Dos modelos de economía y sociedad: a favor o en contra de los trabajadores

Escribe: Daniel Olesker

  1. Dos modelos de crecimiento

El proceso que hemos vivido en este año 2020 con la implementación de un modelo desestatizador, antipopular, represivo y concentrador (modelo DARC) nos debe introducir en un debate más profundo sobre las orientaciones de la política pública.En un marco de desarrollo capitalista en el que está inserta la economía uruguaya, podemos agrupar, a efectos simplificados, los modelos de desarrollo económico en dos grandes grupos.

A) Los que apoyan la idea de que el crecimiento económico (aun con delay) derrama en mejores empleos y mejores salarios para todos, que el sector privado es más eficiente para el acceso universal a los servicios públicos, los que creen que el rol del Estado es garantizar las condiciones de rentabilidad del capital privado y, finalmente, los que aseguran que, dadas las imperfecciones del mercado en algunos sectores, el Estado debe intervenir. Es lo que se ha llamado: Estado con intervención subsidiaria.

B) Los que apoyamos la idea de que el derrame no existe sin intervención pública, que la transformación de crecimiento económico en distribución es obra de la acción del Estado, que el Estado debe orientar la asignación de recursos productivos, la inversión y el crédito y que los servicios públicos sociales y de sustento a la actividad productiva deben estar en manos (con propiedad y/o regulación) del Estado. Es lo que se ha llamado: Estado con intervención estratégica.

Es claro que Uruguay en los noventa, en el período de crecimiento económico entre 1990 y 1998 (solo interrumpido en 1995), optó por el modelo subsidiario y, en el período de crecimiento económico entre 2005 y 2019, se optó por el modelo estratégico.

El objetivo de esta nota es comparar resultados, pero solo a efectos de caracterizar ambas intervenciones, definamos al menos 5 ejes que diferenciaron estos modelos desde una visión estratégica en los 5 años últimos. Ellos son:

• la reincorporación, mejora y universalización de la negociación colectiva como mecanismo de fijación de salarios;

• las reformas estructurales del acceso, permanencia y financiamiento de los servicios sociales, en particular, la reforma en la salud;

• las modificaciones en la forma de acceder a los beneficios de la Ley de inversiones, definiendo «ganadores» y «perdedores» en función de su contribución al empleo, a la descentralización, etc.;

• los procesos de inversión en las empresas públicas en su monto y su orientación;

• y, finalmente, como no podía ser de otra manera, en el propio tamaño del Estado y dentro de él en el peso relevante del gasto social y la inversión pública(que explica casi todo el crecimiento).

  1. La comparación de resultados (I)

Son muchos los resultados que diferencian el modelo subsidiario del modelo estratégico.

Empecemos por lo que no los diferencia, que es su capacidad de hacer crecer la riqueza de la economía. Sin duda que el perfil del crecimiento puede tener diferencias, sin duda que la sostenibilidad del crecimiento y su no caída en crisis es diferente. Lo que es claro es que no se diferencia el modelo subsidiario del estratégico en su capacidad de acumular capital y, por ende, de aumentar la riqueza productiva.

Sin embargo, cuando trasladamos el crecimiento económico a la distribución primaria y secundaria de los ingresos, ya aparecen las diferencias. Y es claro que un modelo de desarrollo es más que un modelo de crecimiento. Al menos podemos visualizar cuatro dimensiones en las que las diferencias son sustantivas: la evolución de los salarios; la evolución del desempleo (y luego combinando salarios y empleo de la masa salarial); la evolución de las transferencias en especie expresadas en los gastos públicos en salud, educación y vivienda como porcentaje del PBI.

PBI y Salarios

El primer gráfico nos muestra la relación entre el crecimiento del PBI y el de los salarios. Si bien lo que define la distribución es el salario y el empleo (que veremos inmediatamente), esta comparación sirve como muestra de una de las supuestas capacidades de derrame de la economía de mercado.

Qué nos muestra el gráfico: un gran ajuste a la baja de los salarios el primer año de gobierno (tanto en 1990 como en 1995) y, mirado en el mediano plazo, salarios casi estancados con PBI 40% más alto en nueve años.

¿Qué pasó con estas mismas variables en los quince años de crecimiento del PBI en el Frente Amplio? Esos datos los trae el gráfico 2.

En el gráfico es claro que los salarios han acompañado el crecimiento (más aún cuando lo veamos con el empleo) y es evidente que, si miramos los salarios priorizados como educación, salud y policía (por función pública) o sumergidos en el sector privado como rural, doméstico, comercio y sobre todo el Mínimo Nacional la curva de salarios, claramente este se despega.

Primera respuesta: el mercado no traslada bien los frutos de la riqueza a los trabajadores en relación a su salario.

