Escribe Rodrigo Genta | Brigada Julio Castro
La consigna o lema del joven Marx, así como la del resto de jóvenes hegelianos, era “kritik”, es decir, crítica. Marx desarrolla la idea de crítica en un artículo en forma de carta de la revista “Deutsch-Französische Jahrbücher” (Anales Franco-Alemanes) en 1844, de la que fueron editores Marx y Ruge. Sus futuras críticas a los planes socialistas utópicos, que pueden hallarse en el “Manifiesto Comunista” y en otros escritos de madurez, yacen prefiguradas aquí bajo la forma de un rechazo a las utopías comunistas de escritores como Etienne Cabet por ser “abstracciones dogmáticas”. En el intercambio epistolar Marx informa a Ruge que se verán en París a fin de mes (Kreuznach, septiembre de 1843).
Lo que Marx busca y hará en Francia es el desarrollo de una “actividad libre” que en Alemania, dadas las condiciones represivas, no es posible. Marx denomina la situación que se vive en Alemania como una “anarquía espiritual o de la mente”, como “el reino de la estupidez o el régimen de la idiotez”, donde todo es reprimido por la fuerza, sofocado a base de violencia. Las mentes genuinas, realmente trabajadoras, pensantes e independientes necesitan otro lugar para congregarse, reunirse. Pero, ¿en qué consiste dicha “actividad libre”? Justamente en el desarrollo de la crítica, a través del género periodístico.
Salvando el obstáculo externo (i.e. la represión del gobierno prusiano), ¿cómo puede y debe desarrollarse la crítica? Nadie tiene una idea clara, siquiera los reformadores, de cómo debería ser el futuro, de lo que debería hacerse. Esto que se presenta como una dificultad interna es, dice Marx, una ventaja de la nueva tendencia u orientación (que representan Marx y Ruge, entre otros). Tener una concepción clara sobre cómo debería ser el futuro y qué deberíamos hacer no constituyen las premisas de la crítica: la anticipación o figuración imaginaria de futuros utópicos no es la condición de posibilidad de la crítica, sino más bien un obstáculo. El nuevo mundo debe hallarse, necesariamente, a través o partir de la crítica al viejo mundo, al que precede. ¿Qué significa esto? ¿Cómo deducir lo nuevo de lo viejo?
Según Marx, hasta el momento los filósofos tenían (o creían / parecían tener) preparada la solución a todos los enigmas y acertijos, y que al estúpido / ignorante mundo le bastaba digerir / procesar “la ciencia o el conocimiento absoluto” para redimirse, para librarse de aquellos males que mortifican a la humanidad. Pero la tarea del crítico no es el diseño del futuro (i.e. planificar cómo debería ser el futuro), y tampoco hallar fórmulas universales (adecuadas para cualquier tiempo y lugar) a aplicar a la realidad; sino el llevar a cabo una crítica despiadada (o radical) de todo cuanto existe: despiadada en el sentido de que no tema asumir los resultados o conclusiones a las que conduce, y tampoco al conflicto que pueda desencadenar con los poderes establecidos, con quienes detentan el poder.
Para Marx sólo podremos llevar a buen puerto nuestras acciones para construir un mundo mejor, syss, la convicción acerca de qué hacer surge a partir de la crítica o análisis de la realidad existente, no a raíz de una especulación acerca de cómo debería ser el mundo. Digamos, la regla / norma de la realidad presente se halla sólo en la propia realidad. Marx califica al “comunismo realmente existente” profesado por Cabet, Dezamy, Weitling, y demás, como una “abstracción dogmática” (son “estandartes dogmáticos”). Quienes asuman la tarea de la crítica radical deben, a su vez, ayudar a los comunistas dogmáticos (presos de ensoñaciones y proyectos que no poseen una base real que los viabilice, que haga posible sus realizaciones) a clarificar el significado de sus posiciones, a que comprendan sus limitaciones. El comunismo que profesan es dogmático porque no surge de la crítica.
La crítica radical debe orientarse hacia las formas particulares de la realidad (concreta o material) y de la conciencia teórica y práctica (abstracta o ideal) con la finalidad de hallar la “verdad social” (regla y fin del presente). El objetivo de la crítica es cómo transformar la realidad: averiguar qué principios rigen la realidad material y clarificar la “conciencia mística”, que responde a la primera y la encubre o justifica (y así malogra la acción). Marx dice que la mejor forma de llevar a término la crítica es aplicar la misma a asuntos que despiertan interés; por ejemplo, para sus contemporáneos alemanes, a la religión y la política. Hay que tomar esos asuntos, independientemente de la forma en que se presenten, como punto de inicio, sin contraponerlos / confrontarlos con un “sistema prefabricado”, como el “Voyage en Icarie” (donde se proyecta una utopía comunista). Hay que partir de cuestiones políticas específicas, por ejemplo, y así ganar el interés práctico de un gran partido; luego, una vez que se tomó posición, que la crítica se identificó con una lucha real, hay que formular de manera general o abstracta el problema para revelar el auténtico y esencial significado del posicionamiento asumido, forzando a ese partido a ir más allá, a superar sus limitaciones.
En “Zur Judenfrage” se ejecuta el programa crítico descrito en la carta a Ruge: se parte de una cuestión política específica, es decir, la emancipación política de los judíos alemanes, y la crítica se desarrolla a partir de la formulación (teológica) que hace Bruno Bauer para, luego, adoptar una forma más general que revela el verdadero y esencial significado de la cuestión: su significado político. La crítica de la religión se transforma en crítica del “Estado perfecto” y de la emancipación política en sí misma, de sus limitaciones. Verán, los partidarios de la emancipación política de los judíos y de la nación en general, que la emancipación política lejos de ser la forma coherente y definitiva de la emancipación humana, es la forma más acabada de emancipación sólo dentro de la “sociedad burguesa”.
El crítico enfrenta al mundo de forma no-doctrinaria, no con un nuevo principio o verdad, sino que desarrolla nuevos principios para el mundo sólo a partir de sus viejos principios, no deslegitima sus luchas creyendo poseer la verdadera consigna de lucha, únicamente busca enseñar al mundo aquello por lo que en verdad está luchando, y la conciencia es algo que debe adquirir el mundo para superarse. La filosofía crítica supone ayudar al mundo a clarificar su propia conciencia, despertar al mundo de las ensoñaciones que tiene sobre sí mismo, aclarar el significado de sus acciones y deseos. La tarea del crítico es ayudar a la humanidad a confesar sus pecados, sólo de esa forma podrá redimirse.