El malestar en la época del coronavirus

En 1929 Sigmund Freud (médico, sicoanalista 1856-1939) entregó a la imprenta el manuscrito de una de sus obras fundamentales: “El malestar en la cultura”. Esto ocurría la misma semana de octubre cuando la quiebra de la bolsa de Nueva York desencadenó una crisis brutal en el sistema capitalista

Allí señala tres fuentes fundamentales para el malestar humano: -Somos frágiles y mortales
– la naturaleza nos limita con todo su poder
-los vínculos sociales son imprescindibles pero también pueden ser fuente de sufrimiento.

Noventa años después, en la época del coronavirus, lo anterior parece patentizarse con toda su fuerza ante nosotros.

La muerte no es algo que nombremos o recordemos. Es el núcleo duro de la realidad, pero está ausente en el discurso habitual. Ahora aparece como un enemigo invisible que puede estar en cualquiera o en cualquier parte, movilizándose en todos la angustia de la muerte.

Esto, se agrava en las culturas que potencian el individualismo posesivo y narcisista. En esas sociedades, el ser humano vive aislado afectivamente de los otros, con pérdida de los sentidos de la vida y un vacío que trata de llenar con el consumismo y todas las conductas adictivas.

A la naturaleza creíamos haberla dominado con los avances tecnológicos y en particular en el campo de la salud y de las enfermedades transmisibles.

Es cierto que el cambio climático nos estaba llamando a otro tipo de relación con la naturaleza, pero podíamos diferir en el tiempo de cuándo encarar esa temática.

Con la pandemia, lo real, lo no nombrado, estalla ante nosotros.
Byung-Chul-Han (filósofo, Seúl 1959) dice que la digitalización elimina la realidad. La cultura del “me gusta” suprime la negatividad de la realidad y ahora aparece un virus real, no un virus de computadora.

Y así, dolorosamente, lo real se experimenta como un límite, como lo que no podemos, lo que no está en nuestro universo de significaciones.

El discurso dominante quería hacernos creer la ilusión de que todo se puede, como el desarrollo y el consumismo sin límites. Paradójicamente, también nos querían hacer creer que no podíamos cambiar el orden social, que no hay alternativas al capitalismo, que no podemos escapar al determinismo de los mercados y a la acción del capital financiero trasnacional.

Allí también la pandemia puede convocar a lo real. La retracción de la oferta y ruptura de las cadenas mundiales de valor en un sistema frágil e irracional, aceleraría o provocaría una grave crisis que evocaría los fantasmas de 1929 y de 2008.

La pandemia agrava el tercero de los malestares, porque si bien es cierto que la enfermedad y la muerte pueden alcanzar e igualar a todos, las desigualdades sociales se traducen en mayores o menores capacidades defensivas preexistentes. La exposición o riesgo es distinta según las categorías ocupacionales o situaciones, y las medidas de aislamiento social impactan de manera distinta o directamente serían insostenibles para los que viven día a día.

En un nivel micro social, el aislamiento puede agravar las situaciones de violencia familiar o de género y las tensiones y conflictos en esos ámbitos.
Sin la intervención voluntaria y consciente, sin la construcción deliberada del presente y del futuro, los malestares, los sufrimientos causados por la enfermedad y sus consecuencias sobre el tejido social, serían terribles e inconmensurables.

Intervención del estado e intervención de la sociedad organizada- La política no se extingue en época del coronavirus.

La acción estatal y la democracia participativa, así como la primacía de la política y de la democracia sobre la economía y el mercado, es lo opuesto al neoliberalismo, lo que queda desacreditado por este contexto.

Los llamados a la extinción de la política en aras de la autoridad del estado en lo dramático del momento son equivocados y peligrosos. Equivocados porque siempre hay opciones diferentes en todos los momentos de la vida y peligrosos porque contienen el germen del autoritarismo, alimentado por la situación de excepcionalidad y por la búsqueda de figuras fuertes en épocas de incertidumbre y miedo.

Reivindicar a la política no es asumir una actitud cerrada, sectaria o revanchista, ni pensar en términos de réditos electorales. Reivindicar a la política es reconocer el esfuerzo que está haciendo el gobierno que recién asume, es aceptar su autoridad legítima, compartir mucho de lo que hace, colaborar con nuestras fuerzas y propuestas.

Reivindicar a la política también es señalar las diferencias, sobre todo cuando hacerlo abona a encontrar mejores alternativas a la situación dramática actual.

