Por: Andrea Perrilli
“LO MÁS GRANDE QUE HA LOGRADO EL PUEBLO BOLIVIANO ES RATIFICAR LA VIGENCIA DE UN PROYECTO POLÍTICO”
En octubre del año pasado, un golpe de Estado sacudió a Bolivia y a la región. Con el aval de actores locales e internacionales, y el silencio de otro tanto ante la injusticia, un gobierno ilegítimo se instaló, librando una ola de violencia y miedo hacia el pueblo boliviano.
Para las generaciones más jóvenes, aquello que aparecía en las páginas de los libros de historia o salía de la boca de los mayores se materializaba: las imágenes del presidente Evo Morales teniendo que exiliarse luego del golpe y la represión del gobierno de facto llegaban casi en simultáneo a través de las redes sociales. Para los más grandes, los días más oscuros volvían a asentarse en la región.
Pero si hay algo que la historia ha demostrado en repetidas ocasiones es que los pueblos saben imponerse ante quienes pretenden instalar el miedo. Y así fue como el pasado domingo 18 de octubre, un año después de que el terror tratara de instalarse en Bolivia, el pueblo depositó su confianza en Luis Arce y David Choquehuanca para que el Movimiento al Socialismo (MAS) volviera al poder luego de ser arrancado vilmente.
Adriana Salvatierra, senadora por el MAS, destaca la importancia de “celebrar la victoria como un acto de heroísmo y coraje del pueblo boliviano”. En una charla telefónica, días después de que el MAS obtuviera un histórico triunfo con el 55% de los votos, relata que la victoria “derrumba algo de lo que nos acusaron injustamente, salda una injusticia histórica”.
Sobre todas las cosas que los resultados de esta elección demostraron, la victoria del MAS “les quita la máscara a esos organismos internacionales, como la Organización de Estados Americanos, que promovieron el golpe de Estado, construyendo el relato de un fraude, que terminó acabando con vidas en nuestro país”.
La instalación de un gobierno ilegítimo, con la complicidad de múltiples actores, causó estragos en la vida democrática de Bolivia y graves heridas en la sociedad, “ocasionó muertes, luto, ocasionó dolor, ocasionó un proceso profundo de separación en nuestro pueblo, de disputa, de enfrentamiento”, narra la senadora del otro lado de la línea.
El régimen de facto pretendió reinstalar el miedo en el país andino, pero para Salvatierra “muchas cosas contribuyeron a perder el miedo. Fundamentalmente, las que estuvieron vinculadas a la pérdida de los derechos más esenciales que hacen la vida del ser humano”. Además, el gobierno ilegítimo de Jeanine Áñez tuvo una pésima gestión de la crisis sanitaria por COVID-19 (Bolivia contabiliza más de 20.500 fallecidos); además, el año escolar fue suspendido (casi tres millones de niños quedaron sin estudios), y una crisis económica arrojó a más de un millón y medio de bolivianos a la pobreza y extrema pobreza.
“Entonces eso te hace perder el miedo: la pérdida de determinados derechos”, dice firme la senadora. “Mira, la gente con la crisis sanitaria y los pésimos meses de gestión de Jeanine Áñez, pudo contrastar cómo estaba hace un año y cómo está ahora”.
La campaña que llevó adelante el MAS tuvo como bandera devolverle al pueblo boliviano la esperanza, “se concentraba en la esperanza de la recuperación y la reactivación económica, y el cese de la hostilidad del Estado hacia los territorios, hacia los movimientos sociales, hacia las protestas sociales de nuestro país.
“Mientras opositores como Carlos Mesa y Luis Fernando Camacho debatían quien era el mejor opositor al Movimiento al Socialismo, nosotros nos empezamos a preocupar por construir un programa de gobierno que le diera certidumbre a la ciudadanía de la posibilidad de recuperar la estabilidad y el crecimiento económico”.
