El narcotráfico es una forma del capital transnacional, que necesita protectores corruptos y que vive de la muerte de los pobres.
Nos movilizamos por la Democracia y contra la corrupción.
Hace poco más de una semana estalló otro gravísimo escándalo en Uruguay. Quedó expuesta una trama de ocultamiento urdida en el corazón del gobierno nacional. Supimos que el gobierno le mintió al Parlamento y a la ciudadanía y que incluso, luego de una reunión instruida por el Presidente de la República y en la que participó su principal asesor, se destruyeron documentos con la intención de ocultarlos en una investigación.
Pero esta es una perla más de un extenso collar de corrupción y blindaje: un gobierno que defiende privilegios e incrementa las desigualdades, por sus propios vínculos y lógicas, utiliza el poder del Estado para beneficiar a pocos. Siendo más precisos, y como denunciamos tempranamente las y los socialistas en la primera interpelación de este periodo sobre las exoneraciones tributarias que se otorgaban entre ellos: “gobiernan para beneficiarse a sí mismos”. Eso implica corrupción sistemática. Y la corrupción sistemática no es casualidad sino necesidad política de una lumpenburguesía que tienen gran peso en el gobierno. La corrupción va a su vez acompañada de intentos permanentes de tapar, desviar, minimizar lo que está pasando. En definitiva, de blindarse, frente a la ciudadanía, al sistema de justicia, al Poder Legislativo.
Sin embargo, la última perla es distinta a otras. Este capítulo, que aún no terminó, ya dejó a los dos ministros más importantes del gobierno, dos subsecretarios y el principal asesor presidencial afuera, aunque el propio Presidente no admitió que hubieran hecho nada reprochable y hasta se animó a dar -otra vez- desde su lugar de poder y en la sede de la Presidencia de la República, opinión previa sobre un asunto que debe resolver el Poder Judicial. ¿Cómo se explica todo esto? ¿Qué hay detrás? ¿En qué se diferencian estos últimos acontecimientos de otros anteriores?
Esta vez se ha puesto en el centro de la escena a un actor conocido pero hasta ahora aparentemente distante de la esfera política: el narcotráfico. Las irregularidades que salieron a la luz no solo generan una herida democrática, sino que también nos plantean preguntas profundas respecto de cómo se perpetúan mecanismos y privilegios que fortalecen a las élites poderosas, lícitas y también ilícitas. Porque el narcotráfico es una forma del capital transnacional y necesita de protectores. Este no es un tema lejano, nos preocupa mucho y sobre él queremos hablarles en profundidad, a partir de la experiencia y la vida concreta de nuestro pueblo.
Los barrios ubicados en los márgenes urbanos, particularmente en el área metropolitana pero -cada vez más- también en otros puntos del país, hoy son territorio de disputa y resistencia. El sonido de las ametralladoras es moneda corriente, ya no solo en la noche sino también a plena luz del día. Los niños, niñas y adolescentes reconocen los tipos de armas que se usan a diario cerca de ellos y ante cualquier ruido fuerte atinan al «cuerpo a tierra». Las plazas ya no son lugares seguros para el juego, el disfrute ni para encontrarse con sus amigos. De esta forma, los espacios de socialización son amenazados constantemente por la violencia lo que es un obstáculo para la participación y los lazos comunitarios. En pocas palabras, la vida cotidiana de los uruguayos y uruguayas que viven en muchos de estos barrios está en parte en manos de grupos vinculados al narcotráfico que moldean los tiempos, espacios y subjetividades.
El contexto actual en las periferias es favorable para la profundización de este drama. Como sabemos, la inseguridad alimentaria aflora a pesar de los esfuerzos de ollas y merenderos populares. Adicionalmente, son muchos los trabajadores formales que no cobran un salario que les alcance para vivir dignamente a ellos y sus entornos. Al mismo tiempo el gobierno decidió el recorte de algunos programas sociales y educativos. Por la hiperconcentración de la riqueza, el mercado laboral es cada vez más selectivo y la economía informal como fenómeno estructural crece.
