Nuevamente una intervención le es impuesta a Haití. La misma fue reclamada por el gobierno deslegitimado de Henry, con el respaldo de la burguesía local, organismos internacionales y en especial el apoyo político y financiero de los EE.UU. que en una primera instancia adelantara 100 millones de dólares para su concreción.
Esta vez el contingente de intervención se disfraza con una pretendida naturaleza policial, para reforzar a la Policía Nacional de Haití, y está conducido por Kenia, cuyas fuerzas de seguridad intervienen en forma sistemática en la represión política y social en su país, como lo denuncia la oposición keniata y organismos de DD.HH.
Haití atraviesa – es cierto – una situación política, económica y social extremadamente difícil. Las responsabilidades de la misma hay que buscarlas en el comportamiento del capital y el imperialismo. Las bandas que asolan el país, a simple título de ejemplo, controlan el 80% de Puerto Príncipe, y han sido un instrumento del poder concentrado para instaurar su esquema de negocios basado en la explotación y succión de los recursos nacionales. El poder político y económico ha apoyado discrecionalmente a pandillas de su elección hasta llegar a la situación presente donde parece han perdido su control, en el marco de la gran descomposición estatal y gubernamental.
Las bandas armadas también están destinadas a frenar la protesta popular que existe en el país, la cual se ha mantenido en forma latente y – cuando las posibilidades lo permiten – emerge con mucha fuerza. La situación de inseguridad hace parte de un expediente de control político por parte de los sectores dominantes.
Gran parte del sufrido pueblo haitiano rechaza hoy toda intervención, con su correlato de la presencia de tropas militares y/o policiales. Está vivo el recuerdo de la MINUSTAH que se retiró en 2017, responsable de represión y excesos de todo tipo, en la que Uruguay se vio comprometido con su participación.
Los sectores populares y las fuerzas democráticas, protagonizando una sostenida resistencia, vienen denunciando, rechazando y enfrentando al actual gobierno, que aplica una severa política de ajuste siguiendo las directivas del FMI y otros organismos internacionales.
Haití no necesita ninguna intervención. El rumbo es otro: hay que permitir que el pueblo se organice y construya una realidad de convivencia democrática que le permita forjar su propio destino sin falsas tutelas internacionales.
Las y los socialistas uruguayos rechazamos esta nueva intervención, reiterando y renovando nuestra solidaridad de base internacionalista con las hermanas y hermanos haitianos.
Casa del Pueblo, 26 de octubre de 2023.