Escribe: Pablo Oribe
El brote de Covid-19 tuvo in impacto multidimensional en nuestras sociedades y ayudó a catalizar transformaciones -ya en curso- en el comportamiento de los estados, el mercado y las personas.
Uno de los efectos que nos lega es el aumento del poder de control de los gobiernos y la consecuente y consentida pérdida de libertad por parte de los individuos. En efecto, losgobiernos estánmás predispuestos a coartar libertades y las sociedades a aceptar dichos cercenamientosa cambio de seguridad y en pos del resguardo de la salud pública.
La pandemia aceleró la política de muros, tanto reales como virtuales.Los gobiernos tomaron medidas de cerramiento y controles a la movilidad inéditas en tiempos de paz. El uso de aplicaciones digitales fue aprovechado a escala para rastrear los movimientos de los ciudadanos y conocer su ubicación. Se intensificaron los medios de vigilancia existentes con el fin de proteger a las sociedades en su conjunto.
El auge de la supervisión es uno de los efectos que nos deja la pandemia y, además, una victoria de los estados que recuperan poder y control sobre las sociedades que gobiernan. Más aún, constituye una reacción ante la hiper globalización, que ha puesto a actores de lo más diverso a la par del estado y con una influencia enorme en la política y la economía.
La pérdida de libertad e intimidad de las personas no solo es consentida por los individuos, sino que éstos mismos así lo demandan a cambio de una mayor protección de su seguridad e integridad física. Un ejemplo de ello es el caso del gobierno chinoque accedió a los teléfonos de sus ciudadanos e hizo uso de cientos de millones de cámaras con reconocimiento facialpara determinar y rastrear a los posibles portadores del coronavirus, así como a quienes tuviesen contacto con ellos. Por su parte, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, autorizó, por decreto de emergencia, el despliegue de la la tecnología de vigilancia (normalmente reservada a la lucha contra el terrorismo) para seguir a pacientes con coronavirus.
Shoshana Zuboff, en “La era del capitalismo de la vigilancia”, advirtió los peligros de la creciente acumulación de datos sobre nuestras vidas que permite la tecnología y su uso potencial como insumo para influir en nuestro comportamiento. La mayor penetración del mundo digital posibilitó que las vidas privadas sean cada vez más públicas y facilitó el acceso a los datos personales por parte de las empresas y los gobiernos.
Esta advertencia cobra especial actualidad a raíz de la creciente política de vigilancia como respuesta al Covid19. En su artículo “El mundo después del coronavirus”, Juval Noah Harari alerta sobre el falso dilema entre salud y libertad y señala el riesgo de que la sociedad acabe abrazando la tecnología de control por temor a que su seguridad esté en peligro.
La crisis del Covid19 trajo consecuencias extraordinarias en todo el mundo que reclamaron medidas extraordinarias por parte de los gobiernos. Sin embargo, el auge de la supervisión, que la tecnología posibilita a una escala inédita, es un fenómeno de más larga data que ha convertido en mercancía la privacidad de las personas.
Por todo ello, debemos tomar decisiones conscientes sobre el uso y la protección de la información personal, que da cuenta de nuestra conducta y preferencias, si queremos seguir siendo una sociedad libre y democrática. La libertad no es un precio que debamos pagar para que los estados garanticen nuestra seguridad. Del mismo modo, nuestra privacidad no debe convertirse en uninsumo para las empresas que buscan moldear nuestro comportamiento.
Este es un debate que necesitamos dar con seriedad e incluyendo todas las vocesporque de su respuesta dará forma, nada más ni nada menos, que a la democracia que tendremos en los próximos años.