El camino no fue fácil para el MAS, con intentos de proscripción, deslegitimación, y persecución a sus dirigentes y militantes a la orden del día, por parte del Estado, grupos fascistas, e incluso el silencio cómplice de los medios de comunicación. “Hubo acusaciones de terrorismo, sedición, que llevaron a muchos de nuestros compañeros a la cárcel”, cuenta Salvatierra. “Todos hemos enfrentado esa violencia: desde el militante de base, hasta el dirigente político con la responsabilidad más alta”.
Justamente, las imágenes de la senadora tratando de ingresar a sesionar mientras era reprimida por la policía fueron de las primeras que se viralizaron en las redes sobre la violencia que ejercía la dictadura en Bolivia. “Tenemos un compañero que fue a la cárcel por organizar grupos de WhatsApp en Santa Cruz”, habla del caso del militante Mauricio Jara, calificado por el régimen como guerrero digital. “La exjefa de gabinete del presidente Morales, Patricia Hermosa, perdió a su bebé en la cárcel, acusada de terrorismo y sedición por solamente el hecho de tener los documentos de Evo Morales para inscribirlo en una candidatura”.
En cuanto a los medios, Salvatierra dice que “los grandes medios de comunicación deliberadamente callaron. Callaron con los muertos, en las masacres de Senkata y Sacaba, callaron con la ilegalidad del gobierno, callaron con la torpeza con la cual fue manejada la crisis sanitaria”. Pero reconoce que también estuvieron aquellos medios que sí intentaron mostrar la dura situación a la que era sometido el pueblo boliviano: “estamos profundamente agradecidos con aquellos que permitieron visibilizar el dolor que existía en nuestro país después de las masacres y los asesinatos, muertes que pudieron ser evitadas”.
También destaca el accionar de los presidentes Andrés Manuel López Obrador y Alberto Fernández, quienes le dieron asilo a Evo Morales, emitiendo un fuerte mensaje hacia la unidad regional. “La tarea que tenemos en este momento es volver a articular y recuperar esos mecanismos de integración que en su momento lograron no solamente consolidar la relación entre gobiernos progresistas, sino contribuir a la unidad real de Latinoamérica”.
Son muchos los logros que Salvatierra enumera de esta unión fraterna de los pueblos latinoamericanos: “Lograron construir espacios de unidad prescindiendo de la sombra norteamericana, y formular alternativas de intercambio que no solamente pasaban por el comercio y el libre mercado, sino fundamentalmente haciendo énfasis en la complementariedad y la integración solidaria de los pueblos.
“Es el momento para retomarlos, para construir desde ellos, y para reafirmarlos como espacios de una integración latinoamericana con respeto a la soberanía y con el ejercicio de la solidaridad como eje transversal en la relación de los pueblos”, resume, cuando la conversación se posa en la construcción de una Patria Grande por la que muchas generaciones y personajes a lo largo de los tiempos han bregado, trabajado, y promovido.
Cuando la charla vuelve a encauzarse en la victoria de la fórmula Arce-Choquehuanca y de todo el Movimiento al Socialismo, para devolverle la democracia que le fue arrebatada al país, Salvatierra reafirma de forma contundente que “volvimos no solamente al gobierno, volvimos a recuperar la esperanza del país”. Contra el miedo que el régimen buscaba instalar y los múltiples actores en contra, el pueblo volvió a depositar su confianza en el movimiento político que dignificó la vida de bolivianas y bolivianos: “Lo más grande que ha logrado el pueblo boliviano es ratificar la vigencia de un proyecto político”.
Luego de un año de oscuridad, volvió a salir el sol en Bolivia, y con él la esperanza de un pueblo duramente golpeado. Pero los victoriosos no buscan revanchismo ni tienen sed de venganza, aunque sí creen que debe existir justicia para aquellos que perdieron la vida peleando por los que les fue arrebatado.
Para el Movimiento al Socialismo, las prioridades y responsabilidades están en mejorar las condiciones de vida de sus compatriotas: “A nosotros no nos mueve la revancha. Es tal la responsabilidad que tenemos al frente, que nuestra principal ocupación es en lo inmediato saldar la situación económica de las familias bolivianas. Y será costoso, demorará un tiempo, pero tenemos la certeza de que podremos trabajar en aquello”.