Ser responsables y leales con el país y con el gobierno, es también plantear nuestras propuestas.

Lo hemos hecho. Las hemos planteado. Compartimos muchas cosas, pero algunas son insuficientes. Queremos ir a más en la protección de las personas, sobre todo de los más vulnerables y de las fuentes de trabajo.

Ya hemos reclamado el diálogo con el gobierno y con todos los actores sociales en la perspectiva de un gran acuerdo nacional para encarar la crisis y estudiar las alternativas para recuperarnos de sus consecuencias sobre la economía y la sociedad.

No alcanza con conferencias de prensa para hablar si no hay otros espacios con la sociedad. Tampoco es lo mejor diferir una semana el diálogo con la fuerza política que es casi la mitad del país.

La política siempre va a estar porque se basa en valores y en opciones.

Al optar por el aislamiento, está presente la opción entre salud, vida, o derechos humanos, y en un sentido amplio, esto tiene relación con el rendimiento de la economía.

En el tema de cómo se van a repartir los costos de la crisis hay opciones y en el caso del gobierno hay una opción clasista que es no tocar a la riqueza y al capital.

Todos deben contribuir de acuerdo a su capacidad, pero lo que se propone actualmente es insuficiente y equivocado, porque lo que no se toca, es justamente a los que más tienen.

Tampoco es compartible eludir la negociación colectiva, porque es un germen de autoritarismo y un peligro mayor avanzar en esa dirección, amparados en la situación excepcional de hoy.

La política no se reduce a lo estatal.

Una concepción democrática ampliada y participativa reconoce a los actores que emergen de la sociedad y que deben ser escuchados e integrados a las propuestas. En tal sentido un aspecto positivo de esta crisis ha sido la organización de ollas populares y las redes que han surgido desde la sociedad para apoyar a los más vulnerables o a los sectores de mayor riesgo.

Dentro de los elementos positivos a destacar, podemos resaltar que hemos aprendido y desarrollado habilidades para el trabajo o el manejo de las tecnologías. También nos estamos encontrando más con nuestras familias y con nosotros mismos, separando el consumismo superfluo de lo más auténtico y placentero.

La nostalgia por el mundo que perdimos hace sólo dos semanas, nos permite desplegar la imaginación creadora de alternativas.

El pensamiento único del neoliberalismo decía que naturalizaba la acción de los mercados. Hoy todas las acciones que se proponen van en otra dirección.

Slavov Zizek (Eslovenia 1949) piensa que esta crisis acelerara una salida post capitalista. Algo de razón tiene porque hoy la hegemonía neoliberal se trastabilla y se escuchan propuestas de renta básica universal. También puede darse, como en otras crisis, una reestructuración y una mayor concentración y poder del capital.

El economista uruguayo Fernando Isabella plantea en un artículo dos alternativas que me parecen posibles: La primera y más terrible sería lo que puede llamarse neoliberalismo autoritario, o sea el estado de excepción con toda la hipervigilancia que permite la tecnología, combinado con la libertad para los mercados. Agregaría que en algunos estados la forma sería el llamado post fascismo, que implica proteccionismo, xenofobia y distancia con la globalización, capitalismo y autoritarismo dentro de fronteras.

La otra alternativa es avanzar a una democracia participativa con profundización democrática tanto a nivel de los estados como en la construcción de la gobernanza mundial democrática. La profundización democrática también en lo socio económico supone un proceso de horizonte post capitalista que los socialistas uruguayos llamamos “democracia sobre nuevas bases”.

Ese proceso no se detiene porque ahora no estemos en el gobierno, sigue en el desarrollo de las capacidades de la sociedad, en la defensa de la conquistas, en los gobiernos departamentales y municipales.

La presencia extrema de la muerte convocó a las pulsiones (1) de vida a salir enteros, sanos y a soñar con el futuro. Paradójicamente, la pandemia nos habilitó a hacerlo más que la rutina del pensamiento único neoliberal.

Walter Benjamín (Alemania 1871-1918) decía que el tiempo presente contiene las astillas del tiempo futuro y que, a veces. este último puede abrirse paso por una rendija inesperada en la que se cuelan siglos de historia.

MANUEL LAGUARDA
El autor es psicoanalista y miembro del Comité Central y del Comité Ejecutivo del Partido Socialista.
Secretaría de Mensaje y Comunicación

1-(en el Psicoanálisis se hace referencia a algo dinámico influido por la experiencia del sujeto)