Entrevista a Sofía Pastorino

«Hay que innovar en la construcción de una mística militante»

Hemisferio Izquierdo (HI) – Cayó el muro de Berlín, de a poco se diluye el ciclo progresista en América Latina, ¿cuál es el horizonte histórico para orientar la militancia hoy?

SP: El horizonte político sigue estando intacto: el de una América Latina justa y solidaria, donde el ser humano esté en el centro, donde no existan ni explotados ni explotadores, donde el poder se ejerza desde abajo, en organización, reflexión, crítica y lucha permanente. Esto no será posible si no logramos superar la balcanización de nuestros pueblos y construir una América Latina unida, diversa, sustentable, soberana, fortalecida en sus Democracias, en sus sistemas jurídicos, en sus garantías para los ciudadanos y ciudadanas.

La militancia debe ser transformadora

Reflexionar sobre las claves para orientar la militancia nos remiten a una pregunta obvia: ¿cuál es el objetivo de militar hoy?  ¿que gane el Pacha o Miranda las elecciones del Frente Amplio?, ¿ganar el gobierno en 2019? ¿o ser parte del proceso de transformación de la sociedad uruguaya y de las sociedades latinoamericanas desde abajo? Gobernar en un país es muy importante, pero estoy convencida de que las transformaciones verdaderas no van -o pueden- provenir sólo de la institucionalidad. La militancia debe ser transformadora. Así que en primer lugar, hacer política hoy implica reivindicar la militancia en el territorio y orientarla en el sentido de luchar por transformar profundamente cada rincón, las relaciones humanas, la cultura, los valores.

 En segundo lugar, como revés de la fragmentación que sufren nuestras sociedades latinoamericanas, del terror al desconocido y de la cristalización paradójica de la idea de que el enemigo público está en los barrios pobres, en los jóvenes, la militancia debe apuntar a restablecer la unidad de la clase trabajadora, de un bloque popular que integre a los excluidos en un proceso consciente y reflexivo para protagonizar los cambios. Debe fortalecer a las personas en la escala comunitaria para prefigurar en distintos territorios -físicos o simbólicos- la sociedad que queremos. Se trata de recomponer las redes sociales desgastadas por el discurso mediático del terror para construir poder desde abajo.

En tercer lugar, creo que es necesario volver a hacer política desde el sentir, desde los sentimientos de injusticia, de amor y empatía. Desde las ganas de hacer algo concreto en el plano material -reconstruir una casa en Dolores- y en el plano simbólico y de las ideas: compartir un cuento, un texto o una canción que vincule el hacer, sentir y pensar. Orientar la militancia en un sentido que unifique estas tres dimensiones convocaría a muchos más a ser parte de nuestro proyecto. Es necesario lograr que la gente se identifique con nuestro proyecto, porque el mismo esté cargado de contenidos, de ideología, de personalidades históricas, de mística. Nuestro proyecto es esencialmente humano y entiende que el amor, la ternura, la justicia, la libertad no son unslogan sino la fuerza que nos convoca a construir algo distinto. Se trata de dar la batalla en el plano de la semiótica, que como señala Félix Guattari(1), es un componente sustancial que agencia la producción -maquínica- de subjetividad.

 Orientar la militancia hoy, a meses de la llegada de Macri y Temer al poder, necesariamente significa multiplicar los esfuerzos para fortalecer las relaciones en América Latina abandonando cualquier duda. La construcción de la Patria Grande no puede ser una utopía, es una condición para existir en un mundo que tiende a agruparse en Estados continentales.

La militancia debe apuntar a restablecer la unidad de la clase trabajadora

 HI – Durante el siglo XX convivieron diferentes perspectivas estratégicas: el foquismo, los planteos insurreccionalistas, los frentes populares policlasistas y la tesis de la “revolución democrático-burguesa”, ¿cuál es la estrategia en el Uruguay del siglo XXI? ¿Alguna experiencia histórica clave o algún material para pensar este asunto?

SP: Sin lugar a dudas, el horizonte es el fin del capitalismo y hacia allí hay que caminar. Evaluar la estrategia y la táctica hoy implica reflexionar sobre qué pasos están antes o después y en qué momentos, si hacer frente a un foco o a múltiples. A priori, se podría pensar que si el capitalismo y la modernidad son líquidos -como señala Bauman-, entiendo que la ofensiva de la izquierda debe estar en permanente transformación y en todas las escalas (internacional, estatal, social, comunitaria).

