Estamos viviendo un momento difícil.
La propagación del COVID 19 en todo el mundo, y desde hace unos días en nuestro país, empieza a poner a prueba muchas cosas, entre ellas nuestra capacidad para construir, en este aquí y ahora, relaciones globalmente solidarias.
Por todos lados se escucha decir que “de esta salimos juntos” mientras asistimos al desabastecimiento de productos sanitarios por acaparamiento y al aumento sideral de los precios por la especulación inescrupulosa de quienes pretenden sacar tajada de la necesidad o la desesperación de los demás.
Otra vez el mercado capitalista, que funda su funcionamiento en el cálculo de beneficios, se revela irracional e ineficaz para encontrar soluciones que pongan en el centro la vida y la dignidad humana.
A su vez la cultura del descarte y del “sálvese quien pueda” es efecto y condición de una arquitectura de sociedad que no tiene nada que ver con la solidaridad de la que tanto hablamos. El capitalismo explota y exacerba el costado egoísta de la condición humana, pero la catástrofe parece obligarnos a problematizar los impactos de esa dinámica en nuestra vida cotidiana, a recordar que no se puede ser libres sin ser solidarios, a confirmar que viviendo de este modo estamos cortando la rama sobre la que estamos sentados. Hay algo que no cierra: ante la amenaza se nos invita a transitar un camino de fraternidad que las estructuras en las que producimos y reproducimos nuestra vida no habilitan ni promueven.
Punto aparte para el manido tema del rol del Estado. Se lo reclama “ausente” para no interferir con los grandes negocios privados y se lo demanda presente para controlar pandemias, cuando los mismos negocios privados convierten a la salud en mercancía y la desigualdad genera condiciones sociales para que muchas y muchos enfermen cada día.
Estas groseras contradicciones engendran también una esperanza y los momentos límite nos ponen, de un modo más evidente, frente a lo mejor de nosotros mismos. Trabajadoras y trabajadores que ponen el cuerpo en la primera línea de batalla, gente generosa que aporta tiempo y creatividad para acompañar, cuidar, comunicar, proveer servicios básicos o curar, y un sinnúmero de buenas noticias que ayudan a desarmar el miedo y la soledad.
En medio de la emergencia muchas y muchos denuncian otras emergencias, tantas veces invisibilizadas: la de las violencias de género (¡cuántas mujeres y cuántos niños expuestos a convivir todo el día con sus agresores!), la de la situación de calle (¿dónde queda ahí la consigna “quedate en casa”?), la de la precariedad laboral (que hace de la “cuarentena” una incertidumbre insoportable), la de la depresión y el sinsentido (recrudecidos por el encierro), entre varias más que obviamente se potencian negativamente con la sanitaria.
No faltan tampoco los que apelan a la estigmatización y el ataque personal, sin importar si el otro sufre o está enfermo, ni están ausentes la crítica fácil y oportunista, sobre todo frente a quienes deben tomar decisiones de política pública. Tampoco los gobernantes que no ven las urgencias reales, enceguecidos por el dogmatismo ideológico de su credo liberal.
En medio de este mapa nos toca otra vez preguntarnos dónde estamos parados y hacia dónde queremos ir.
Escribo este mensaje para agradecer a cada compañera y a cada compañero de los que me consta están cuidando y trabajando, arriesgando de sí por los demás, a los que actuán con generosidad y sentido solidario, a quienes se niegan a entrar en la política mezquina del rédito menor, a las y los que muestran en la cancha su condición de socialistas.
También para expresar la cercanía y solidaridad con las y los trabajadores autónomos, cuentapropistas, changadores, zafrales, con los pequeños y medianos comerciantes, con todas y todos quienes carecen de una protección social adecuada para afrontar los efectos económicos y sociales de esta situación.
Les quiero decir que durante estos días buscaremos estar más presentes y cercanos que nunca.
Respondiendo a las orientaciones de las autoridades sanitarias, desde el día lunes hemos reducido al mínimo imprescindible el trabajo presencial en nuestra Casa del Pueblo e instamos a nuestras compañeras y compañeros a hacer lo mismo en todos los locales partidarios. Ya hemos instrumentado decisiones para garantizar el funcionamiento de la dirección ejecutiva del Partido de forma virtual y segura, y continuamos participando de la discusión colectiva del Frente Amplio.
Obviamente hemos suspendido también toda actividad de campaña electoral, y analizamos con el resto del Frente los caminos más adecuados para reprogramar las elecciones departamentales y municipales previstas para mayo.
Les comunicamos también que a partir de hoy y hasta nuevo aviso nuestra Casa del Pueblo estará cerrada, para que todas las compañeras y compañeros funcionarios puedan permanecer en sus hogares, adelantándonos así a la sugerencia de cuarentena general que realizó el Sindicato Médico del Uruguay.
Pero estas decisiones no reducirán ni un poco nuestra militancia. Por poner sólo algunos ejemplos, la Secretaría de Comunicación y Mensaje Político está transformando nuestra página web, ayer mismo lanzamos una campaña de redes bajo las consignas “Estado Presente” y “Viralicemos la Solidaridad”, y en los próximos días la Secretaría Nacional de Organización y Desarrollo Partidario estará articulando una estrategia de movilización virtual que permita a nuestra militancia ser parte de una red de solidaridad socialista abierta a quien la necesite.
Simultánemente estaremos acompañando las decisiones del gobierno que contribuyan a cuidar la salud, el trabajo y las condiciones de vida de la población, valiéndonos del Sistema Nacional Integrado de Salud y de la valiosa red de protección social que hemos construido, proponiendo iniciativas en ese sentido, y haciendo oír nuestra voz contra cualquier medida de ajuste.
La declaración del Secretariado del Frente Amplio del día de ayer marca una primera hoja de ruta sobre posibles medidas a tomar, y aquí estará el Partido trabajando para defender a los más débiles y también para ayudar a alumbrar nuevos caminos de organización social, única forma de que esta historia no termine con un puñado de ricos haciéndose más ricos a costa de la ruina de los demás.
Quiero que sepan que estamos juntas y juntos, construyendo colectivamente por los medios que existen y los que inventaremos. Aquí y ahora más socialistas que siempre.
Cuiden y cuídense,
Gonzalo Civila
Secretario General
Partido Socialista de Uruguay