La posverdad… y que es la verdad?
Ultimamente, he estado profundizando en el significado de un término que parece haber tomado vigencia: posverdad.
¿Qué significa? Significa que cualquier idea es verdadera, siempre que se trasmita por potentes altavoces; eso es lo que importa: los altavoces. Es decir, no interesa si es verdad; solo importa crear una opinión generalizada.
Las redes sociales ejemplifican bien esto, pero no es patrimonio sólo de ellas.
En primer lugar, pareció que sólo afectaba los ámbitos privados, divulgando chismes locales y relaciones entre tal o cual vecino.
Seguidamente, pasamos a la fase donde se expresan afirmaciones de índole general o político como: «Son todos ladrones» o «Devuelvan lo que se llevaron». Entre los muchos wasap que circulan, uno afirma que los legisladores tienen un sistema especial de de seguridad social que les permite jubilarse con tres años de trabajo en el Parlamento y que están exonerados del pago del IRPF, lo cual es falso.
Luego eso se repite y divulga sin el más pequeño fundamento ni prueba.
Los hechos objetivos pesan menos que la opinión o la creencia personal; lo empírico pesa menos que las emociones. Se busca así crear imaginarios colectivos basados en meras creencias personales u opiniones que muchas veces resultan muy peligrosas para la democracia participativa e inclusiva que permite el desarrollo de las personas y de los pueblos.
En definitiva, son acciones de posverdad política que vienen consolidándose como hegemónicas; terminan creando imaginarios adversos a la democracia y, por lo tanto, no avanzan en profundizarla ni en mejorarla. Terminan excluyendo o generando autoexclusión, más que generar más y mejor democracia. Pareciera que fuéramos pasando de una cultura democrática-show a una cultura democrática de posverdad, donde ya no importa qué es verdad.
El Latinobarómetro da cuenta de esto. Podemos ver cómo la percepción de la calidad democrática decrece en Uruguay. Habrá que analizar el tema, pero creo que debemos profundizar la democracia, y para eso, el camino debe pasar por construcciones culturales alternativas, contrahegemónicas, que permitan visualizar la democracia y la política como algo de todos y de todas y de todos los días, lejos del concepto de clase política y de burocracias partidarias y más afín a la ciudadanía y al bien común.
Pero no sólo abarca lo estrictamente político, sino lo cultural.
Un ejemplo. En Soriano, en el Instituto Nacional de Rehabilitación Pense, unidad 24, se venía trabajando con treinta y cinco personas privadas de libertad, en diversos talleres: maquillaje, vestuario, teatro, etcétera, a los efectos de crear una murga. Estas personas estaban a cargo del director local de murgas y otros técnicos en arreglo de voces, etc. Iban a participar como invitados, fuera de concurso, en el regional de murgas que se realiza en Mercedes.
Diversos medios de prensa, diario y radio local y luego matrizado desde las redes sociales, realizaron una movida tendiente a desacreditarlos.
Algunas frases dichas: «Cómo vamos a aplaudir al que te robó meses atrás?»; «La cárcel es para purgar, no para divertirse». Otros convocaban a no aplaudir o a irse cuando subieran estas personas al escenario.
Todo esto se divulga y se repite con los altavoces del siglo XXI. Ante esto, las personas privadas de libertad desistieron y no participaron.
¿Qué sustento empírico tienen estas acciones de una posverdad cultural? ¿Qué investigación las sostienen? Ninguna. Sin embargo, se hegemonizan. ¡Vaya si se ha hablado de la rehabilitación a través de educación, talleres, trabajo, brigadas solidarias, etcétera! Pero claro, la ciencia, lo objetivo, no es lo que importa.
Hay un núcleo conservador cultural que aún sigue impregnando nuestra democracia. Lo vemos ante cualquier hecho y siempre se pide lo mismo: mano dura o palo y palo con las manifestaciones populares o mayores penas. No veo el mismo énfasis y de las mismas personas para pregonar rehabilitación, educación y cultura.
Lo terrible de esto es que el ciudadano, luego de escuchar mentiras repetidas y amplificadas mil veces y con diez mil me gusta, ya no sabe qué es verdad o, peor aún, cree que la verdad es tal, cuando ningún hecho concreto la ratifica. Lo cierto es que, muchas veces, esas mentiras terminan dirigiendo, produciendo o frenando hechos como el del Instituto Nacional de Rehabilitación que he mencionado.
Este tema es de capital importancia a la hora de construir cultura, generar identidad de país, profundizar la democracia y formar un ser humano para el siglo XXI.
*Maestro, Representante Nacional por Soriano