PBI y desempleo

Ya vimos que en los dos períodos el PBI creció. Es de esperar que en ambos casos el desempleo caiga como resultado del vínculo de mercado entre el crecimiento y la generación de empleo. Los datos conjuntos los trae el gráfico 3.

Es notorio, el desempleo crece con el crecimiento de los años noventa, al menos hasta los últimos dos años (1997 y 1998) y, al final del crecimiento, se ubica 2% por encima del inicio.

En cambio, en los quince años del FA hay una caída relevante en los diez primeros años, y luego crece, pero el nivel final es muy menor al inicial.

Segunda respuesta: con el crecimiento, el mercado no asegura la caída del desempleo.

Masa salarial como parte del PBI

Es claro que puede aumentar el desempleo y también aumentar el empleo y por ello nuestra tercera referencia es a la masa salarial que representa la participación de la clase trabajadora en la riqueza global, a partir del producto entre su nivel salarial y su nivel de empleo.

Y otra vez la información es contundente: el gráfico 4 nos muestra que la masa salarial como porcentaje del PBI cae entre 1989 y 1998, generando una redistribución de la riqueza creada en perjuicio de la clase trabajadora.

En cambio, la clase trabajadora recibió una porción mayor del ingreso nuevo generado, aumentando su participación en la riqueza y eso al menos fue constante hasta 2014 donde llegó su máximo. El gráfico 5 nos trae esta información.

Tercera respuesta: a la clase trabajadora, los ingresos del mercado le posibilitan una menor, muy menor, captación del ingreso generado que cuando interviene el Estado.

Gasto público social y PBI

Otro factor relevante para entender la distribución de la riqueza es la evolución del gasto social como porcentaje del PBI. El gasto social en educación, salud y vivienda tiene un fuerte componente redistributivo en la medida en que dicho gasto se financia, en gran parte, de acuerdo a la capacidad contributiva de las personas y se gasta en función de sus necesidades.

Toda la evidencia mundial muestra que la distribución de los ingresos mejora radicalmente en los países que tienen transferencias del Estado muy importantes en estos rubros.

Por ello, el gráfico 6 nos muestra la participación de salud, educación y vivienda (en este caso solo medido por ASSE, ANEP, UDELAR y FONAVI) en el PBI al comienzo y al final de los períodos de crecimiento que estamos analizando.

Este gráfico nos muestra que, si comparamos el inicio con el final del periodo de crecimiento, el gasto de estos servicios públicos crece en su participación en el PBI y se despega en el período de los quince años de gobierno del FA.

  1. La comparación de resultados II: pobreza y desigualdad

Estos resultados que describimos anteriormente se sustentan en las políticas de intervención estratégica del Estado que enumeramos más arriba. La intervención del Estado en la orientación de la inversión privada y la definición de un plan de inversión pública en el empleo, en la regulación de los salarios y en el acceso con justicia social a los servicios públicos sociales generó un proceso de transformación del crecimiento en distribución que el mercado no había conseguido en los años noventa.

Y ello se expresó en que el resultado en materia de ingresos de las personas significó reducción de la pobreza y reducción de la desigualdad al mismo tiempo.

En los noventa la pobreza se redujo (aunque menos porcentualmente que en el período entre 2004 a 2019), pero la desigualdad subió.Ya mostramos la subida de la desigualdad de clase, ahora veremos la de las personas.

El gráfico 7 nos muestra que, en los años noventa, la desigualdad aumentó y, en cambio, durante el gobierno del FA, hubo en quince años una baja de la desigualdad de manera relevante.

Cuarta respuesta: en un contexto de crecimiento, la pobreza puede bajar, pero la única garantía de que bajen simultáneamente, tanto ella como la desigualdad, es la intervención estratégica del Estado.

Para terminar, quiero mostrar, en el cuadro 1que sigue, un resumen de las evoluciones que hemos mostrado aquí:

Más allá de la continuidad y la estabilidad del proceso (en uno, nueve años y luego una gran crisis, en otro, quince años), podemos afirmar que:

• En el modelo subsidiario y en el modelo estratégico, el crecimiento promedio anual es relativamente similar, con lo cual, el argumento social y distributivo, basado solamente en que la economía creció cae por su propio peso.

• El aumento de los salarios promedio anuales, en el modelo subsidiario, es casi de estancamiento y el desempleo creciente (ya vimos el efecto de ello en la masa salarial); en cambio, en el modelo estratégico, el crecimiento del salario real es muy relevante y el desempleo cae mucho.

• Las diferencias de gasto social son muy importantes, definiendo un esfuerzo productivo, derivado del crecimiento diferente.

• En el modelo subsidiario, la desigualdad sube y, en el modelo de intervención estratégica, cae.

Ambos son dos modelos diferentes, en uno, el crecimiento fue casi un objeto o en sí mismo y, en el otro, solo una herramienta para la distribución.