La desigualdad, la pobreza y la ausencia o debilidad del Estado en áreas socialmente sensibles deja un espacio «libre» que en algunos territorios es ocupado por grupos vinculados al narcotráfico. Su influencia crece por el soporte económico que brinda pero también por el apoyo a actividades de interés barrial. Este no es un fenómeno nuevo pero se viene agudizando a través del despliegue de estrategias violentas y también no violentas en los barrios, siendo estas últimas las que muchas veces resultan más persuasivas.
Las y los jóvenes más pobres, que suelen ser expulsados del sistema educativo y el mercado laboral formal, están siendo el eslabón más débil en la cadena del tráfico y venta de drogas. El narco-negocio le da a esos jóvenes no solo un sustento económico sino que en vidas marcadas por la no pertenencia brinda una identidad. Es profundamente doloroso que algunos expertos comiencen a hablar de un «juvenicidio» en nuestro país.
Ante esta realidad el narcotráfico encuentra una ventana de oportunidad para afianzarse en algunos territorios, ofreciendo una alternativa económica y social de supervivencia. A su vez, la propia cultura dominante, que fomenta el consumo y la competencia entre pares, es funcional al modelo narco de vivir. Son muchas las vidas que el narcotráfico se lleva. Vidas de jóvenes, sobre todo varones y pobres, que pagan las consecuencias para que unos pocos se enriquezcan. El narcotráfico es un negocio que vive de la muerte de los pobres.
En el contexto actual la selectividad del sistema de justicia y del sistema penal se vuelven evidentes. Mientras las cárceles se llenan de mujeres pobres por portar unos pocos gramos de marihuana, grandes narcos no solo gozan de cierto prestigio, sino también de beneficios. Mientras los gurises con gorrito que van en moto son blanco ineludible para los controles policiales, criminales de traje y corbata son protegidos. ¿Qué sería de tantos jóvenes pobres de barrios periféricos si se les dieran tantas oportunidades de demostrar su inocencia como se le dan a los grandes narcotraficantes y a sus protectores?
El escándalo del pasaporte, lo que trajo consigo y las explicaciones ridículas que se nos dieron, deja regada en nuestra sociedad la pregunta sobre el papel de actores de gobierno al otorgarle a un narcotraficante poderoso un pasaporte express que no tenían porque expedir y que le permitió fugarse. Por si la situación no fuera la suficientemente grave, durante este período se han tomado decisiones que han colaborado con la proliferación narco al flexibilizar controles al lavado de activos, alimento principal de este negocio capitalista, que necesita de la corrupción y el crimen para existir. Tampoco podemos ignorar los recortes presupuestales al sistema de justicia y la forma en que distintos referentes políticos que detentan poder institucional, se refieren a organismos y agentes cuya independencia y garantías resultan fundamentales para que no haya impunidad.
El Partido Socialista ha impulsado en el Frente Amplio la propuesta de una gran e inmediata movilización ciudadana contra la corrupción y los privilegios. Frente al poder del capitalismo ilegal, la movilización de la gente es fundamental y es la política popular, transformadora, la política hecha desde el pueblo, la que debe alzar la voz para expresar lo que sentimos y pensamos y para no contribuir a que se instale la idea de que este es un problema de toda la política o de todos “los políticos”, con acusaciones cruzadas que sólo generan descrédito generalizado y confusión.
Hoy queremos convocar a la movilización por la democracia y contra la corrupción que el PIT-CNT, FUCVAM y FEUU están promoviendo para el próximo lunes a las 18 hrs. en la Plaza Libertad de Montevideo.
Ahí estaremos las y los socialistas, ahí estará otra vez nuestro pueblo.
11 de noviembre de 2023
Comité Ejecutivo Nacional
Partido Socialista de Uruguay