Escribe: Gonzalo Civila
El 11 de julio de este año el Comité Central del Partido Socialista definía las principales tareas de las y los socialistas uruguayos para la coyuntura. Entre ellas planteaba la siguiente: “proponerle al Frente Amplio y al conjunto del movimiento popular la creación de un espacio de coordinación entre todas las organizaciones sociales y políticas que se oponen a este modelo, que tenga entre sus primeras tareas el análisis y la difusión de las consecuencias de la ley de urgente consideración, recientemente aprobada, evaluando en unidad los caminos a tomar para enfrentarla”.
Esa definición y su formulación no eran caprichosas. En los meses previos nuestra bancada legislativa, junto con un amplio equipo asesor y en el debate político de los organismos del Partido, había analizado un texto plagado de iniciativas antipopulares, que desde el inicio caracterizamos, junto con todo el Frente Amplio, como una de las piezas esenciales del modelo regresivo del actual gobierno, orientado a los intereses de sectores muy poderosos del capital y con un fuerte componente autoritario y represivo.
En el curso del debate sobre esta norma a la interna del propio FA y en los ámbitos sociales e institucionales en los que pudimos hacerlo, insistimos con la necesidad de combinar un trabajo político y legislativo que permitiera por un lado atender las demandas de organizaciones y sectores sociales y evitar las peores consecuencias, y por otro asumir una clara y decidida confrontación al proyecto en general y a su columna vertebral, estructurada por artículos sobre aspectos penales y de legislación policial, educativos, económicos, referidos al uso de la tierra, y varios más, absolutamente contradictorios con los intereses de las mayorías sociales. En este marco, nuestra posición frente a artículos dudosos o que implicaran retrocesos siempre fue la de no votar, incluso cuando existieran antecedentes de nuestros propios gobiernos que pudieran tomarse como argumento para avanzar en esa dirección. Esta mirada, no siempre compartida por todas las compañeras y compañeros del Frente, se desprende de lo que hemos definido, en el acierto o en el error, como una forma de hacer oposición honesta, coherente y valiente.
Quienes desde el compromiso con una praxis de cambio social, creemos que la política no se agota en el Estado, y por el contrario sostenemos aquella máxima según la cual “las sociedades se transforman a sí mismas o no se transforman”, no podíamos dejar de considerar la posibilidad de seguir discutiendo la norma ya aprobada, obviamente divulgando información pero también explorando la posibilidad de recurrir a mecanismos de democracia directa para impugnarla. Nuestra declaración de julio sin embargo hacía referencia a un objetivo aún más amplio: crear un espacio de coordinación entre todas las organizaciones sociales y políticas que se oponen al actual modelo. Porque la LUC no es sólo la LUC y porque en los sinuosos caminos de los pueblos el cómo y el para qué son tanto o más importantes que el qué.
Desde nuestro punto de vista el principal objetivo estratégico en el momento histórico que vivimos es fortalecer al movimiento popular, ampliar su base, facilitar una nueva y fermental relación entre los espacios sociales, culturales y políticos que expresan a la subalternidad, alejados de cualquier lógica cupular, vanguardista o partidocrática. Sabemos que la propuesta que formulamos en julio, luego de 15 años de gobiernos del Frente Amplio y con una derrota dura de por medio que se explica en gran medida por las múltiples brechas que se abrieron a la interna del campo popular, no era fácil de viabilizar. Tal vez no supimos convencer o explicarnos, tal vez nos haya faltado persistencia, capacidad de incidir, número, organización, o tal vez – es probable – no era el momento y la forma adecuada para gestar ese espacio de encuentro. Lo cierto es que a pesar de repetir la idea en distintos ámbitos, no pudo traducirse más que en una serie de diálogos aislados entre diversos actores. La pregunta siempre era la misma: ¿pero están a favor o en contra del referéndum? Y la idea de responderla juntos, yendo un poco más allá, no resultaba muy seductora.
