Andrea Perilli
“Las redes sociales también son trincheras de lucha y sociabilidad”, sentenciaba Frei Betto en su conferencia dentro del seminario “Perspectivas de la relación sociedad-política en la construcción de lo nuevo”, en el marco de los 110 años de nuestro Partido.De las amplias reflexiones que Frei Betto compartió en su conferencia, esta puntualmente no ha cesado de dar vueltas en mi cabeza desde entonces.
No es noticia que para los y las nativas digitales, como es mi caso, las redes sociales formen parte de nuestra cotidianidad. A la vez, son las mismas redes que despiertan dudas y desconfianzas en nuestros mayores. Pero la idea de pensarlas como ámbito de socialización cobra tal vez otro sentido y una importancia aún mayor cuando quien lo plantea es alguien que ha dedicado su vida a la militancia social y territorial, y aún se detiene a pensar en los nuevos espacios sociales del mundo dinámico de hoy en día.
Tal vez ese haya sido el click que profundizó la reflexión y dio forma a esta nota. ¿Por qué, si diariamente usamos el celular o la computadora para comunicarnos, aún no los vemos como espacios donde socializamos y nos agrupamos con nuestros pares? O ahondando en los planteos que hizo Frei Betto, ¿por qué desde la izquierda no damos la batalla contra-hegemónica también desde el plano digital?
Por eso, propongo una serie de miradas con el fin de lograr un acercamiento al fenómeno de las redes sociales como medio de sociabilidad y en pos de una reflexión sobre el rol de estas en el plano político.
Las redes sociales están en todos lados: en el celular, en la computadora, en la TV, hasta en los relojes, y en los diarios. Somos partícipes de ellas, porque no son un medio aparte, sino que se interrelaciona con nuestro quehacer diario. Es necesario entonces romper esa suerte de barrera o separación que creamos frente al mundo digital, incluso desde la política, donde los discursos políticos resuenan, se interpretan, y hasta se modifican.
También es preciso pensar a las redes sociales como un fenómeno dual: si bien están insertas en nuestra cotidianidad, a la vez presentan un ecosistema totalmente distinto al que habitamos normalmente. La fauna de las redes se compone de personajes como los trolls, los bots, o estructuras como los algoritmos que dan forma a un entorno particular que hay que tener en cuenta para navegar esas aguas.
Por ende, no podemos pensar al intercambio virtual como un espejo del que se da de forma presencial. Las redes sociales son más polarizadas o nos encierran en burbujas donde el contenido que vemos o nos llega es acorde a nuestros intereses, lo que mina las posibilidades de confrontación e intercambio de ideas. Asimismo, tienen un tinte violento generado por la presencia de trolls que hace al diálogo virtual algo hostil y cerrado. Pero, como en todos los entornos sociales en los que nos desenvolvemos, estos pueden ser pensados como obstáculos a sortear para construir socialmente también desde la virtualidad.
Ahora bien, estamos ante un ámbito donde la derecha ha ganado terreno y hoy cuenta con cierta hegemonía sobre la instalación de temas de agenda, la difusión de discursos, y la dispersión de rumores. La tarea de la izquierda ha de ser dar la batalla contra-hegemónica, no siguiendo los mismos caminos de la derecha, sino buscando nuevas estrategias que se enfoquen en la cercanía y la justicia social, rompiendo el individualismo que la impersonalidad de las redes potencia.
Es clave fortalecer los lazos de manera virtual, como por ejemplo sustentando discursos, pero no limitándonos a reproducirlos, sino también a generar nuevos a través de las herramientas digitales y las comunidades que allí articulemos. También es de suma importancia hacer énfasis en la confluencia de distintos tipos de saberes y experiencias de vida en un plano común como es la virtualidad, no reduciéndonos únicamente al ámbito académico o político-partidario, para construir hegemonía y sentido de pertenencia incluso a través de las pantallas.
Considero clave recordar también que cuando hablamos de dar la pelea discursiva, cultural, hegemónica en redes no podemos olvidarnos de los dispositivos digitales en los que la misma se libra y su democratización. Es claro que democratizar no solo significa facilitar el acceso a estas herramientas, sino también enseñar a utilizarlas y a desarrollar actividades sociales a través de estas. Pero es tan heterogéneo el mundo que habitamos que también han de tenerse en cuenta las diferencias generacionales y culturales a la hora de construir y articular desde el mundo digital.
A su vez, no creo que exista tal dicotomía entre militancia territorial versus militancia digital, donde una sustituya a la otra, sino más bien se da una complementación donde lo dicho y hecho en una, resuena y se potencia en la otra. Durante esta pandemia, lo digital, tantas veces lejano y ajeno, nos ha estado brindando cercanía con referentes y militantes en cantidad de encuentros virtuales a pesar de no poder compartir los momentos de forma presencial.
Como hemos visto a lo largo de esta aproximación al asunto, las redes sociales no deberían ser pasadas por alto como medio de socialización. Las herramientas digitales que las mismas proveen son importantes en la articulación y construcción colectiva que la izquierda continuamente hace.
Los discursos y las experiencias compartidas pueden transformarse en saberes populares que a través de estos medios obtienen mayor difusión en las comunidades de intercambio que se crean. Hemos remarcado que, al contrario de aquello que se creía décadas atrás con respecto a Internet, el diálogo más democrático y plural no se ha cumplido en las redes sociales, pero aquellas burbujas que se crean en las redes pueden potenciarse a través del fortalecimiento de lazos de cercanía con los nuestros.
Quizás sea momento de derribar las barreras que nos separan de construir digitalmente. Sin perder el foco en la cercanía y en lo territorial, y pensando al mundo digital como un complemento al trabajo continuo y colectivo a nivel presencial. Tampoco olvidando que no somos nosotros que debemos adecuarnos a las herramientas digitales, sino aportar a ellas desde nuestros lugares y en la medida de lo posible de cada uno. Y, sobre todo, confiar que por allí también podemos dar la pelea por el mundo más justo que anhelamos.