Abrazar el mundo de los perdedores

Vivimos inmersos en la cultura del éxito, de la pequeña victoria individual, de la acumulación, el consumo y la competencia, de la depredación, el mérito y la ventaja. La de los que aplastan al débil como daño colateral.

Esa cultura dominante permea a toda la sociedad, desvalorizando el mundo humano, destruyendo el ambiente, profundizando la desigualdad, la fragmentación y el descarte, y acrecentando el sufrimiento de quienes por mil razones no resultan exitososdesde la perspectiva del sistema.

La emergencia derivada del COVID-19 vino a plantearnos nuevos desafíos de solidaridad y cuidado mutuo. De golpe se reclama una conducta que nada tiene que ver con ese culto al egoísmo. ¿Será que esta vez ni siquiera los ganadores” están inmunizados contra el virus y necesitan también ser cuidados?

A pesar de los riesgos del repliegue a lo privado y el aislamiento, esta realidad tan crítica vuelve a mostrar que en la lógica del hacé la tuya” no hay vida que aguante, y que ningún mérito individual es suficiente para que alguien se salve solo. Pero las y los perdedores de siempre vuelven a perder, porque ni la economía ni la política los cuida del desempleo, el desamparo y la miseria.

En este contexto, el gobierno de derecha en Uruguay viene imponiendo sus urgencias, urgencias de ricos y para ricos. La urgencia de poder pagar en efectivo y sin mayores controles hasta 100 mil dólares, la urgencia de prohibir piquetes y reglamentar la huelga, la urgencia de reformar la educación a prepo y según las lógicas del mercado, la urgencia de beneficiar a los grandes propietarios. Sus urgencias, las de los ganadores de siempre. Y todo indica que en lo inmediato seremos derrotados en nuestro intento de parar ese atropello. Como lo fuimos en noviembre del año pasado, con todos nuestros aciertos y nuestros errores a cuestas.

¿Cuánto cedimos nosotros a la cultura y los intereses de los ganadores y cuánto puede tener que ver eso con algunas derrotas? ¿Cuánto nos costará cambiar el chip oficialista y dejar de obsesionarnos por pequeñas victorias de cartón?

Hace unos días recordamos la heroica Huelga General. El 27 de junio, en el local de la ex Federación del Vidrio en La Teja, allí donde se decidió activar la huelga en el 73, participamos, invitados por Carolina Cosse, de una actividad en la que recordamos aquella hazaña popular.

Constanza Moreira, con quien compartimos esa rueda, dijo algo muy elocuente: quienes fueron a la huelga sabían que en lo inmediato no podían ganar, que la huelga sería derrotada, pero fueron igual. Como el pueblo oriental en el éxodo, protagonizaron una derrota política que hoy se valora como una gesta. Y haciendo lo correcto, con aquella derrota empezaron a hilvanar una enorme victoria democrática. Es que para el pueblo las grandes victorias siempre son generosas y colectivas, demoran en gestarse y están hechas de varios eslabones de derrotas y fracasos, muchas veces signadas por sangre, sudor y lágrimas.

Esta historia es también forjadora de una ética contrahegemónica. La ética de quienes están dispuestos a ofrecerse por la alegría y la esperanza de otros, a cuidar la vida aún a costa de los resultados económicos inmediatos, a no ver la obra concluida, a dar y dar, sin esperar más retribución que un proceso fraterno que los supera, trasciende y contiene. Es la dinámica del grano de trigo, que muriendo vive y da fruto. Todo lo contrario a la naturaleza del capitalismo.

Hoy nos enfrentamos a otra redota”.

Que no decaiga, que nos sirva para crecer y construir. No es que disfrutemos perder porque el cuanto peor mejornunca será lo nuestro, pero sepamos que la vorágine del éxito y el triunfo asegurado no son para nosotros, salvo que estemos dispuestos a renunciar al proyecto de cambio social profundo por el que luchamos.

Nuestro lugar es el de los perdedores de la historia, pertenecemos a ese mundo, no a otro. Y cómo decía Vivian Trías, sabemos que, más temprano que tarde, los grandes cambios seguirán abriéndose camino, s por la fortaleza de los débiles que por la debilidad de los fuertes. Hay que seguir andando, organizando y planificando la esperanza, en colectivo, con la alegría y la fuerza de hacer lo justo y hacerlo juntos, conscientes de que también nuestras derrotas son las victorias generosas del futuro.

Gonzalo Civila López, Secretario General del Partido Socialista, Diputado por Montevideo