Diego Maradona, la desmesura de lo humano

Escribe: Pablo Oribe, Secretario de Mensaje Político y Comunicación

Y un buen día la diosa del viento besa el pie del hombre, el maltratado, el despreciado pie, y de ese beso nace el ídolo de fútbol”. Eduardo Galeano, El fútbol a sol y sombra, 1998

Crecí en un barrio privado de Buenos Aires… privado de agua, de electricidad y de teléfono”. Palabras de Maradona en una visita a Bolivia en 2004

El objetivo de este artículo no es participar en el debate “Maradona sí o Maradona no” -lo que alimentaría una lógica simplista y maniquea–, sino analizar las causas y motivaciones que lo convierten en uno de los fenómenos populares más importantes de la historia contemporánea. Esta es la primera reflexión. Maradona es mucho más que una estrella deportiva o un gran jugador de fútbol; Maradona es un fenómeno popular intenso, es pueblo. A tal punto, que su imagen es usada a lo largo del mundo como símbolo contra las injusticias y los opresores… En las últimas horas, en un país que se nos hace tan lejano como Siria, se difundió un mural pintado por un artista local como homenaje al astro argentino en los escombros de una ciudad recóndita azotada por la guerra.

Un superviviente consciente de su excepcionalidad

Nació en una villa del sur de la provincia de Buenos Aires y siempre pensó el mundo desde ese lugar. Era, ante todo, un superviviente que nunca olvidó su origen. Reivindicándolo con orgullo, les quitó a los pobres la vergüenza de ser pobres. Pese a ser “la rendija en el sistema”, prototipo del “ideal meritocrático”(todo lo que logró lo hizo por sí mismo, basado en su talento y sacrificio individual), nunca pateo la escalera y toda su palabra pública estaba orientada a denunciar la miseria y bregar por políticas inclusivas de distribución.

Frío o caliente, nunca tibio

En la encrucijada de los caminos, optó por ponerse del lado de los débiles, de los perseguidos, de los plebeyos. Quizás no sabía hacía donde iba, pero si tenía claro de dónde venía y a quienes se debía. Maradona nunca fue neutral, tomó partido de forma visceral, sin importar las consecuencias de sus definiciones y acciones. Sus decisiones nunca fueron cómodas. De forma instintiva, se ubicó siempre en la vereda de enfrente de los poderosos.

En la ciudad de Nápoles, brilló como jugador, pero sobre todo se convirtió en emblema de la Italia pobre, en oposición al norte opulento, y denunció con vigor las inequidades, los prejuicios y el racismo. En el sur, estigmatizado por la pobreza y la miseria, popular y tumultuoso, se sintió como en su casa.

Desafió como nadie a la tecnocracia empresarial de la FIFA,denunció su corrupción (sentía un odio feroz por Joao Havelange y Sepp Blatter) y hasta fundó un sindicato internacional de futbolistas para luchar por los derechos e intereses de sus compañeros de profesión (más débiles y vulnerables que él).

Palabra pública: el martillo en el garguero

Era dueño de una gran gestualidad política y hablaba sencillo apelando a dichos populares, o incluso creándolos. Maradona legó muchas frases que se han hecho carne y son parte de la cultura popular, nos dejó palabra pública: “La pelota no se mancha”; “Me cortaron las piernas”; “Fue un poco con la cabeza de Maradona y otro poco con la mano de Dios”. Su comunicación era emocional, contaba con una inteligencia vivaz, una intuición popular y visceral que le permitía poner nombre a las emociones y transmitir ideas como pocos.

Humano, demasiado humano

El mundo de lo políticamente correcto pretende recordar solamente al artista y olvidar al hombre de carne y hueso, con sus excesos y contradicciones. Maradona no puede ser seccionado, viene completo, con sus luces y sombras, con sus fortalezas y debilidades. Nos legó la maravilla de su talento, pero también una actitud política irreverente, insolente y desobediente.

Acaba de dejar la vida para entrar en la historia y lo hace como un símbolo universal de belleza, rebeldía y alegría popular. Un hombre tan excepcional como popular, que supo estar en lo más alto y en el pozo más profundo.

Todo eso, complejo, contradictorio y hermoso, es Diego Maradona: un ídolo del pueblo que encarnó la desmesura de la humanidad.