 El economista Claudio Katz, justamente analiza los procesos populares y sus etapas en América Latina(2). Del mismo se desprende que los movimientos de izquierda con pretensiones profundamente transformadoras y revolucionarias, una vez en el poder han cambiado -además del sistema económico- dos aspectos: la Constitución y la educación. De manera que en el presente siglo, en un Uruguay inmerso en el sistema capitalista, con un gobierno progresista, existen en el corto plazo dos mojones claros. Es imperiosa la transformación revolucionaria de estos dos elementos superestructurales que tan fuertemente condicionan y sostienen el actual estado de las cosas.

Debemos desde la izquierda ensayar dispositivos educativos que inviten a cooperar y a valorar distintos saberes

 La Constitución de la República Oriental modela y produce una subjetividad asociada a la propiedad privada y el valor de tener, al mismo tiempo que nos frena para avanzar en lo que nosotros entendemos como Justicia. Asistimos a una Constitución que privilegia de forma inescrupulosa los intereses de la clase dominante y si pretendemos avanzar, debemos transformarla. Hoy en día, si un empresario quiere comprar la tierra donde se levantó un asentamiento, tiene todo el derecho de hacerlo y los ciudadanos y ciudadanas que allí construyeron son desalojados. Necesitamos una Constitución que tenga en el centro a los hombres y mujeres, que promueva la justicia, que fortalezca al Estado y que esté orientada a la clase trabajadora.

Al mismo tiempo, la reforma educativa que necesitamos requiere empezar a construir las bases de la sociedad y el mundo que queremos. Por eso, debemos desde la izquierda ensayar dispositivos educativos que inviten a cooperar y a valorar distintos saberes. Pero además, una verdadera revolución educativa debería remover los cimientos de la educación, reivindicando los desarrollos de pedagogos y educadores latinoamericanos, con sistemas pensados desde la realidad latinoamericana para la realidad latinoamericana. Debería reconstruir un relato latinoamericano de nuestra Historia y de nuestra Historia reciente, que motive la reflexión, la pertenencia, la sensibilidad y la cultura desde nuestro continente. Debería revisar viejas prácticas instaladas por los militares y transformarlas en nuevos actos fundadores de alternativa.

 HI – Tal parece que en las últimas décadas, más que por la represión abierta, las élites han ejercido la dominación por su capacidad para manufacturar consensos y universalizar sus intereses, dónde el poder mediático es un actor clave. En este nuevo escenario, ¿qué queda en pie de las tradiciones de lucha de la izquierda y en qué hay que innovar?

 SP: Queda la convicción. Quedan los libros, la reunión que nuclea a diferentes para reflexionar, co-pensar y construir síntesis. Quedan el impulso y los ideales que originaron los comités de base, queda la marcha, la ocupación, la huelga, la historia, nuestros desaparecidos y la exigencia de verdad y justicia. Quedan en pie, y deberíamos reivindicar aún más la unidad de acción y la lealtad, no permitir que pasen, que nos quiebren, que nos hagan dudar.

 Por otro lado, creo que hay que innovar en la construcción de una mística militante, en un discurso alternativo y “corajudo” que convoque a jóvenes y viejos a trabajar por otro mundo. Y en esto la izquierda debe dar la pelea en serio en el plano de los medios de comunicación, porque en la actualidad quien controla los medios tiene a su merced gran parte de la producción de subjetividad. Frente a una derecha organizada en el continente, asociada a los medios masivos de comunicación y de muy ágil recomposición, en la izquierda hay que innovar en los tiempos, en las velocidades para procesar discusiones y pasar a la acción. En un mundo con tantas posibilidades y mecanismos para la información hay que avanzar en la comunicación “inter” e “intra” movimientos -sindicatos, cooperativas, movimientos y partidos radicados en distintos países- promoviendo la unidad de acción ante la arremetida de la derecha en cualquier espacio.

(1) Caosmosis: acerca de la producción de subjetividad

(2) Las disyuntivas de la izquierda en América Latina (2008)

 Sofía Pastorino es edil montevideana por el Partido Socialista.

 HEMISFERIO IZQUIERDO
7 de junio 2016