general. Dejar las discusiones para captar la opinión pública. A veces, con la mejor intención del mundo de encontrar acuerdos, concedemos cosas que no resultan, en la práctica, en mayor seguridad, que no tienen el efecto que espera la gente. Y al mismo tiempo se desarma una estrategia planeada y planificada de tiempo atrás.
—¿Por ejemplo?
—Entrar en los aumentos de penas. Nosotros los socialistas hemos tenidos algunos reparos, somos muy frenteamplistas y nunca vamos a trabajar en contra de las propuestas de nuestro gobierno. Le colocamos al Ministerio del Interior un fardo que lo excede, no alcanza con lo que el Ministerio haga para terminar con esta sensación. Se ha hecho mucho, pero además del trabajo policial, las políticas sociales y de inclusión son muy importantes. Con la teoría del aumento de penas, las rapiñas deberían haber decrecido. Con esa imaginación, esa fantasía, de que el delincuente va y lee el Código Penal antes de hacer el atraco… Sin embargo, no pasó. Y las rapiñas aumentan y aumentan y aumentan con el paso de los años. Cada vez que se discute sobre seguridad parece que lo importante pasa por: “Aumentemos las penas, aumentemos las penas, aumentemos las penas”.¡Nada! No ha revertido un solo número el aumento de las penas. Y es hora de que lo reconozcamos. Está la prueba, yo no estoy diciendo un invento.
—Al principio el Frente Amplio era más reticente al aumento de penas. Hoy ha flexibilizado esa posición y hay varios proyectos en discusión y otros aprobados con esa línea. ¿Fue producto de la falta de resultados?
—No lo sé. Siempre hablamos de la eficiencia y la formación policial, de las mejoras de las condiciones de trabajo. El Ministerio del Interior es un lugar de enormes tensiones y de enorme dificultad. Quien ocupa ese lugar tiene la tensión de la ciudadanía que demanda, de los partidos políticos que hostigan, que colaboran poco y hostigan mucho. Y del gobierno, claro. Como es obvio, lo que todos queremos cuando ejercemos el gobierno es tener resultados que contemplen las expectativas de la ciudadanía, pero lo que yo creo es que hay que sincerarse. Hemos perdido tiempo por la opción del policiamiento de la seguridad.
—¿Tiempo perdido en el combate a la inseguridad?
—Tiempo perdido en atender el tema de forma más global, no solo desde lo policial. Se trató: en el período pasado, el ministro Bonomi mandó un plan integral, pero después volvemos a caer y arrancamos por el camino del policiamiento. Que hay que mejorar los niveles de represión no tengo duda, pero van a pasar 200.000 años y esto va a seguir si no se trata integral. Está claro que el delito hay que reprimirlo, para eso está la Policía, pero creo que a la ciudadanía hay que darle oportunidades de inclusión solidaria a nivel comunitario.
—¿Por qué?
—Lo mejor es escuchar a la gente para esgrimir estrategias que se adecuen a la realidad del barrio. Hay que trabajar en las comunidades. No desde el punto de vista solo represivo como solución. Porque en la medida en que se incrementa el miedo, va a venir el reclamo de la pena de muerte; no tengo duda. Es aquello del “ojo por ojo”. En esa línea nos vamos a quedar todos ciegos, como decía Gandhi.
—¿Está observando que esa posición está creciendo en la sociedad uruguaya?
—A mí me preocupa. Porque cada vez permea a más sectores la idea de la alteridad como un riesgo: eso de que el otro es mi enemigo. Y esas cosas son profundamente culturales. Si no las explicitas, si no se hablan y se ponen en el tapete, se van solidificando como matriz.
—¿Dónde están discutiendo eso?
—No lo estamos dando en ningún lado. Y yo doy esta nota porque me siento muy responsable. Porque como en algunas cosas no me siento comprendida a veces, y no queriendo molestar, quiero ayudar, he guardado silencio. Y ahora me siento un poco responsable. Tampoco voy a andar predicando por todos lados. Hablo y me callo.
—En el último tiempo el Frente Amplio se dedicó a otras discusiones. Desde cambios de fecha en la elección interna, elección de vicepresidencias, hasta si se acepta un TLC con Chile o no. ¿Por qué han postergado la discusión sobre seguridad?
—Estamos en un internismo del poder. Estamos muy distraídos. Nos focalizamos en quién va a estar acá, quién va para allá, cuántos tenemos en este lado, cuántos en el otro… Los temas importantes no los amasamos profundamente y después tenemos una ciudadanía que demanda. Cuando te ocupás todo el tiempo en el internismo y los problemas de poder, elaborás poco. Y tenés pocas respuestas para dar. Sé que son temas que duelen, pero hay que enfrentarlos. El Ministerio del Interior no ha tenido nunca el presupuesto que tiene ahora, ha tenido aciertos, pero me parece que tenemos que dar un salto en calidad. Y creo que lo debería hacer el sistema político.
—Hoy el ministro Bonomi está siendo fuertemente cuestionado. Usted pasó por una situación similar. ¿Cómo observa la situación del actual jerarca?
—Es terrible. Por eso siento como un compromiso de no dejar solo al Ejecutivo. Porque tampoco de la hostilidad y la descalificación se consigue nada. Quienes están en esa situación están mirándose el ombligo y lo crack que soy cuando insultan a Bonomi y lo ponen en jaque. Porque el Ministerio del Interior es una papita para poner en jaque, por las situaciones dificilísimas y tensiones de todos lados. Si políticamente ese es mi objetivo, es creer que la ciudadanía es tonta. La gente se puede entusiasmar un poquito con un discurso combativo contra el ministro de turno, pero eso no va a traer resultados.
—Con tantos cuestionamientos, durante tanto tiempo y en reitera ocasiones, ¿cree que Bonomi está en condiciones de ejercer su tarea?
—Es una situación terrible. Yo no quiero…
—Pero usted estuvo en sus zapatos, de alguna manera. Usted pasó por un caso similar.
—Sí. No me gustaría estar en sus zapatos. Yo estuve ahí, por eso sé lo que es. Y mis queridos policías, con los que me encuentro, me dicen que vuelva. Y ni loca vuelvo. No tengo temple. Me gusta el tema pero no vuelvo. A mí me parece que su salida, como reclama parte de la oposición, no soluciona nada. Lo que deberíamos hacer es un sinceramiento y si realmente queremos acordar, acordemos. ¿No queremos acordar? Bueno, que sea una guerra política entonces. Pero marcar perfil solo con el objetivo de ganar las próximas elecciones, eso justifica la desconfianza de la ciudadanía en el sistema político. No estoy señalando errores, pero seguimos en la línea del policiamiento de la seguridad. Y esto es un problema multicausal y complejo. Yo me hice famosa con aquella frase de que el sueño de los uruguayos era tener un policía en cada puerta de su casa. Así pudiéramos conseguirlo, ni con eso se arregla el problema. ¡Estoy segura que no se arregla!
—¿Cómo analiza los cacerolazos que ocurrieron en reclamos de seguridad?
—Es un acto de protesta, la gente salió a protestar. Y está bien que salga a protestar. Lo que no está bien es que se utilice políticamente. Ya sea desde parte de la oposición, para justificar su pedido de renuncia de Bonomi, como también desde los que se defienden analizando los reclamos por el barrio del que vengan los cacerolazos. En Pocitos y Carrasco tienen derecho a protestar. Sí me parece mal el discurso partidario, político y demagógico que se hace en el sistema político sobre las expresiones de la gente; de los dos lados.
13 de octubre 2016