Senadora Mónica Xavier, Secretaria General del Partido Socialista
Contra todos los pronósticos, Uruguay volvió a ganar. Principios y determinación fueron las armas que doblegaron a la más poderosa multinacional del tabaco. El pasado 8 de julio, se dio a conocer un histórico laudo para nuestro país y para el mundo: Uruguay venció en la demanda que le había interpuesto la multinacional Philip Morris. Todas las pretensiones de las industrias tabacaleras fueron rechazadas por un tribunal arbitral internacional.
La propia Organización Panamericana de la Salud (OPS) envió su reconocimiento al Presidente de la República, Tabaré Vázquez, por el resultado del litigio impulsado por Philip Morris sobre las regulaciones para el control del consumo de tabaco que Uruguay implementó. La decisión “refuerza el derecho soberano de los Estados de proteger la vida y la salud de sus poblaciones sobre los intereses comerciales”, afirma la misiva.
“Esta decisión no sólo es un reconocimiento a los esfuerzos continuos de Uruguay por proteger a su población contra el consumo de tabaco y la exposición al humo de tabaco ajeno, sino que también sienta un precedente y un llamado a todos los países a implementar estas medidas sin miedo a violar ningún tratado, pese a los reclamos de la industria tabacalera”, señaló en la misma carta la directora de la OPS, Carissa F. Etienne.
Así demostramos – una vez más – la convicción de una nación que no se deja amilanar, así sea que haya que enfrentar la embestida de una multinacional de dimensiones y poder siderales. Por el contrario, fuimos para adelante con razones y mucha garra para defender la salud, la vida y también nuestra soberanía. Y las principales potencias balconearon.
Ganar esta demanda es mucho más que un asunto de dinero, es parte de la misma política que, desde el primer día de gobierno progresista, se emprendió para combatir contra este flagelo. Fue así que se tomaron medidas como establecer espacios públicos cerrados 100% libres de humo de tabaco, prohibir la publicidad y aumentar los impuestos a la venta de cigarrillos. Sumado a ellas hubo una cantidad enorme de acciones coordinadas que permitieron que, por ejemplo, registremos un impresionante descenso del consumo en adolescentes, cuya prevalencia bajó de 23 % en 2006 a 8 % en 2014.
Y continuaremos en la lucha frontal contra la epidemia del tabaquismo, que cobra miles de vidas de compatriotas año a año, y millones de otras tantas personas en el mundo. Asimismo ratificamos el compromiso en profundizar las medidas hasta la total instrumentación del Convenio Marco para el Control del Tabaco.
Estos resultados nos demuestran de lo que somos capaces. Y nos tienen que dar impulso para lograr conjugar una férrea voluntad de progreso. Debemos zanjar diferencias: no podemos perdernos en maratónicas y mediáticas discusiones que en nada contribuyen al bienestar de la gente. La política y el desarrollo de una nación están estrechamente vinculados. Es una cuestión colectiva que no resuelve ninguna actitud de permanente negativa a absolutamente todo.
El país de la turbulencia no le sirve a ningún niño, a ningún joven, a ningún trabajador, ni a ningún emprendedor, y ya no admite más dilatorias la llegada del tiempo en que todos los políticos también nos demos cuenta de ello. Eso de girar en redondo entorno a impotencias es una mala disposición táctica para los intereses del país. Allí es cuando nos alejamos de la ciudadanía y una de las causas por la cuales nos observa con incremental escepticismo.
Si somos capaces de ganarle la demanda que nos hizo la principal tabacalera del mundo, si somos capaces de descender la adicción al tabaco en nuestros jóvenes, también tenemos que juntar fuerzas para dejar de lado mezquinas disputas y empeñarnos en que nuestra nación finalmente logre el despegue que anhela desde hace largo tiempo. Es una cuestión de actitud.
Fuente:Prensa90
12 de julio 2016