Escribe Hugo David Gonçalves – Magíster en Historia Universidade Federal de Goiás
El resultado de la primera vuelta de las elecciones en Brasil era esperado: una disputa entre los dos principales candidatos al Palácio do Planalto. Aunque la carrera electoral contó con once competidores, entre los que se encontraban figuras extrañas como el supuesto sacerdote de la Iglesia católica ortodoxa, sólo cuatro de ellos merecen ser destacados por su trayectoria política o por su potencial electoral: Luís Inácio Lula da Silva, Jair Messias Bolsonaro, Ciro Ferreira Gomes y Simone Tebet. Los tres primeros son viejos conocidos en la política nacional, pero la candidata Simone era un nombre muy discreto hasta que tuvo una aparición importante durante los trabajos del CPI de Covid.
Simone tiene un discurso de derechas, en uno de los partidos más tradicionales de Brasil, el MDB(Movimiento Democrático Brasileño) y entra en la carrera presidencial con un fuerte potencial para futuras elecciones. Mientras tanto, Ciro hace el movimiento contrario, disminuyendo su apoyo y compromiso cada vez que se aleja de tomar partido en la disputa entre los dos nombres principales. Finalmente, Lula y Bolsonaro son tratados como dos polos equivalentes e igualmente radicales, lo que definitivamente no es cierto.
La primera vuelta de las elecciones se celebró el 2 de octubre y la segunda vuelta el 30 de octubre obteniendo un resultado más estrecho de lo esperado. Simone Tebet esperó la reunión con su partido y no dudó en declarar su apoyo a Lula, destacando su apego a la democracia y el compromiso del PT con el juego democrático. Ciro, aunque su partido, el PDT (Partido Democrático del Trabajo), ha expresado su apoyo a Lula, ha evitado hacerlo de forma enfática y ha preferido actuar indirectamente en apoyo de Lula. Bolsonaro, por su parte, tuvo poco apoyo de los otros candidatos y ninguno entre los más votados.
En efecto, lo que estuvo en juego en esta disputa es el futuro de la propia estructura democrática de Brasil. Bolsonaro nunca ha negado su avidez golpista y su desapego a las instituciones democráticas, atacándolas siempre y generando discursos mentirosos y fantasiosos sobre posibles articulaciones comunistas lideradas por el PT (Partido de los Trabajadores). Los últimos cuatro años han sido de intenso debate sobre las instituciones democráticas brasileñas y el discurso de Simone Tebet es muy significativo en este sentido.
Lula representa algo más que el retorno de la izquierda a la dirección de Brasil, sino un retorno verdaderamente democrático. Desde el golpe parlamentario de 2016, con la destitución de la presidenta electa Dilma Rousseff, sucesora de Lula, hasta las actuales elecciones, el discurso golpista y autoritario ha copado el debate público en Brasil. Con el gran auge de la extrema derecha, de sesgo protofascista, en los últimos años, el campo democrático necesitaba unirse, lo que llevó a la búsqueda incesante de una tercera vía: situar a Lula en un campo de extrema izquierda y a Bolsonaro en la extrema derecha.
De hecho, Bolsonaro ocupa este lugar, pero es un gran error situar a Lula en el campo de la extrema izquierda. Esta visión distorsionada por las fake news pretende, en primer lugar, sabotear el campo de la izquierda y tratarlo como un enemigo de la propia nación. Esta vinculación se hace a través de comparaciones totalmente basadas en el prejuicio y la ignorancia y se trata de la situación brasileña ante otros países latinoamericanos, principalmente sudamericanos.
Las comparaciones con Cuba, Nicaragua y Venezuela se hacen sin ningún compromiso con la realidad de estos países y culpan a la izquierda y a un supuesto proyecto comunista que triunfó en estos países y que pretende apoderarse de Brasil, a través de la elección de Lula y el PT. El último caso de fracaso, según este discurso, es Argentina. Muchas veces el discurso protofascista coloca la elección de Alberto Fernández como una prueba de esta conspiración comunista y que la condición socioeconómica empeoró considerablemente, pero esto supuestamente no se informa en Brasil porque hay participación de la prensa brasileña en este proyecto.
Este discurso está impregnado de las estrategias de comunicación y propaganda de Steve Banon, un publicista que ha actuado ampliamente en conflictos como el Brexit en Inglaterra o la elección de Donald Trump en Estados Unidos. También destacan los componentes de las teorías de la conspiración como Q-Anon y 4-Chan, que se están adueñando de la propaganda política y han cobrado fuerza en esta última campaña de la segunda vuelta. En términos prácticos, Bolsonaro pretendía, en caso de ser elegido, avanzar contra el Tribunal Supremo, para transformarlo en una línea auxiliar de la extrema derecha anudada con Bolsonaro.
En el otro lado de esta balanza está Lula y su coalición que es mucho menos de extrema izquierda y mucho más de centro democrático como forma de preservar la democracia y las frágiles instituciones democráticas de Brasil. Su vicepresidente, Geraldo Alkmin, es un político tradicional de São Paulo, que formó parte de la principal oposición del PT y que ya se ha presentado a las elecciones contra el PT, pero que entiende que la amenaza es tan grande que hay que combatirla eficazmente. El Lula que se presentó a las elecciones de 2022 es una figura progresista de centro, muy diferente del Lula que fue candidato en 1989 y que tenía al sindicalismo como principal fuerza política.
Habiendo vencido en las elecciones, Lula tendrá que demostrar toda su capacidad de diálogo, ya que al producirse una victoria pírrica, dada la configuración del Congreso Nacional elegido el 2 de octubre. Ha habido un avance de los campos de la derecha más radical, especialmente en la cámara alta, el SenadoFederal. Los retosson prácticos y Lula tiene capacidad para afrontarlos. Quizás el mayor desafío para la izquierda brasileña en este escenario sea forjar un nuevo liderazgo y un nombre capaz de reunir apoyos y construir una candidatura viable para las próximas elecciones. El futuro de la izquierda brasileña es incierto y arriesgado.