Elena Quinteros, maestra de la libertad

Escribe Gonzalo Civila, Secretario Gral. del PS

Este mes de setiembre recordamos a Elena Quinteros. Junto con otras organizaciones sociales y políticas, el Partido Socialista se hizo presente en un homenaje lleno de sentido, y de futuro.

El homenaje a Elena tiene muchas dimensiones. El recuerdo de su vida y su desaparición forzada nos confronta con una enorme deuda de la democracia uruguaya, la de la impunidad, y se traduce en un reclamo permanente, sistemático, de verdad y de justicia.

También aparece con fuerza una dimensión muy marcada en el episodio de la Embajada de Venezuela: la de la solidaridad internacional que existió en esos momentos tan terribles del terrorismo de Estado en el país, y que estamos llamados

siempre a ejercitar con otros pueblos.

Pero ¿cuál es, en definitiva, la última palabra de este testimonio de Elena Quinteros?

Esa última palabra no la puede tener el terrorismo de Estado; no la puede tener desapareciéndola ni torturándola o violentándola. Tampoco la puede tener en nuestro recuerdo, por más que Elena sea un símbolo de la lucha contra la impunidad, por la verdad y por la justicia. La última palabra del testimonio de Elena, es esa que sigue viva y nos sigue convocando, es también la primera palabra de nuestras luchas: libertad.

Las detenciones de Elena Quinteros fueron varias: en noviembre de 1967, liberada al día siguiente; en octubre de 1969, presa hasta octubre de 1970; después viajó a

Buenos Aires, participó en el Congreso Fundacional del Partido por la Victoria del

Pueblo, y en 1976 la volvieron  a detener. Al mirar ese itinerario nos encontramos con mucha perseverancia, mucha convicción, mucha decisión. No fue una vez, sino muchas veces. Estaba muy advertida, sabía a lo que se enfrentaba y tomó la decisión, de vuelta, de seguir luchando. No era una inconsciente, era muy consciente de lo que hacía.

Hace unos días ví uno de los tantos testimonios de Tota, su madre, quien contaba que Elena decía que si a ella la metían presa, se iba a escapar. Efectivamente, dos veces salió luego de estar detenida, y la última, en la que no la liberaron, también con astucia ideó una historia para poder escaparse. Detrás de todo esto hay una insistente vocación de libertad, la misma que la llevó a integrarse a la Federación Anarquista Uruguaya. No estaba militando por cualquier cosa: estaba militando por la libertad.

Se ha bastardeado mucho la palabra libertad, desde ciertos liberalismos y ahora desde ciertos libertarianismos de derecha se la ha desfigurado y utilizado para fines espurios. Pero hay testimonios que son invencibles y encarnan en sí mismos un magisterio. Elena era una socialista libertaria. Luchaba por el socialismo, luchaba por la libertad y estaba convencida de que la lucha por el socialismo era la lucha por la libertad; no la libertad entendida como un ejercicio defensivo o pura y exclusivamente individual. Por el contrario, una libertad valiente y generosa, la libertad de hacer, la libertad de ser y la libertad que se traduce en una sociedad emancipada, en una sociedad donde todas las personas podemos ser libres: una libertad sin hambre, una libertad cimentada en una educación liberadora por la que también Elena luchaba, en contraposición a una educación disciplinadora, opresiva, pensada e impuesta por unos pocos. Es decir, la libertad de poder elegir en distintos momentos y dimensiones de la vida personal y colectiva el amor en sus muchas facetas, porque esta, su lucha, fue una lucha de amor, y lo sigue siendo. Esa libertad la portaba, la llevaba como testimonio y molestaba mucho, porque lo que tuvo enfrente Elena muchas veces, en el rostro y la acción de sus verdugos, era lo contrario a la libertad que es el miedo. En este caso el miedo de los que son dueños

de todo y temen a que les saquen aunque sea un poquito; el miedo de los esbirros de esos dueños de todo, que por dinero o por cualquier otra razón vinculada al poder defienden intereses mezquinos; el miedo de los que nunca pudieron ser plenamente libres y se llamaban “defensores de la libertad”.

En esta vocación libertaria de Elena hay algo muy importante a reivindicar para este

presente y para este futuro. Elena hizo mucho y podría haber hecho mucho más si no la hubieran desaparecido; y como Elena, otros tantos compañeros y compañeras de una generación que fue duramente golpeada por el terrorismo de Estado. Eso no fue casual, fue producto de un modelo económico y social que se vino a imponer a sangre y fuego. Fue producto del miedo de quienes sabían que no podían imponer ese modelo despótico si no era a costa de la vida de los otros y de las otras, sobre todo, de los que luchaban por la libertad.

Esta maestra del pueblo, que siempre vuelve, como se ha dicho en estos días en estas tan lindas consignas, es una gran referencia de la lucha por la libertad. Por eso también se eligió este momento, el del mes aniversario de su nacimiento -no el de su desaparición-, para recordarla. Por eso volvemos a pasar por el corazón una vida que sigue viva a través de estas luchas que nos siguen moviendo.

En noviembre de 1967 fue la primera vez que detuvieron a Elena. El 12 de diciembre de 1967 el Partido Socialista cumplía 57 años y hacía una semana que había asumido Pacheco Areco. Ese día el Presidente de triste memoria tomó la decisión de ilegalizar la Federación Anarquista Uruguaya a la que Elena pertenecía, al igual que a otras organizaciones, entre ellas, nuestro Partido Socialista de Uruguay, que sufrió su primera ilegalización antes de lo que sería formalmente la dictadura, en esta etapa en que también se aplicaba sistemáticamente el terrorismo de Estado.

No por casualidad se ilegalizó al Partido Socialista, a la Federación Anarquista Uruguaya y a otras organizaciones que, en conjunto, coordinaban acciones en ese

momento. También se ilegalizó a este semanario, El Sol, y a Época, otro medio en el que participaban varias de estas organizaciones y militancias.

Para nosotros y nosotras, socialistas de Uruguay, que obviamente nos sentimos

convocados por la memoria de todos nuestros compañeros detenidos desaparecidos, este homenaje tuvo y tiene un significado adicional: es el homenaje a una socialista libertaria; es el homenaje a una compañera que integraba una organización con la que también militantes del Partido Socialista supieron caminar en conjunto durante un tiempo, que fue ilegalizada simultáneamente con nuestro Partido.

Es un homenaje que nos convoca al futuro porque el miedo no le va a ganar a la libertad, la libertad va a seguir luchando y abriéndose paso a través de tantos testimonios y detantas vidas entregadas por esta causa.

En nuestro corazón encendido de luchadores sociales sigue viva Elena Quinteros, y

podemos decir juntos y juntas: ¡Arriba las y los que luchan por la libertad!