Coherentes con una historia de más de 100 años el Partido Socialista tomó una decisión: acompañar el proceso que nuestros militantes sociales desarrollaban en el seno de sus organizaciones, sin directivas ni mandatos, con el marco de referencia de nuestra mirada de clase, nuestros valores e ideas, nuestra posición sobre un proyecto plagado de normas regresivas y antipopulares, nuestra visión de que el quietismo no es alternativa, y nuestra conocida definición de no vanguardizar ni dejarnos vanguardizar por nadie, sino de construir en colectivo, fortaleciendo además a una de las novedades más interesantes de los últimos meses: la Intersocial, y respetando su independencia política. Las compañeras y compañeros del Partido en sus ámbitos de militancia hicieron un genuino proceso crítico, con miradas y conclusiones diferentes, pero sin condicionamientos. El protagonismo de dirigentes sociales socialistas en la génesis de la propuesta de referéndum es innegable, nos enorgullece y no fue precedido por ninguna decisión de un organismo partidario, sino por un proceso autónomo de las organizaciones sociales a las que pertenecen, camino que acompañamos y respetamos.
Avanzado este proceso social el Frente Amplio discutió orgánicamente el tema y nuestra posición fue clara: involucrarnos decididamente en la movilización pro-referéndum y transitar el camino largo, que implica la recolección del 25% de las firmas de quienes integran el padrón electoral nacional, y por lo tanto un trabajo de meses de diálogo con la sociedad, diálogo imperioso e impostergable por parte de las fuerzas políticas y sociales populares. Las dificultades del camino emprendido son muchas y las condiciones nunca son óptimas, pero nos resonaron en esta discusión las desafiantes palabras de Rosa Luxemburgo cuando cuestionaba una concepción rígida, mecánico-burocrática -según la cual la lucha debe ser indefectiblemente producto de una organización que cuenta con cierto nivel de fuerza- y la contraponía con una mirada dialéctica, que no se encierra en cálculos de apoyos y costos a priori, sino que se “prueba en la lucha y emerge de ella con fuerzas redobladas”1.
Hoy el movimiento popular, sus organizaciones políticas y sociales, se encuentran discutiendo, con argumentos muy sólidos, en ámbitos a veces dispersos pero todos válidos, qué componentes de la LUC deberían estar incluidos en el recurso de referéndum o si el mismo tiene que referirse a toda la ley. En este debate las y los socialistas no seremos tampoco indiferentes y queremos volver a prevenir sobre lo que nos preocupaba en julio, cuando propusimos crear un espacio formal y permanente de coordinación y diálogo: el riesgo de pretender dirimir por esta vía otros debates sobre la conducción del proceso político y social en Uruguay, en una lógica de poder y condicionamientos mutuos, que no este orientada a buscar la convergencia que nos permita enfrentar las políticas antipopulares de las clases dominantes y construir, desde abajo, alternativas radicalmente democratizadoras. El centro de esta discusión no es cuantos o que artículos votó el Frente Amplio en el Parlamento, eso puede ser una referencia pero no una línea irrebasable, estamos en otra etapa que no es parlamentaria sino de movilización social. El punto cardinal tampoco es quien conduce la estrategia y la movilización o quien está a la izquierda o a la derecha de quien. El tema principal a conversar con cada ciudadana y ciudadano del Uruguay no es la forma de la ley (aunque esto importe y mucho) ni la malignidad o benignidad de una sigla, sino cada uno de sus contenidos antipopulares, los intereses y la ideología que les subyacen, y los efectos de determinadas decisiones políticas sobre su vida cotidiana y el futuro del país.
El proceso que transitamos no se da ni dará como nosotros queramos. No quisimos perder el gobierno, no quisimos una abusiva ley de urgencia durante la pandemia, no quisimos que la orientación frente a algunos componentes del proyecto se definiera por mayorías y minorías internas, no decidimos que no existiera un ámbito de coordinación adecuado y que tal o cual organización tomara una definición en determinado momento, tampoco optamos por debatir públicamente por qué vía transitar el referéndum o si ir por toda la ley o por algunos artículos. Ese es el escenario en el que estamos parados, y no por maldad de ningún compañero u organización sino porque la realidad es más rica que nuestros planes y porque la derrota y su proceso de producción tiene muchas aristas y consecuencias. En este complejo y particular escenario nuestra opción será la de seguir acompañando y protagonizando esfuerzos colectivos, con firmeza en nuestras posiciones pero sin instrumentalizar a ninguna organización social ni pretender dirigir lo que debemos liderar juntos. Porque la fortaleza de los débiles es la de la solidaridad en las malas, la de la unidad que no se declama sino que se practica, la de construir poder instituyente más que disputar posiciones, la de apostar otra vez por la consciencia y la organización.
1LUXEMBURGO, Rosa, Huelga de masas, partido y sindicatos.